Suicidas del poder (IV)

Suicidas del poder (IV)

La pregunta sobre cómo puede alguien llegar a suprimirse es de siempre y de todas las culturas, es una interrogación que jamás dejará a nadie indiferente. Una mirada

Por: Orlando Solano Bárcenas
agosto 14, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Suicidas del poder (IV)

El asunto es tan importante que ante el hecho de que cada año se quita la vida casi un millón de personas en el mundo (16 por cada 100.000 personas o una muerte cada dos minutos), ha llevado a consagrar el 10 de septiembre como el Día Internacional de la Prevención contra el Suicidio. Sin embargo, el suicidio no es un escándalo, ni una aberración, es simplemente la solución a un problema existencial. Los suicidios de hombres del o con poder son los que tal vez más llaman la atención del gran público. Se destacan los de Sócrates, Cleopatra, Hitler, Allende, Balmaceda, Dorticós, Chibás, Prío Socarrás, Getulio Vargas y Alan García, entre otros (ver: Suicidas del poder I).

En la tarea de crear tipologías de suicidios, y tal vez tratando de tomar el relevo de Durkheim, algunos estudiosos del tema han hecho sus propuestas. Se destaca el esfuerzo del profesor francés Jean Baechler, cuya tipología pretende dar cuenta de las diferentes modalidades de suicidio, como es el caso, por ejemplo, de aquellos cometidos por hombres de o con poder. De ella nos valdremos para la difícil tarea de encuadrar algunos casos que analizaremos (ver: Suicidas del poder II).

En la última entrega estudiamos los casos de varios hombres del o con poder de Cuba, un medio social y político considerado, sobre todo por el exilio, como propenso a la auto supresión de la vida; tacha de la cual se defiende el régimen diciendo que eso no es cierto por ser Cuba un país con altas tasas de necesidades satisfechas, ergo, un pueblo feliz, ajeno a este tipo de conductas antirrevolucionarias sobre todo cuando son realizadas por la dirigencia política. Entre otros, se hizo énfasis en los casos de Fernández Supervielle, Chibás Ribas y Prío Socarras, entre otros (ver: Suicidas del poder III).

Ahora seguiremos estudiando nuevos casos de suicidio de hombres del o con poder de Cuba, siempre con la controversia existente entre los salidos en exilio, quienes afirman que la cubana es una sociedad muy “suicidógena” por razones atinentes al autoritarismo del régimen, y la defensa de este afirmando que las cifras están dentro de los rangos “normales” en comparación con otros países. La controversia es muy ideológica, lo que dificulta el análisis en plena objetividad, como lo vamos a ver en esta entrega. El asunto se asevera de mayor dificultad cuando el investigador se adentra en los diferentes periodos transcurridos desde 1959. En efecto, las tasas de suicidio de hombres del o con poder aumentan, unas veces yendo en la línea de la oposición y en otras en la dirección señalada por el régimen.

Tendencias suicidógenas en la historia de isla de Cuba

Sorprende la variedad de los suicidas y no estaría demás, por ejemplo, traer a colación el caso del padre de la patria cubana, José Martí, suicidio considerado “a medias” por haberse lanzado y muerto en su primer combate dada —como en el caso del cura colombiano Camilo Torres—, su total inexperiencia militar. Le siguen expresidentes, poetas, ministros, comandantes, el capitán del Granma, un hijo de Fidel Castro.

La lista parece ser grande. A veces se han dado casos asimilables a suicidios “colectivos” debido a falsos rumores, como cuando decenas de cubanos fueron masacrados por creer erróneamente que el dictador Machado había sido derrocado y responder este con una represión brutal; igual sucedió en el caso de los estudiantes masacrados por las tropas de Batista cuando trataron de tomarse el Palacio Presidencial; otros observadores agregan la matazón que se dio al momento del casi suicida asalto al cuartel de Moncada; igualmente el caso de Camilo Cienfuegos, empecinado en subir al avión pese a las señales evidentes de tormenta, ha sido visto como un momento de irresponsabilidad suicida; se predica lo mismo de los balseros ahogados en el mar tratando de llegar a Estados Unidos en balsas precarias, camiones acondicionados para “navegar”, neumáticos porosos y decenas de intentos y medios de navegación precarios en demasía (Crónica Jalisco. Francisco Báez Rodríguez. Cuba: los aldabonazos suicidas. 6 de febrero de 2018).

En el ensayo Entre la historia y la nada. Notas sobre una ideología del suicidio, de la obra Mea Cuba (1993), Guillermo Cabrera Infante explora el fenómeno de la autoliquidación en su país, tema en el que incluye a personajes como José Martí o el Ché Guevara —partido hacia Bolivia sin prácticamente posibilidad alguna de salir vivo y sin el impertinente Régis—, entre una larga lista de políticos y víctimas cubanos que han cometido suicidio debido a, en su opinión, la asfixiante atmósfera del “estalinismo con sol” impuesto por el régimen, que ha hecho del suicidio la última ratio, el recurso racional, no solo de protesta sino de expresión política. Posición naturalmente no aceptada por el régimen y mucho menos en la figura-ícono de Ernesto Guevara. ¿Los de Martí y Guevara, de ser consideradas “suicidio” sus motivaciones y actitudes-serían dos suicidios del tipo “agresivo-crimen” (morir, pero, a lo Sansón, llevándose a los filisteos)?; o, ¿dos suicidios del tipo “oblativo-sacrificio” (morir por una causa considerada superior)?

En la misma vía de Cabrera Infante, en el año de 2005 el académico exiliado cubano Louis A. Pérez Jr. publicó en inglés —con la editorial de la Universidad de Carolina del Norte—, su extenso libro Morir en Cuba: suicidio y sociedad (To Die in Cuba: Suicide and Society. Investigación en profundidad a lo largo de los siglos donde se pregunta las causas de por qué en la isla se ha tenido desde siempre la tentación de cometer suicidio, además de la vocación de matarse los cubanos entre ellos mismos. El suicidio, agrega, sea asumido como acto de patriotismo, o sea tenido como una debilidad de carácter, lo cierto es que nunca resulta tan personal como lo pinta el gobierno cubano —y los gobiernos del mundo, en general—, sino que se trata de una reacción radicalmente política, tenga o no tenga un impacto inmediato en la sociedad, o ni siquiera cierta connotación filosófico-existencial. En este sentido, suicidarse es siempre decir no: es negarnos a participar de cualquier sistema, así lo amemos o lo detestemos. Y no hay nada más político —recaba— que sustraernos al despotismo colectivo, sea democracia o dictadura, sea paraíso o infierno. El régimen se defiende diciendo que no es ni dictadura ni infierno, sino un Estado en procura del bienestar de su pueblo.

En 1907 el médico legista Jorge Le Roy Cassá publicó un estudio, titulado ¿Qou Tendimus?, en el que daba a conocer que entre 1890 y los primeros años de la República, se habían suicidado 764 hombres y 355 mujeres de unos dos millones de habitantes luego de terminadas dos guerras, la de independencia y la de los Estados Unidos contra España, seguidas del nacimiento de Cuba como una nación moderna constantemente alterada por tensiones raciales y guerra civiles.

Según Rafael Rojas, en los últimos veinticinco años los cubanos, en casi dos millones, se han marchado del país como han podido —en balsas, camiones flotantes, cajas de correo aéreo, trenes de aterrizaje— y alrededor de 70.000 se han suicidado, también, de las más diversas formas: incinerados, ahorcados, desangrados, apuñalados, atropellados en la carretera, precipitados al vacío o, simplemente, de un tiro en la sien. En el último medio siglo XX, 100.000 cubanos podrían haberse quitado la vida. A principios de los años ochenta, el Ministerio de Salud Pública de la isla dio a conocer que la tasa de suicidio en Cuba había rebasado los 20 por cada 100.000 habitantes. Aquellas cifras revelaban que, en menos de una década, el índice de muertes por esa causa se había duplicado —en 1969 solo morían así 8 entre 100.000— y que Cuba no era uno de los países latinoamericanos donde más personas se mataban al año, sino la nación con más suicidios per cápita del hemisferio occidentalPara el régimen estas cifras son discutibles, por no estar acordes con los grados de desarrollo socioeconómicos alcanzados desde la llegada de la revolución al poder.

A mediados de la década de los años noventa, el índice de suicidios debió estar cercano a los 30 por cada 100.000, manteniendo a Cuba entre las cinco naciones más suicidas del mundo. Tendencia que también caracterizaba a los cubanos de Miami, cuyas tasas de suicidio eran superiores a las de otras comunidades hispanas en Estados Unidos. Son estas cifras las que han dado lugar a un manejo ideológico de parte y parte, siendo la discusión para nada “pacífica”.

Damián Fernández también trata el tema del suicidio en la isla a saber, que, entre cubanos, ese impulso de aniquilación no es atribuible únicamente al establecimiento de un orden comunista en el Caribe, sino a una experiencia traumática de la historia y a un ejercicio patológicamente afectivo de la vida social y política. En todo caso, desde fines del siglo XIX y, sobre todo, desde las primeras décadas del XX, ya los índices de suicidio en Cuba estaban por encima de la mayoría de los países latinoamericanos (Damián Fernández. Cuba and the Politics of Passion). Esta posición le ha servido al régimen para afirmar que el fenómeno del suicidio no ha sido extraño a la historia del país, aún desde los primeros albores de la República.

 El historiador Louis Pérez demuestra que en el caso cubano esa inveterada disposición al suicidio tiene que ver con la historia o, más específicamente, con el devenir político de la isla porque la vocación suicida de los cubanos describe a una ciudadanía atormentada, incapaz de liberar frustraciones históricas, reacia a superar traumas nacionales y demasiado proclive a la experiencia afectiva de los conflictos políticos (El País, Rafael Rojas, Matarse en Cuba).

La tendencia al suicidio de la sociedad cubana se ha dado tanto al “interior” como al “exterior” de Cuba, fenómenos que, desde lo interno y lo externo, dan lugar a mutuas recriminaciones, frente a las cuales el observador debe afinar el sentido crítico. En un primer tiempo estudiaremos los casos al interior de la isla, para luego pasar al análisis del fenómeno en las diferentes tierras a donde ha llegado el exilio.

Suicidios al interior de la isla

Según los expertos son comparativamente abundantes enfrentados con las tasas de suicidio de otros países del mundo, incluidos los del resto de América Latina. Menor, afirman los del régimen, que los que se cometen en el exilio. Tratemos de categorizarlos por profesión, oficio o actividades principales.

Suicidas con sensibilidad artística o literaria del territorio isleño

Estudiantes, poetas, escritores, cineastas y similares se han suicidado unas veces por motivos personales y en otras por toma de posición política, lo que no es de extrañar dentro de un régimen de tendencia de izquierda donde la politización de entidades académicas, artísticas y culturales son de su esencia por aquello del “arte por la clase”, la superestructura reflejo de la infraestructura y demás postulados del marxismo en casi todas sus manifestaciones ideológicas, salvo algunos matices aportados entre otros, por un Antonio Gramsci.

Eliseo Alberto, en una de las crónicas de su libro Dos cubalibres (2005) habla de poetas, escritores y artistas suicidas más recientes. Son ellos:

- Raúl Hernández Novás (1948-1993) poeta y ensayista cubano, considerado un referente en el ámbito literario cubano de los años posteriores a la Revolución, cultor del "barroco contemporáneo". Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas, escribió varios libros de poesía y de algunos ensayos. Se suicidó en su ciudad natal, empleando para ello una antigua pistola de avancarga, heredada de uno de sus bisabuelos. En vida obtuvo varios premios, entre ellos con carácter póstumo, en el año 2000 le fue concedido el Premio de Poesía José Lezama Lima¿Suicidio “escapista-fuga”?

- Ángel Escobar Varela (1957-1997), poeta, narrador y dramaturgo cubano que cometió suicidio por, según analistas de su obra, ser un poeta de la soledad, la tragedia y el dolor. ¿Suicidio “escapista-fuga”?

- Guillermo Rosales (1946-1993) escritor que vivió el drama del intelectual en el exilio, de personalidad esquizoide, con espíritu de anacoreta y literatura vengativa por considerar que el pensamiento es ingratitud, y la vida diabólica en virtud de la teoría y la crítica. Odiaba el exilio con fuerza demoníaca y lo maldijo. Lo acaba el insomnio, del cual culpa al régimen castrista. En su obra   Boarding Home suelta toda su carga revanchista, incluso contra sí mismo. Y, le llegó el suicidio (El canon literario cubano de la diáspora: Guillermo Rosales 19 de abril de 2017). ¿Suicidio “agresivo-venganza”?

-Miguel Collazo Toledo (1936-1999). Narrador y artista plástico cubano, uno de los más interesantes escritores contemporáneos cubanos. En 1999 se quitó la vida, dejando publicada una escasa pero importante obra literaria. Su vida fue difícil, llena de rupturas lo que hizo de él uno de los autores más enigmáticos y atractivos de la literatura cubana porque combina  la ironía, la sátira, el humor, la angustia, la soledad como manifestación de lo sagrado, los desencuentros, la marginalidad, la ternura y el horror, a partir de la mezcla del mundo cotidiano de Cuba con las costumbres inusuales y extrañas de los extraterrestres, la pequeñez del sujeto en el universo y sobre su fragilidad ante la muerte. A partir de los años 90 la obra narrativa de Collazo dio un vuelco: de las historias fantásticas a la dura realidad cubana donde las aspiraciones de los personajes no trascienden las pequeñas ilusiones. En su obra El hilo del ovillo (1998), una novela hiperrealista y alegórica, de atmósfera brumosa, aparece la ensoñación del suicidio. Collazo en toda su producción es calificado por el régimen de la isla como un “contrarrevolucionario” ávido de figurar entre los cubanos del exilio, sin embargo, este tampoco lo admitió en algunas de sus posiciones. ¿Suicidio “escapista-duelo” o suicidio “agresivo-venganza”?

- Belkis Ayón Manso (1967-1999) pintora y profesora cubana, se suicidó el 11 de septiembre de 1999 a los 32 años después de haber legado una importante obra dedicada al estudio de  las sociedades Abakuá. En sus trabajos siempre aparecían mujeres con la boca tapada porque carecían de la posibilidad de insertarse en estas sectas reservadas solo para hombres. Ella explicaba su interés en la religión Abakuá a partir del hecho de que le interesaba cuestionar el espíritu humano que tiene más que ver con la vida que con la religión. “Me interesa sobre todo el cuestionamiento de lo humano, ese sentimiento fugaz, lo espiritual”. ¿Suicidio “agresivo-llamado”?

- Raquel Mendieta, historiadora que también se suicidó, siendo difícil encontrar datos biográficos y estudios sobre su producción académica. Se podría suponer, venciendo el pudor de calificar un acto tan íntimo como lo es el suicidio, ¿que se está en presencia de un suicidio “escapista-fuga”?

- Javier de Varona. El suicidio de este poeta y periodista de Juventud Rebelde mediante un balazo al corazón se dio en 1971. Era miembro de la Microfracción “Alexis de la Guardia”. Acababa de salir de la cárcel, donde había estado bajo investigación por haber participado en la redacción de un análisis sobre la situación financiera nacional a raíz del estruendoso fracaso de la “Zafra de los Diez Millones”, así como de los errores económicos cometidos por la Revolución. ¿Suicidio “escapista-fuga”?

Igualmente, dirigentes estudiantiles, líderes, hombres políticos y opositores que se perpetraron suicidio en el territorio de Cuba han sido algo numerosos, en opinión de algunos analistas del fenómeno, son los casos de los hombres del o con poder.

Suicidios de dirigentes estudiantiles en territorio isleño

- Eduardo Castañeda.  Dirigente estudiantil universitario opositor. ¿Suicidio “agresivo-venganza” contra la represión del régimen?

- Benjamín de la Torre. Se suicidó luego de haber sido reclutado —mejor, clasificado como “homosexual”— para las Unidades Militares de Apoyo a la Población (UMAP). ¿Suicidio “agresivo-venganza” contra la represión del régimen?

- Miguel Rodríguez. Exdirigente de la Juventud Comunista. ¿Suicidio “agresivo-venganza” contra la represión del régimen?

Suicidios de hombres del o con poder en territorio isleño

Líderes, dirigentes, ministros, hombres políticos del régimen y opositores al sistema que cometieron suicidio en el territorio de la isla de Cuba han sido igualmente algo numerosos. Son los casos de los hombres del o con poder que son casi siempre los que más llaman la atención de politólogos, sociólogos, psiquiatras, psicoanalistas y juristas; en general, de los estudiosos de los hechos sociales. Es en este campo de la lucha por el poder donde más aumenta la confrontación ideológica entre el régimen de la isla y la oposición, tanto de la  interna como de la externa; en efecto, para ambos extremos de la controversia la tendencia es, en unos y otros, a aumentar o disminuir cifras según las circunstancias de tiempo, lugar y modo; no sin dejar de remarcar que ella se dio durante la Guerra Fría por la loa al respectivo sistema, occidental y oriental, siendo el Berlín dividido de ese entonces, el gran y trágico teatro de la confrontación ideológica bipolar.

- Alberto Mora.  Este director del Banco de Comercio Exterior se suicidó en 1972 durante el periodo de la integración de la economía cubana al campo socialista; luego fue ministro de Comercio Exterior en varios años de la década de 1970. El acto de suicidio se dio —según el exilio— por no poder soportar la humillación de ser enviado a una granja de castigo, donde lo encontraron muerto con su uniforme militar puesto. Unos meses antes había salido en defensa de su amigo, el poeta Heberto Padilla cuando este fue obligado a hacerse una autocrítica pública en la UNEAC. No hubo reacciones oficiales al suicidio de Mora, pese a haber sido un comandante de la Revolución. El gobierno expidió unos pocos comunicados de prensa. El exilio vio en este suicidio un caso más de represión política. Los intelectuales del mundo vieron un noble y valiente gesto de solidaridad con el poeta Heberto Padilla, en quien los intelectuales del mundo vieron un perseguido por el régimen. ¿Suicidio “agresivo-venganza” contra la represión del régimen?

- Osvaldo Dorticós. Expresidente de Cuba que siendo ministro de Justicia se quitó la vida de un tiro al corazón el 23 de junio de 1983, luego de una fuerte discusión con el jerarca Ramiro Valdés. De 1959 a 1976 había desempeñado el cargo de presidente de la República. Dice el exilio que este suicidio se dio por presión del régimen ante las protestas de Dorticós por las políticas del Mariel y otras fuertes represiones. Pero, ripostan los defensores del gobierno, la decisión de Dorticós obedeció a que era demasiado cobarde, agregando que este dato fue confirmado después por su hijo. Ante la dificultad de la prueba en ambos asertos solo queda la duda de lo que realmente ocurrió. ¿Suicidio “escapista-fuga” en la versión del régimen, a causa del cáncer terminal que lo aquejaba? ¿Suicidio “agresivo-venganza” contra la represión del régimen en protesta por los hechos del Mariel y otras fuertes represiones, según la oposición y el exilio?

- Rodrigo García León. El suicidio de este ministro de Finanzas es difícil de estudiar por ser casi nula la información sobre este personaje. En todo caso la autosupresión de la vida por un alto jerarca de un régimen que considera el suicidio como un acto de “cobardía” o “contrarrevolucionario” porque un revolucionario de verdad solo se suicida para no revelar un secreto que comprometa la Revolución, no deja de ser siempre polémico y digno de ser conocido en detalles. ¿El calificativo dado por el régimen podría hacer suponer que se trató de un suicidio “escapista-fuga”? o, según la oposición y el exilio, de ¿un suicidio “agresivo-venganza”?

- Haydée Santamaría. Asaltante del Cuartel Moncada en 1953, directora de Casa de las Américas y muy cercana a la cúspide del poder se quitó la vida el 26 de julio de 1980. Utilizó su revolver .45 para morir. En ese momento era la presidenta de Casa de las Américas, y gozaba de la confianza del gobierno. El suicidio se produjo durante los festejos por el aniversario del asalto al Cuartel Moncada, evento en el que había jugado un papel muy relevante. Se dice que ella nunca se había recuperado de los sucesos del Moncada, lo que había afectado su   salud. Según el exilio, este suicidio fue minimizado por el régimen quizás para evitar tener que dar explicaciones dado que consideraba este acto una acción poco revolucionaria. Sin embargo, esta posición de la oficialidad dio lugar a especulaciones internas e internacionales dada la calidad de figura para “mostrar” que era esta intelectual. Algunos llegaron a decir que en realidad no se había tratado de un suicidio sino de un acto de despecho como consecuencia del divorcio que le solicitara su esposo, Armando Hart, algo que la llevó a la depresión nerviosa. Solicitud que venía aplazándose desde hacía algún tiempo.

En altas esferas del Gobierno revolucionario —siempre según el exilio— se comentaba que lo que había en el fondo de este asunto no era sino una fuerte discrepancia y enfrentamiento de Haydée con el gobierno por los actos violentos ocurridos durante los sucesos de la embajada del Perú, así como por el éxodo que había sido ordenado por el puerto del Mariel. Al parecer —agregan los opositores al régimen— Santamaría se había opuesto con alguna vehemencia a la política de “la escoria y el lumpen”. Se cree que Haydée había escrito una carta de reproche mostrando un desacuerdo explícito con la desmedida violencia desatada en ese evento por el Estado. También se cree que el gobierno nunca le respondió, ni aceptó discutir tan delicado problema de Estado con ella. A Haydée le reprochó la oposición en el exilio en varias ocasiones y medios tanto internos como externos no haber sido firme en el caso de Camilo Cienfuegos, como tampoco en el affaire Heberto Padilla, ocurrido mientras ella era directora en la Casa de las Américas. Padilla, que anteriormente había ganado el premio de esa institución con su libro de poemas "Fuera del juego", obra que se retiró de circulación después de que salieran de Cuba todos los miembros de aquel jurado, fue preso y torturado en Villa Marista y estuvo bajo constante vigilancia hasta 1980, año en que se autorizó su salida de Cuba. Santamaría, según el exilio y varios medios del extranjero, se mantuvo en silencio durante todo el viacrucis de Heberto, al menos públicamente. El propio Padilla escribió sobre este “silencio” en su libro posterior, "La Mala Memoria". ¿El de Haydée fue un suicidio “escapista-duelo” según el régimen, o, según el exilio, “suicidio-venganza” en protesta de políticas represivas no compartidas?

Se impone registrar que tanto Osvaldo Dorticós como Haydée Santamaría no fueron los únicos que se opusieron a la política del Mariel, puesto que a esta se les sumó Carlos Rafael Rodríguez, quien dijo tajantemente que el éxodo por el Mariel y el manejo dado por el Gobierno, no beneficiaban en nada a la Revolución.

- Augusto Martínez Sánchez. Comandante y Ministro de Defensa Nacional Revolucionario, intentó quitarse la vida —sin conseguirlo— por no haber secundado el juicio (“amañado” en afirmación del exilio) contra unos pilotos rebeldes opuestos a ciertas políticas del régimen. El tribunal revolucionario estuvo presidido por el comandante Manuel Piñeiro Losada, conocido como Barba Roja. En calidad de fiscal de la causa, Augusto Martínez Sánchez se apartó de esta supuesta trama. El 8 de diciembre de 1964, después de sostener en su despacho una angustiosa conversación telefónica con miembros del gobierno, Martínez Sánchez se disparó en el pecho con su pistola. Había sido acusado de corrupción el mes anterior. Quedó vivo, pero fue separado de su nuevo cargo como ministro de Trabajo. Allí terminó para siempre su vida pública. ¿Intento de suicidio “agresivo-venganza”?

- Jorge Enrique Mendoza.  Director del periódico Granma durante muchos años, en 1994 y por razones aún desconocidas, también intentó suicidarse de un disparo. Poco después falleció de un infarto cardíaco. Extraño caso de intento de suicidio en una figura de primer orden en la instauración y fortalecimiento del régimen. Según el exilio, por desencanto y protesta por excesos en la represión. Según el régimen, por actitud contrarrevolucionaria, como lo es el suicidio de uno que se considere tal.

- Melba Hernández, una de las heroínas más relevantes de la Sierra Maestra y figura muy cercana al régimen, igualmente trató de quitarse la vida. ¿Causas? Difíciles de precisar. Llama la atención en una figura casi ícono de la Revolución desde sus inicios.

Al lado de estos “famosos” se han suicidado personas menos mencionadas en los medios, pero, que han tenido algún protagonismo en lo social o lo político. Varios de ellos, según el exilio, muertos por políticas represivas del régimen. Se destacan los casos de:

- Félix Lugerio Pena. Uno de los pilotos y mecánicos de la Fuerza Aérea de Cuba juzgados en Santiago de Cuba el 2 de marzo de 1959. Se le acusaba, junto a sus compañeros de armas, de haber bombardeado en forma indiscriminada a poblados campesinos y a los guerrilleros que operaban en las montañas. El Tribunal Militar estaba presidido por el comandante Pena y como fiscal fungía Antonio Cejas Sánchez, muy fiel con el régimen quien pedía la pena de muerte para los pilotos, y penas de prisión de entre 30 y 20 años para los artilleros y mecánicos respectivamente. Sin embargo, debido a la falta de pruebas, el comandante Pena desestimó los cargos, otorgando la absolución de todos los acusados. Decisión que no satisfizo a las altas esferas de la milicia, ordenando un nuevo juicio que -según la oposición- debía culminar con una ineluctable pena capital por fusilamiento de algunos de los pilotos para ejemplarizar. Camilo Cienfuegos, contrariando tal vez su sentido de la justicia, apareció en televisión manifestando: "Si no condenan a esos criminales, me pego un tiro”. Este juicio fue censurado por supuesto amaño por la opinión internacional dado que se prohibió la presencia de los acusados y los acusadores abusaron del insulto y los fuertes epítetos lanzados contra los abogados defensores, amenazados, empujados, agredidos, y finalmente expulsados de la sala. El 8 de marzo se dio a conocer la sentencia al pueblo de Cuba: Los 19 pilotos y los 10 artilleros fueron condenados a penas de prisión de entre 20 y 30 años, y los 14 mecánicos a dos años de cárcel. Se inició inmediatamente una campaña de desprestigio contra Pena, acusándolo de corrupto. Tres meses más tarde, en junio de 1959, Félix Lugerio Pena, apareció muerto en su casa de un disparo en la cabeza, con el arma en la mano. La dirigencia -a juicio de la oposición- salió muy rápido ante los medios de comunicación para afirmar que Pena “se ha suicidado de vergüenza”. Queda la duda, como en muchos otros casos, sobre si en realidad se trató o no de un suicidio. Trabajando sobre la hipótesis de que sí lo fue, tal vez pudo tratarse de un suicidio “agresivo-venganza”, porque en la tremenda polarización que vive la isla desde 1959 cada suicidio de uno de sus hombres del o con poder hace figura de una venganza contra el sistema, por aquello de que la revolución -casi todas-, devora a sus mejores hijos, de lo cual la francesa de 1789 podría dar fe.

- Raúl Chirino. Excombatiente revolucionario fiel al mencionado comandante Pena, luego de una larga audiencia con miembros del gobierno en el Palacio de la Revolución, regresó a su hogar al parecer en evidente estado depresivo. Al día siguiente, Chirino se suicidó en un dispensario médico. ¿Suicidio “escapista-fuga”? podría decirlo el régimen. Suicidio “agresivo-venganza”, clamaría el exilio.

- Eddy Suñol. Alto mando del Ministerio del Interior, héroe de la Sierra Maestra, unos días después del asunto ya mencionado de los pilotos, se suicidó en su casa con la pistola calibre .45 de dotación, sin que oficialmente se conocieran las razones. Una situación más de duda, interpretada de forma diferente tanto por el exilio como por el régimen. ¿Suicidio “escapista-fuga”? O, diría la oposición, suicidio “agresivo-venganza”. El hecho de no dejar o hacer desaparecer las respectivas notas de suicidio, dificulta mucho hacer el análisis de cada caso.

- Nilsa Espín. Cuñada de Raúl Castro, hermana de Vilma, y para la misma época de los eventos relatados de los pilotos, se disparó en la sien con su pistola calibre .45. Rumores posteriores apuntaron a que se trató -como en los casos de Paul y Laura Lafargue- de un doble suicidio premeditado, porque ese mismo día, en Pinar del Río, se quitó la vida su esposo. Ambos habían combatido en la Sierra Maestra. También se llegó a hablar fuera de Cuba que se trató de diferencias familiares por asuntos relacionados con políticas del régimen. ¿Suicidio “oblativo-pasaje” del corte romántico de Paul y Laura Lafargue-Marx? ¿O, en realidad otro suicidio más del subtipo “agresivo-venganza”? Cuando un régimen condena de principio la decisión individual por excelencia, la del suicidio, corre el riesgo de que cualquiera de ellos pase a ser expresión libertaria.

- Jesús Manuel Suárez Estrada.  Natural de Santa Clara y hombre de confianza del Comité Central del PCC, donde había trabajado largos años, se fue al parque Lenin, y allí se ahorcó colgándose de un árbol. En su juventud había cometido poesía. Nunca se supieron las razones de su suicidio, ni siquiera por parte de la propia familia. Una duda más sobre los motivos de esta decisión que, como otras, ha dado lugar a interpretaciones divergentes entre el exilio y los jerarcas del régimen. En lugar público, ¿a lo bonzo?, ¿demostración pública de rechazo al estado de cosas, o al régimen exponerlo a la vergüenza internacional?

En julio de 1989 y tras el fusilamiento del General Arnaldo Ochoa y de otros oficiales, dos coroneles del Ministerio del Interior decidieron suicidarse, se trata de los casos de Rafael Álvarez Cueto, Jefe de Finanzas, y de Enrique Sicard, Jefe de Inteligencia. Casi nula información sobre estos dos casos, sin embargo, muy llamativos por tratarse de funcionarios del ministerio de la política y con tanta cercanía a un evento tan crítico para la revolución como lo fueron esos fusilamientos.

- Beatriz “Tati” Allende Bussi y Laura Allende Gossens. Dos familiares del sacrificado presidente de Chile, Salvador Allende Gossens, también cometieron suicidio en la isla de Cuba. Se trata de Beatriz “Tati” Allende Bussi, hija y secretaria personal de su padre, y de Laura Allende Gossens, hermana del expresidente. Ambas gozaban de la protección del régimen. Beatriz se quitó la vida de un disparo en su elegante residencia de Miramar, cedida por el gobierno cubano, y Laura lanzándose del piso 16 del Hotel Riviera —según el informe oficial— otros dijeron que desde el piso 18 donde funcionaban oficinas del gobierno. También, afirmaron otras fuentes, que Laura no se había lanzado desde el balcón de su apartamento del Vedado como diría después el informe oficial, que su cuerpo fue llevado hasta allí para desvirtuar la tesis del piso 18. En este juego de versiones, casi siempre guiadas por la ideología de parte y parte de los extremos, resulta muy difícil llegar a la realidad de lo sucedido, lo que se convierte en dificultad adicional para la buena comprensión de un fenómeno ya complejo en grado sumo. La versión oficial que expuso el gobierno cubano del suicidio de Beatriz Allende Gossens fue que “debió sufrir una fuerte depresión, acongojada, apesadumbrada, afligida, sufriendo por la dictadura que padecía su patria”. Beatriz vivía en La Habana desde hacía cuatro años, protegida por el gobierno cubano, después del golpe de Estado acontecido en Chile en septiembre de 1973. Tati, el 11 octubre de 1977 y en su hogar, se quitó la vida mediante un disparo en la sien.

El hecho desató muchas consejas. Según la oposición, el gobierno cubano “dejó correr” una segunda versión de este suicidio, que Beatriz había puesto fin a su vida porque su esposo, el cubano Luis Fernández Oña, funcionario de los cuerpos de seguridad del Estado, se había distanciado de ella para volver con su primera esposa. El propio Fernández Oña hizo algunas declaraciones a la prensa extranjera confirmando esta versión, pero sin entrar en mayores detalles. A esto ripostó la oposición diciendo que ninguna de las dos razones dadas por la oficialidad explicaba el origen del arma de fuego que fuera utilizada por Tati Allende para quitarse la vida, en un país estricto como pocos en el control de armas por personal no autorizado. Hay que tener en cuenta que por la importancia política que tenía Beatriz Allende para el régimen, estaba constantemente vigilada; que, incluso el gobierno había alquilado un apartamento frente a su casa, para ese fin. Según otra versión Beatriz se había separado de su esposo y como quiera que su padre le había ordenado que abandonara el palacio de La Moneda, al comprobar que las tropas rebeldes rodeaban el edificio y amenazaban con disparar sus armas, ella nunca logró superar la falsa sensación de culpabilidad de haber abandonado a su padre en tan dramático momento. En La Habana, ante un affiche donde se veía a Allende esgrimiendo el fusil, Tati lo ratificó: “Cuando salimos tuve un sentimiento de culpabilidad muy grande, aunque comprendía que era inútil. Sabía que no vería nunca más al papá…”. A su padre, en presencia de extraños, lo llamaba así “el papá”.

Fernández Oña había sido destinado por el gobierno cubano en Chile supuestamente para proporcionar información sobre la familia Allende, y sobre el propio presidente. En 1967, durante la Conferencia Tricontinental auspiciada por Cuba, se comenta que Fernández Oña se había acercado a Beatriz para galantearla. En esa conferencia Beatriz acompañaba a su padre, que era a la sazón senador. Allende había perdido ya dos elecciones presidenciales en 1958 y en 1964. Desde ese momento se inició un romance entre Beatriz y el buenmozo Fernández Oña, según miembros de la oposición por las reales posibilidades que tenía el candidato Allende de alcanzar la presidencia de la República. En 1970 Allende gana la presidencia, y Beatriz y Fernández se casan. Este es nombrado encargado de negocios en Santiago de Chile. Al momento del golpe de estado, alrededor de 200 chilenos cercanos a Allende se debieron refugiar en la embajada de Cuba. Al siguiente día, la Junta Militar les otorga salvoconductos, y en un avión repleto, vuelan a la isla, entre ellos Beatriz y su esposo Fernández Oña. Instalados en Cuba en un apartamento concedido por el gobierno, Fernández prosigue su labor dentro del Departamento “América”. Por el lado de Beatriz el gobierno la encarga de organizar a sus compatriotas exiliados, y realizar viajes por el mundo denunciando a la dictadura golpista. La figura de Tati se va difuminando poco a poco y un día la prensa cubana saca una escueta nota sobre su suicidio. Seguidamente Prensa Latina envía un cable breve al resto del mundo, diciendo que el martes 11 de octubre la habían encontrado muerta de un disparo en la sien que se dio ella misma. Tenía solo 33 años y dejaba una niña de cinco años y un niño de cuatro. (La tragedia de la hija revolucionaria de Allende. La periodista y escritora española Margarita Espuña publica una biografía novelada sobre Beatriz Allende, que nunca pudo superar la muerte de su padre el 11 de septiembre de 1973 y acabó suicidándose cuatro años después).

Inmediatamente surgieron preguntas: ¿Quién le proporcionó el arma con la que se disparó en la sien? ¿Estaba realmente deprimida desde el supuesto abandono en que la había dejado Fernández Oña? Incógnitas difícilmente resueltas hasta la fecha, por los motivos expuestos de la lucha ideológica entre extremos recalcitrantes. Lo cierto es que, un año después, el aya de crianza de sus hijos, también chilena, regresa a Chile y declara a una revista de Santiago, que Beatriz había tenido una reunión con el comandante máximo el día anterior a su muerte, de la que había vuelto llorando. También declaró que nunca vio aquella pistola en la casa, hasta el día en que Tati fue encontrada muerta con ella en la mano. Le extrañó igualmente que no se hicieran fotos del escenario del crimen y que se limpiara concienzudamente toda la casa el mismo día. Y el detalle más importante: el agente de la seguridad del Estado que tenía posta frente a la vivienda, la vino a recoger ese día por la mañana para llevarla con los niños “a pasar un día en Soroa”; según la criada, “por orden de Beatriz” que todavía ni siquiera se había levantado. Difícil separar la verdad de los hechos, de la fantasía o mala fe de los ideólogos de parte y parte (El País.Repercusión del suicidio de Beatriz Allende en Latinoamérica 14 de 0ctubre de 1977). La hija de Allende se había separado de su esposo cubano. Su madre y sus otras dos hermanas, Isabel y Carmen Paz, residen, actualmente en México, dónde se exiliaron después del golpe militar. Fue el propio Salvador Allende quien le ordenó que abandonara el palacio de La Moneda, al comprobar que las tropas rebeldes rodeaban el edificio y amenazaban con disparar sus armas. Beatriz Allende, según aseguran sus íntimos, nunca logró superar la falsa sensación de culpabilidad de haber abandonado, a su padre en tan dramático momento (Circuito Sur. Data de suicidados en Cuba comunista a nivel de gobierno. Los raros suicidios de Beatriz Allende hija del que fuera presidente marxista de Chile, Salvador Allende, y de Laura Allende, hermana del también mandatario Allende). Doloroso caso el de Beatriz Allende, la preferida hija de Salvador, brutalmente depuesto por golpe militar cruento. Y, según algunos, como resultado de inoportuno regalo y larga e incómoda estada, estadía o estancia.  ¿Suicidio “oblativo-pasaje” por decepción amorosa o desengaño ante abandono marital? ¿Pero, cabría la pregunta, con dos niños tan pequeñitos? ¿Suicidio “agresivo-venganza” contra políticas del régimen? ¿Suicidio “escapista-duelo” por pérdida física de un ser querido, y espiritual por uno que abandona por otra, unidas estas pérdidas a la sensación de culpa que se cargaría toda la vida por haberse salvado en trágico momento y no haber hecho el último acompañamiento?

- Laura Allende Gossens. El caso de la hermana de Salvador Allende y tía de Beatriz también causa cierta extrañeza. Laura pertenecía al Parlamento chileno, y a diferencia de su sobrina, en el momento del golpe de estado no quiso abandonar Chile. Se mantuvo viviendo en el país durante dos años hasta que la dictadura encabezada por Pinochet la expulsó y tuvo que exiliarse en México. Ella, al igual que otros miembros de la familia Allende, era una marxista convencida, al igual que su hijo Andrés Pascal Allende, fundador en 1965 del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Cuba, que luego pasaría a la clandestinidad después del golpe de estado. De México, Laura Allende viaja a La Habana, y el 23 de mayo de 1981 se lanza (o cae) al vacío desde la habitación del piso 16 del hotel Riviera, aunque algunos medios de prensa no cubanos afirmaron, como ya se dijo, que fue del piso 18. Es cierto que aquella noche Laura había estado en su casa, pero la abandonó después de medianoche para encontrarse con un hombre en el hotel Riviera. Testigos presenciales señalaron que cuando ocurrió la tragedia nadie pudo ver su cuerpo, por estar ya cubierto con una sábana sobre el pavimento, acordonada la zona y despejada de curiosos. La oposición agrega que una hora después, se montó el mismo dispositivo (supuesto cuerpo, sábana y acordonado de la zona) en los bajos de la casa de Laura en el Vedado. Este montaje “paralelo” obedeció -dice el exilio- a la estrategia gubernamental de trasladar los hechos ocurridos en el Riviera a la casa de Laura para desviar la atención del piso 18, donde funcionaba una oficina gubernamental utilizada como apartamento de vacaciones de militares de alta graduación. Se trataba, responde el gobierno, de encaminar la oposición el funesto hecho de suicidio a crimen de Estado.

Laura Allende enfermó de cáncer, y en medio de la clandestinidad, oculta en el Hotel Rivera de La Habana, Cuba, sin posibilidades de trasladarse a otro lugar para recibir un mejor tratamiento, decidió quitarse la vida, el 23 de mayo de 1981. Antes de morir, le dejó una carta de despedida a Fidel Castro.Agrega el exilio, que Laura en esa misiva exalta firmemente al régimen cubano, este, por su lado, ni confirmó ni desmintió. En la nota de suicidio, la finada elogia al comandante supremo, exonerándolo repetidas veces de la decisión de suicidio que va a tomar. La carta —recaba la oposición— estaba escrita a máquina y no estaba firmada por su supuesta autora. Se dejaba así reafirmada la tesis del crimen de Estado. Para abundar, añadían la existencia de una supuesta carta en poder de Patricio de la Guardia, en la cual se daban instrucciones en el sentido de no dejar con vida al presidente chileno luego de su derrocamiento, a fin de llevarlo al martirologio en bien de los movimientos progresistas. A esto añadían que la tenencia de ese documento era el seguro de vida de Patricio de la Guardia para no ser enjuiciado por su supuesta participación en los eventos que comprometían al general de brigada Arnaldo Ochoa. Se especula que el texto de la carta contenía estas líneas: «Esta carta es de despedida, enviada no sólo con afecto, rogándole también me perdone por tomar la trágica determinación en este país tan querido para mí, pero no tengo posibilidades de trasladarme a otro, como podría ser Estados Unidos…Este vaso de amargura no puedo seguir aceptándolo cada día. Además, mi estado físico me impide la clandestinidad. Lo único que quisiera es que algunas veces, allá en la patria, digan: "Laura Allende: presente"» (El País. Laura Allende dejó una carta a Fidel Castro explicando su suicidio., 26 de mayo de 1981).

Según el gobierno cubano, Laura Allende, de 69 años, se quitó la vida por causa de la enfermedad terminal que padecía, y al igual que Beatriz, sufría una fuerte depresión por lo que acontecía en su patria. Cuando Augusto Pinochet permitió la apertura política en Chile para dar paso a la democracia, el cuerpo de Laura Allende Gossens fue trasladado a Chile y sepultado en la tumba de la familia Allende, en el Cementerio General de Santiago de Chile, en mayo de 1988. Vale recordar que Salvador Allende Gossens el presidente de Chile, también murió supuestamente por su propia mano, hecho que de ser cierto demostraría que era sintomática la propensión al suicidio en esa familia; sacando adelante esta teoría, los suicidios de Beatriz y Laura serían hechos propios a una familia con esa fuerte tendencia. A esta trágica cadena hay que agregar el suicidio de Gonzalo Meza Allende, nieto del presidente Salvador Allende e hijo de la senadora socialista Isabel Allende, se suicidó luego de sufrir una prolongada depresión. Meza, de 45 años, se mató luego de «un largo episodio de depresión. El hijo de la parlamentaria había sufrido la muerte de su esposa, Gema Salazar, en agosto de 2009, víctima de una leucemia (CubaDebateSe suicida nieto de Salvador AllendeEn este artículo: ChileObituarioSalvador Allende, 16 diciembre 2010). El de Laura Allende Gossens ¿fue un suicidio “escapista-fuga” ante el dolor ocasionado por un cáncer terminal? O, ¿fue un suicidio “oblativo-pasaje” a un mundo menos lleno de dolor familiar y de decepción por ideales traicionados? Solo el día que se conozca su Nota de suicidio, tal vez surgirá una explicación del hecho o las circunstancias que desataron tan trágica decisión. Los suicidios de Salvador, Laura y Beatriz en todo caso están muy relacionados con Cuba. Del presidente dice el régimen de la isla que murió combatiendo en La Moneda. La Junta Militar de Pinochet dijo que se había suicidado de un disparo hecho con el rifle que el presidente de Cuba le había regalado. El suicidio del presidente Salvador Allende será estudiado en otra Nota Ciudadana, junto al de otro expresidente chileno, Balmaceda.

- Carlos Figueredo Rosales. Es otro caso de suicidio de cubanos con poder. Figueredo Rosales, comandante de la Revolución y miembro del Directorio Revolucionario que asaltó el Palacio Presidencial y la emisora Radio Reloj en La Habana, quien el 26 de marzo de 2009 se pegó un tiro en su residencia en la capital, a los 72 años. No se publicó nada al respecto en la prensa oficial, tendencia del régimen a ocultar los hechos de suicidio, en opinión reiterada de la oposición. Difícil tratar de entender esta decisión de autoaniquilamiento de un alto jerarca del régimen, sin conocer por lo menos una Nota que la explique.

- Romérico Berenguer. En junio de 2013, en La Habana, un periodista independiente reportaba el suicidio del excapitán de la policía Romérico Berenguer, de 69 años, quien se ahorcó en su hogar de Santos Suárez. El móvil habría sido que después de cuatro décadas de servicio en el Ministerio del Interior, lo retiraron con 211 pesos mensuales (9 dólares), que posteriormente le aumentaron a 300 pesos (12 dólares). El periodista terminaba su nota en Cubanet aclarando que, en menos de un año, en esa misma cuadra, habían ocurrido tres suicidios más, todos de hombres mayores de 60 años. ¿Suicidio “escapista-duelo” frente al sufrimiento por negación de los méritos y derechos adquiridos? O, ¿Suicidio “oblativo-pasaje” a un mundo menos desagradecido y mezquino que el medio en que se vive actualmente bajo la humillación por los aprovechados de siempre?

- Olga Andreu. El 7 de mayo de 1988, salta al vacío desde el balcón de su apartamento en el sexto piso del Edificio Chibás (¡). Ella significó mucho para una parte de la intelectualidad cubana en la década de los 70, en especial para Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante y Silvio Rodríguez. Estuvo casada con Tomás Gutiérrez Alea y fruto de esa relación nació su hija Natalia, que en el año 1980 abandonó la isla por el Mariel. También mantuvo una relación con Calvert Casey; pero, la rodeaba la soledad. Perdió el cargo en la Biblioteca Nacional cuando exhibió en una de las vitrinas de la biblioteca la novela de Guillermo Cabrera Infante, “Tres tristes tigres”. En ese instante, comenzó el declive de Olga. Haydée Santamaria, consiguió para ella un trabajo en Teatro Estudio como productora, puesto que aceptó con suma desconfianza y desagrado por sentirse maltratada. Años después, la decisión de su hija de querer abandonar Cuba sumió a Olga en una profunda depresión de la que ya no pudo salir. Tres años después a la marcha de Natalia, tuvo la oportunidad de ir a visitarla y algunos amigos la invitaron a quedarse con su hija, pero ella renunció a hacerlo por la amistad que le unía a Haydée Santamaria (Montse Ordóñez. Blog. De La Habana al cielo, La memoria del silencio. Olga Andreu, 12 de noviembre de 2015). Al parecer, el régimen se defendió diciendo que Haydée ni la abandonó ni la dejó en la inopia. ¿Suicidio “escapista-duelo” por pérdida de un ser querido? O, ¿suicidio “agresivo-llamado” dirigido al grupo en procura de apoyo ante bulling laboral?

- Ladislao Onelio Pino Izquierdo (1912- 1969) combatiente revolucionario cubano, fue el piloto del yate Granma. Se graduó de la Academia Naval del Mariel, de oficial de la Marina de Guerra Cubana. Tras el golpe de Estado de 1952 se opuso al régimen de Fulgencio Batista, por lo que fue expulsado de la institución. En México se enrola en los preparativos de la expedición armada organizada por Fidel Castro, zarpando de Tuxpan al frente de la tripulación del yate “Granma”. Después del combate de Alegría de Pío logró evadir la persecución del ejército de la dictadura saliendo clandestinamente del país algún tiempo después y regresando a Cuba con el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959. Posteriormente fue nombrado jefe de la Flota de Navegación Mambisa. Onelio Pino, el mítico capitán del yate Gramma, emblema de la Revolución, se quitó la vida inhalando monóxido de carbono en el garaje de su vivienda. ¿Suicidio “escapista-castigo” como expiación por haber ayudado a instaurar al régimen que ahora le persigue?

En la presente nota hemos estudiado nuevos casos de suicidio de hombres cubanos del o con poder habitando la isla, siempre teniendo cuidado de no caer en los extremos de la controversia mencionada, por ideológica; y, de no caer en las prenociones y prejuicios esgrimidos por ambas partes.  Sin embargo, hay un hecho cuyas características llaman la atención del observador y es que, desde los cambios políticos y sociales dados a partir de 1959, las tasas de suicidio generales y las cifras de los suicidios de hombres del o con poder han aumentado tanto en el exterior como en el interior, quedando las partes de la controversia con razón y… sin ella.

Con dos frases se podría resumir el conflicto de interpretaciones del suicidio de los dos extremos de la sociedad cubana. Por el lado del exilio, con una sentencia de Arthur Schopenhauer que reza: "Cuando los terrores de la vida sobrepasan al terror de la muerte, el hombre pone fin a sus días". Y, por el lado del régimen: “Patria o muerte. Los suicidas no tienen espacio en el panteón de la patria". Complementada con esta otra del comandante Juan Almeida, "Por principio, los revolucionarios no aceptamos la decisión del suicidio. La vida de los revolucionarios pertenece a la causa de la Revolución y al pueblo". ¿Es esto último verdad? O, ¿acaso la vida del suicida no es propiedad sino solo de él mismo, del propio suicida?

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