La figura de un indio piel roja sobre una cajetilla de fondo blanco nos recuerda a las generaciones pasadas la época dorada de la industria tabacalera del país. Se trata de una planta que representó en la segunda mitad del siglo XIX el producto de mayor exportación y aunque en el último cuarto fue sustituido por el café, siempre ha estado presente con áreas sembradas en el territorio nacional.
De hecho, un estudio contratado por el Ministerio de Agricultura para la cadena del tabaco en 2005 mostraba la importancia relativa del renglón, un negocio de 160 millones de dólares al que compañías como Coltabaco y Protabaco (de origen nacional) le agregaban valor por la ruta de la fabricación de cigarrillos en un monto de 93 millones de dólares, mientras los productores de la hoja de tabaco recibían 18,5 millones de dólares. En 2005, el área sembrada se aproximaba a las 15.000 hectáreas en todo el país, que produjeron 27.587 toneladas, para las cuales se requirieron cerca de 3 millones de jornales directos, más los que se emplean en transporte, corte y horneo.
Aprovechando la campaña mundial contra el consumo de tabaco, por razones de salubridad, que frenó el crecimiento del mercado de cigarrillos y la legislación nacional que favorece la inversión extranjera, Coltabaco fue adquirida por la Philip Morris en 2005 y Protabaco por la British American Tobacco en 2011; ambas mantuvieron, en una calculada estrategia, contratos con los productores de la planta en condiciones leoninas: los agricultores ponían la tierra y el trabajo, y las multinacionales el capital con su respectivo interés (así aseguraban el producto al precio que ellas fijaban). Dicha subordinación condujo, por la exigua rentabilidad y el gravamen de IVA que tiene la hoja, a que muchos agricultores terminaran embargados por la Dian y con condenas por evasión de impuestos.
El departamento de Santander ha sido el de mayores siembras, seguido un tanto de lejos por el Huila; según información de la Secretaria de Agricultura de este último. En 2004 se sembraron 3.000 hectáreas con rendimientos superiores a las 2 toneladas, mejor que el promedio nacional. Para el 2008 ya se redujo el área a 1.800 hectáreas y continuó un lento descenso al punto de que en 2020 se contabilizaban menos de 500 hectáreas; con la decisión de la British American Tobacco de suspender sus operaciones agrícolas y cerrar la planta de desvenado en San Gil se dicta sentencia de muerte a un cultivo que alimentó a muchos compatriotas por casi dos siglos, pues sin comprador no hay producción.
El cultivo de tabaco cierra una larga lista de plantaciones, incluido la de algodón, soya, sorgo y ajonjolí, a los que se les expidió certificado de defunción desde cuando se impuso la apertura económica y el libre comercio; igual ha ocurrido con la industria nacional que ha visto desaparecer fábricas de textiles, cerrillas, farmacéuticas, neumáticos, destilerías, cigarrillos, electrodomésticos, entre otros. Lamentablemente, el gobierno insiste en la misma política: se desprecia la producción nacional. Eso explica la reducción del presupuesto del Ministerio de Agricultura para la vigencia 2021 y la suscripción de nuevos tratados de libre comercio con Israel y Japón. Aún quedan algunos pocos renglones del agro sobreviviendo, pero su suerte está echada. El arroz, la leche y la papa están en el inventario, así como algunos tropicales que juraron nos harían ganadores. El libre comercio solo les sirve a las naciones con poderosos aparatos productivos; no a economías enclenques como la nuestra.
El gobierno pretende que vivamos de la explotación de los recursos minerales, que destroza la naturaleza y que produce materias primas que mantendrán precios bajos por varios años, dado el ciclo recesivo en que ha entrado la economía mundial. Además, tenemos un Estado que regatea el presupuesto para atender al agro y la industria nacional, pero es de una generosidad extrema para entregar recursos a empresas extranjeras; el monto ofrecido a Avianca corresponde al 78% aproximadamente de todo el presupuesto para el Ministerio de Agricultura del 2021 y cerca de cinco veces lo que se destinará a Ciencia y Tecnología. Si continúa la política y los políticos que tenemos gobernando, nada impedirá que terminemos en el registro de muerte que han tallado los promotores de la venta de la patria.