El confinamiento redujo las relaciones sexuales interpersonales, pero no la apetencia, que se vio reflejada en la creatividad y en la tecnología a control remoto
Ayer prendí velitas en el patio y repetí sin cesar ese comienzo del poema de Seifert: “No dejes que nadie te convenza /de que la peste en la ciudad se ha acabado”
El confinamiento fue volviéndose un comodín administrativo, somos uno de los países que más hemos estado encerrados, y paradójicamente el tercero en contagios y muertes de América Latina
Es la vieja anormalidad, no el conveniente recurso oficialista de una nueva normalidad, lo que se agita en el país dejando su estela de cadáveres, de garrotes, tergiversaciones y atropellos