Pasada la euforia y la indignación, los hechos se pierden en el olvido y son enterrados por escándalos de mayor actualidad y de mayor excitación pública
En Pataleta y Olvido (2002) se presentaba cómo el guion era y es el mismo. En el Congreso el espectáculo es con otros actores, pero todo queda en olvido