En medio de esta situación, hemos mutado a un estado de indolencia en el que olvidamos dónde comienzan los derechos de los unos y dónde terminan los de los otros
El encierro inicial de la pandemia que nos dejó con la camisa pispa para el zoom, del pecho hacia arriba, ha terminado por contagiar la pereza de vestirse bien en las oficinas hogareñas
Permaneceremos refugiados y resguardaremos la salud pero, gobernantes, no nos tragaremos su improvisación, autoritarismo, su magia estadística, el miedo y la carnada de la vacuna
La madre, detrás, hace muecas para soplarle que el día es lunes, que tres manzanitas y cuatro peritas suman siete frutas, que la canción es del cucarrón y no la gallina turuleca…
39.000 muertos por covid-19 en un país de irresponsables no nos quitará la alegría en este 2020, el primero del apocalipsis, en que moriremos pegados a la botella