¿Sufre el médico al ejercer su profesión? Por supuesto que sí. Somos unos maestros en negarlo, ocultarlo, transmutarlo, en fin, distraernos de él para no vivir esas emociones que nos unen al paciente. “No sería profesional”, dirían algunos colegas siguiendo las viejas enseñanzas de no involucrarse psicológicamente con el enfermo. Pero la realidad es que existe un sufrimiento cotidiano. ¿Qué médico no sufre al no encontrar con certeza un diagnóstico? O al ver la evolución negativa de la enfermedad de su paciente. O al mirar los rostros compungidos de los familiares. O al ver en su interior su propia impotencia ante ciertos casos. ¿Cómo no vibrar emocionalmente con ese ser que se acerca a nosotros en búsqueda de ayuda, de alivio?
El sufrimiento del médico existe en la interacción de dos seres humanos: médico y paciente. Interacción que conlleva dos partes esenciales, la científica y la humana. La técnica y el arte. El sufrimiento del médico sucede en la resonancia de emociones al ver el declive de una persona, así sea temporal. La enfermedad nos repliega de nuestro normal actuar, allí reside gran parte del sufrimiento del paciente, en el no poder hacer su actividad habitual, aquella que ama. No poder expresar el amor plenamente —debido a la enfermedad— es lo que nos hace sufrir a los seres humanos, cuando enfermamos.
El sufrimiento del médico saca de sí, todo su potencial, energía y creatividad para ayudarle a restaurar la vitalidad al paciente, envuelta en amor. Así transmuta el médico su propio sufrimiento. Así lo vuelve un don. El sufrimiento se ha constituido en empatía, en compasión. Finalmente este sufrimiento puede volcarse en alegría, al ver la finalidad de su profesión vuelta una realidad tangible. La sonrisa de gratitud en la persona acompañada.
En el concepto de que el médico es quien cura, reside otra gran parte del sufrimiento personal.
El paradigma y la carga impuesta por la sociedad sobre el médico
de “curar” a las personas está viciado de base
Tal vez en el concepto de que el médico es quien cura, reside otra gran parte del sufrimiento personal. El paradigma y la carga impuesta por la sociedad sobre el médico de “curar” a las personas está viciado de base. El médico no cura, en el sentido estricto de la palabra. Lo hacen el propio paciente y la naturaleza. Sí, bajo el acompañamiento, guía y dirección del médico, pero muchas veces sin ella también. Cambiarían las cosas si aprendiéramos más sobre el mantenimiento de la salud, tal como lo he mencionado ya en otras columnas. O aceptáramos plenamente a la enfermedad, como etapas de la vida. El sufrimiento sería seguramente mucho menor, tanto para el enfermo como para su médico.
El médico —en su función actual— es solo un instrumento que la vida pone a disposición de las personas para ser utilizado de la mejor manera posible en pos del restablecimiento del bienestar, cuando este se ha perdido.
Un sufrimiento más. El sufrimiento del médico al ser engañado por su paciente, cuando le oculta la verdad, cuando finge, cuando simula lo que no es, cuando miente con total descaro. Todo en busca de beneficios personales que sobrepasan lo sagrado del acto médico. Traiciona al médico en lo más íntimo, en su relación. Es lo peor. Desvirtúa todo significado. Difícil el perdón en este contexto. Difícil confrontarlo. Difícil evitarlo. Es parte de la naturaleza humana, llegar a comprenderlo lleva tiempo.
Otros sufrimientos del médico, como aquellos impuestos por un sistema comercial del ejercicio profesional, no son tenor de esta columna. Tampoco son para dejarlos del todo entre el tintero. Como tampoco el sufrimiento impuesto al médico por un muy mal uso del sistema legal. Aquí en parte somos los médicos responsables por dejarnos imponer condiciones inhumanas en nuestra misión, en lo que es nuestro aporte a la sociedad. Quedan estos temas a la reflexión personal de médicos, administradores y abogados.
Sufrir es inherente al acto médico, diría que incluso nos hace ser mejores médicos.