Contra viento y marea, contra el legislativo y el judicial, pero lastimosamente, contra los colombianos y la sostenibilidad ambiental en plena crisis del fenómeno del niño, el segundo más fuerte según el presidente, Mauricio Cárdenas, le dio pie a su empecinamiento ya sospechoso y vendió a Isagén.
El Congreso de la República, en un acto que no es usual en los regímenes presidenciales, mostró casi al unísono su rechazo: sus argumentos principales fueron que Isagén era un empresa rentable, que es un activo estratégico, que venderlo rompería la ecuación de sostenibilidad entre lo público y lo privado, que vender a la empresa implica entregar a manos de privados el manejo de tarifas que obviamente afectarán el bolsillo de todos los colombianos, que los privados no construirán más hidroeléctricas (las termoeléctricas son más rentables pero más contaminantes). En general se ha anticipado detalladamente una catástrofe de administración pública y ambiental. Sin embargo, Cárdenas le hizo caso a sus artimañas y soberbia para impulsar esta venta.
Su único argumento ha sido que este "negocio" consiste en cambiar un activo (una empresa del sector energético) por otro (un fondo de dinero que apalancará la construcción de la 4G). No obstante, esta reflexión resulta sustentada en un sofisma económico. Primero, Isagén es una empresa que ya está constituida, que ya tiene unas inversiones en costos hundidos y una infraestructura productiva que a la fecha ya da utilidades y sobre todo presta sus servicios a la comunidad. Por otra parte, lo que recibirá el Estado es dinero para invertir, mediante un fondo, en las carreteras que habrán de construirse a través de unos contratistas que habrán de escogerse, para unas obras que habrán que ejecutarse y que podrán tener unos retrasos y unos sobrecostos que habrán que calcularse. Y entonces se establecerán peajes y APPs para volver a meter la mano al bolsillo de los colombianos para financiar las vías y la plata que se habrá recibido de Isagén no se verá por ninguna parte (además esa época coincidirá con el cobro de los recibos de energía más altos). En resumen, no se está cambiando un activo por otro, se está echando mano de Isagén, aun cuando existen otras formas de financiar las 4G para crear una entidad financiera, no para cambiarlo por carreteras, eso es carreta.
Pero es que aunado a lo anterior, el argumento es totalmente anacrónico, porque mientras el presidente afirma que si los colombianos no cuidan el agua, el país sufrirá los efectos del racionamiento o un apagón. Cárdenas quiere convencer que vender a Isagén no afectará la sostenibilidad energética del país, mientras pone al mismo Juan Manuel Santos a pedir cacao a un juez penal de Neiva. Hoy en día la presencia del Estado en la junta de Isagén le permite evaluar las condiciones de rentabilidad de la empresa en términos financieros pero también en valoraciones del bienestar que presta a la gente. Si esa junta es privada, la segunda parte de ese análisis desaparecerá, es decir, si el Gobierno de turno pasa por una crisis similar deberá arrodillarse a los privados para que tengan la gentileza de producir energía para que la gente no se muera en los hospitales, o incluso en que por favor colaboren para poder dar energía a las obras de las 4G que se paralizarán por falta de luz.
Mauricio Cárdenas ha llevado en sí la valiosa cualidad de andar por el barro sin ensuciarse. Basta recordar que fue el autor del proyecto de ley anti contrabando que afectó directamente a los pequeños comerciantes; que es el responsable del paquetazo de Reforma Tributaria que presentará el Gobierno y, por supuesto, el responsable de echarle los santos óleos a Isagén, eso entre otras perlas.
Pd. Esperemos que esta venta no tenga nada que ver con financiaciones de futuras campañas presidenciales.
* Seudónimo del autor