Las últimas semanas no han sido fáciles: continúan las manifestaciones y Jacques Chirac acaba de morir. Nadie sabe cómo terminarán las cosas para ellos
En la crisis francesa, estos revolotean la idea, entre seductora y peligrosa, de que el pueblo recupera la soberanía frente a unas instituciones esclerotizadas e inoperantes
Sin que estuviera calculado y nadie lo previera, aparecieron los chalecos amarillos, que de un solo plumazo echaron abajo el castillo del presidente francés
Casi destruyen Paris para que el gobierno no le subiera el precio al combustible, ganaron el pulso y ahora salen a las calles con trompetas, tambores y trombones