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Susanita: de ama de casa a empresaria exitosa ¿cómo lo logró?
Susana Posada Vélez creyó que la vida se le había acabado cuando se quedó sola con 4 hijos; tres hombres y una mujer. Doña Susana, que apenas había terminado el bachillerato, no tenía idea cómo iba a hacer para sacarlos adelante. En ese momento solo había dos cosas a las que dedicarse. La primera, transcribir trabajos con una máquina Remington que tenía guardada en su armario. En sus tiempos libres había estudiado para ser secretaria. La segunda, hacer pequeños panecillos para que se los compraran los vecinos en el barrio. Cada vez que sus hijos llegaban del colegio los recibía con tostadas y calados. Consciente de su buena sazón vio una oportunidad de negocio. Ella, que siempre había tenido pasión por hornear panes y que heredó las recetas de su abuela, no se imaginó la empresa que estaba por empezar en su cocina. Al año de haber empezado en el horno de su casa, en 1982, la mujer registra ante la Cámara de Comercio Tostaditos Susanita.
Fueron seis años los que lloró su separación. Durante ese tiempo sus lágrimas fueron el ingrediente principal de las tostadas. Las vecinas le compraban para intentar ayudarla pero poco a poco se dieron cuenta de la calidad del producto. El voz a voz fue su principal aliado. Luego pasó a venderle a una charcutería en el barrio La Alameda. De ahí en adelante fueron varias panaderías las que se dejaron cautivar por su sabor y poco a poco la microempresa fue creciendo. Le tocó empezar a vender elementos de la casa para invertir en el negocio y satisfacer el número de pedidos que día tras día se hacía más grande. Así perdió su anillo de matrimonio, aquel recuerdo incómodo de su vida pasada que, junto a un cuadro que adornaba la sala de la casa, vendió para comprar un horno industrial.
Cuando ya había dado los primeros pasos en su camino de industrialización fue capaz de satisfacer clientes más grandes. Así fue como llegó a almacenes de cadena, lo cual amplió su alcance y contribuyó a que la compañía fuera haciéndose aún más grande. Uno de los primeros almacenes en vender las tostadas fue el Éxito. Doña Susana recuerda que cuando fue a ofrecer sus productos al representante del almacén estaba tan triste que se le salieron las lágrimas delante del hombre. Desde entonces estableció una relación comercial que ha sido clave en la historia de Tostaditos Susanita. Durante años el Éxito compraba el 50% del total de su producción. “He sido capaz de muchas cosas en la vida. Gracias Éxito por ayudarme a crecer porque hace 36 años mis primeras tostaditas, mi primer almacén grande de cadena, todo lo lindo que yo tenía ocurrió cuando el Éxito me dijo: ‘100 paquetes de cada uno’ Gracias almacenes Éxito que me tienen hoy donde estoy, no tengo con qué agradecerles”, dice Susana.
Uno de los momentos más difíciles fue durante los años noventa, cuando la violencia que por esos años azotaba al país la golpeó a ella también. Grupos armados la extorsionaron y su empresa atravesó un mal momento financiero. Tan delicada fue la situación que su hijo Andrés Peláez, quien es Ingeniero de Producción dejó el trabajo que tenía para asumir la dirección de Tostaditos Susanita. Se encargó de tecnificar los procesos y aumentar la productividad.
Ya han pasado 38 años desde que Doña Susana decidió que haría de su amor por la cocina el oficio que le daría de comer tanto a ella como a su familia. Tostaditos Susanita pasó de ser un pequeño horno en su cocina a una empresa que tiene presencia en todo el país y exporta al extranjero. La satisfacción más grande que Doña Susana tiene es saber que gracias a ella hay 220 personas que tienen con qué llevarle la comida a sus hogares.
Cada vez que va a un Éxito a hacer mercado no pierde oportunidad para ir a la sección de panadería, organizar las góndolas donde están exhibidos sus productos y escuchar qué dice la gente al verlos. Una vez oyó a un niño pedirle las tostadas a la mamá porque eran muy ricas. Gracia le produjo escuchar la respuesta de la mujer al decirle que se le quedaban en la muela por lo pequeñas que eran. Aunque ya es pensionada y ha delegado funciones sobre su hijo, todavía se mantiene al tanto de cada cosa que ocurre en la empresa. No es raro verla entre los empleados saludando de beso en la mejilla a cada uno de ellos y preguntando cómo va todo. Doña Susana no duda al decir que tiene el corazón dividido en dos: “Yo tengo dos familias. Una es la que tengo con mis hijos, que ya me han dado siete nietos, entre los cuales hay dos parejas de mellizos. La otra es aquí en la compañía. Cada empleado es como si fuera otro hijo”.
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