Para hoy queremos discernir un poco sobre el medio ambiente y, específicamente, sobre la política extractiva y el fracking. Fuera de crispar la sensibilidad de los pobladores de esta pequeña parroquia, con la idea sinigual y brillante de “estudiar los beneficios del fracking para nuestra economía petrolera” se ha creado todo un ambiente de temor y de miedo frente a esa posibilidad en Colombia.
Se quiere con esa rotura profunda de rocas que retienen el petróleo extraerlo para aumentar la producción de hidrocarburos por la necesidad urgente de buscar por todas partes, hasta en el alma de las rocas, los recursos fiscales para que el gobierno y el país “progresen”. Con esto, se podría prolongar unos años la explotación y la suficiencia de las reservas, ya que sabemos que es un recurso que ya es escaso. En otras palabras, es exprimir y escurrir el ripio para sudar más petróleo.
Como siempre, los políticos y los gobernantes, que poco saben de estas cosas tan profundas, nombran un comité de expertos ambientalistas, hidrólogos, geólogos, ingenieros civiles y biólogos, nacionales e internacionales para que decidan si el agua caliente quema. Un comité de sabios criollos que, de pronto, sabrán esculcar profundidades dialécticas para encontrar petróleo, en donde la mayoría de sabios y académicos solo hallan riesgos y daños.
Ese tema ya ha sido extensamente estudiado y se han encontrado destrozos y perjuicios, tanto a la naturaleza como a los seres vivos. La Sociedad Médica de Massachusetts, según lo informa la revista Semana, reporta que “el 75% de las sustancias químicas que emplea son tóxicas y más de la mitad pueden causar graves daños al cerebro y otros órganos, y afectar los sistemas vitales, incluyendo el riesgo de generar diversas formas de cáncer y mutaciones genéticas”. En personas, en gente, en pueblos, en campesinos, en usted o en mí. Y en los animales (no ellos), sino la fauna tan abundante y tan amenazada que hay en las zonas en donde se aplicará esta monstruosidad.
Y continúa: “Su aplicación ha generado en todo el mundo grandes preocupaciones por sus impactos sobre la salud humana, las aguas subterráneas y superficiales y el aire, al igual que por su efecto negativo sobre las formas de vida y los deseos de los habitantes de los territorios donde se aplica”. Pero no. Aquí no oyen razones científicas. No oyen consejos. No les prestan atención a las comunidades. No les importan los daños a la naturaleza ni a las personas. Caso glifosato, que ahora nos lo quieren embutir pasito y sin vaselina, en pequeñas dosis y con drones…
Es la estupidez de los sordos. Haciéndose los de las gafas. Con poses de “usted no sabe quién soy yo”. Con desprecio de todo lo terreno. Lo importante es el dinero. La plata, el billo, el parné. Para llevarlo a los paraísos fiscales, previa repartija entre nos los corrompidos. Los salvadores de la economía. Del libre cambio, de la libre empresa. A costa del futuro del mundo. Al fin, el teólogo del cambio climático ha dicho que ese tal cambio no existe y ¡ya!