Intentar asfixiar a Uber fue una sorprendente equivocación del gobierno de la Economía Naranja, pretendiendo resolver tecnocráticamente un problema político: el conflicto de intereses entre taxistas y uberos
La obsesión por bloquear la competencia, lo ha llevado a no condenar enérgicamente actos de violencia como la quema de un carro por parte de los “amarillos”