Estamos a tres días de cumplirse un año del trágico episodio que de alguna manera nos estremeció como país y nos estrelló con el suicidio como una verdadera epidemia. La triste historia que nos obligó a mirar de frente esa problemática que necesita toda nuestra atención, porque además ese hecho desdichado -hasta su fatal desenlace fatal- se hizo viral gracias a las redes sociales y a que fue transmitido en directo y sin ningún pudor ni sentido humano por algunos medios de comunicación, explotando la terrible historia y avasallando la privacidad de las víctimas (Jessi Paola y su hijo menor de edad Nicolás), solo para ganar audiencia o likes.
Por eso, vale la pena que reflexionemos y hagamos un análisis de lo que se ha avanzado hasta ahora. Si las medidas tomadas han surtido efecto, preguntarnos qué no estamos viendo en el mismo, si no estamos interpretando bien, existe mal análisis de las manifestaciones o existen circunstancias tan disímiles que ni como familia, sociedad o autoridad se han podido identificar. Ni muchos menos ser precisos en su detección y acciones de prevención.
En 2019 se presentaron 39 suicidios en Ibagué, en el departamento por lo menos 15 personas se quitaron la vida de octubre a diciembre del año pasado. En este 2020 se calculan no menos de siete ocurridos ya. Es más, apenas el 3 de enero pasado ya se había registrado en primer caso en el Centro de la capital tolimense y 13 días más tarde se evitó un suicidio en el puente de la variante Ibagué-Armenia.
Este es un tema de salud pública que debe ser tratado de inmediato tanto por las autoridades locales como departamentales del ramo. Es hora de que se conozcan planes y proyectos que serán desarrollados por las administraciones en turno para tratar de frenar esta problemática, que ya se está volviendo paisaje común como la triste cifra del desempleo. Además, lo que se nota de forma singular es que ya no se trata solo de jóvenes tristes o incomprendidos si no de personas de todas las edades las que están tomando esta mortal decisión.
Es urgente que se comience un gran proyecto que involucre a las instituciones educativas en todos sus niveles, desde el preescolar hasta la secundaria, la universidad, pero también a las juntas de acción comunal, los clubes y ligas deportivas, asociaciones, a las empresas privadas y las instituciones públicas para hacer un trabajo colectivo que permita articular esfuerzos, especialmente contra los que son considerados asesinos número uno de los últimos años: la depresión, la angustia y ansiedad cuya mayor característica es el sigilo y silencio.
Recordemos que según la Organización Mundial de la Salud, la depresión en nuestro país es más alta que en el resto del mundo, pues es ubica en el 4.7 por ciento. Depresión, suicidio, trastorno bipolar, estrés, ansiedad y psicosis son como una cadena que va de la mano y desafortunadamente en Colombia están en aumento.
Así que hay que esperar que Ibagué sí vibre contra este mal y en Tolima unirnos para combatirlo.