El neoliberalismo ha generado muchos debates en América Latina y, según los expertos, ha influido importantemente en la historia económica, política y social reciente de nuestro continente y de gran parte del planeta. Para entender mejor este complejo concepto, decidí hacerle algunas preguntas al sociólogo e investigador mexicano Fernando Escalante Gonzalbo, catedrático del Colegio de México.
Santiago Ospina: Hace unos días en Colombia una joven llamada Isabella Wills insultó a través de sus redes sociales a maestros que estaban manifestando en Bogotá. Esta mujer dijo que los profesores “son unos estúpidos, que seguro no tienen nada más que hacer, que deberían dejar de marchar para exigir derechos y privilegios del Estado”, tras lo cual se generó una gran polémica en el país. En una entrevista en W Radio, otra joven llamada Dalia Cely defendió a Wills. El discurso de ambas jóvenes me hizo pensar en algo que usted expone en su libro: el principal rasgo del nuevo orden mundial dictado por el neoliberalismo es la distinción entre exitosos y fracasados, y la medida para medir quiénes son los unos y los otros es, claro está, el dinero. Dice usted que para el neoliberalismo, los ganadores, los que han tenido éxito, se lo merecen porque se han esforzado. Implícitamente, también los perdedores se merecen lo que tienen: son fracasados, y siempre hay que sospechar que no hayan hecho lo suficiente. El mercado ofrece recompensas a quienes aceptan los riesgos y trabajan. Su gran virtud consiste, pues, en enseñar a la gente a esforzarse. Me gustaría saber qué opina de los argumentos de las ciudadanas colombianas Isabella Wills y Dalia Cely.
Fernando Escalante Gonzalbo: Escenas muy parecidas las hemos visto en México en las últimas décadas. Manifestaciones similares, por motivos muy similares, y reacciones de indignación. Obviamente, las críticas son sobre todo producto de la ignorancia y no tienen mayor interés en sí mismas. En México hemos visto eso mismo con mucha frecuencia, no solo en las redes sociales, sino en la prensa diaria: el modo como se representa en particular a los maestros de educación básica y media, los que con más frecuencia organizan manifestaciones semejantes, es con frecuencia indignante. Y sí, en buena medida eso es producto de la naturalización de la mirada que sin mucha exageración podríamos llamar “neoliberal”. En el texto de mi conferencia titulada Senderos que se bifurcan. Neoliberalismo y democracia, que está en mi página personal, elaboro un poco más el argumento. Es muy simple: el mercado produce desigualdad, inevitablemente; y, de hecho, la defensa del mercado es la defensa de la desigualdad; el mercado premia a unos, los mejores, y castiga a otros, por eso produce un resultado más eficiente. Por lo tanto, la defensa del mercado tiene que ser la defensa de la desigualdad, que permite un resultado más eficiente, y que es moralmente justa. El corolario de la defensa del mercado es que quienes más tienen, es porque tienen más méritos, y viceversa: quienes menos tienen, es porque merecen menos. De ese núcleo de argumentación derivan posturas como las de las dos ciudadanas colombianas. No tiene mucho misterio. El neoliberalismo no ha creado la desigualdad de nuestras sociedades ni el lenguaje clasista, ni la discriminación. Sí ha contribuido a dar respetabilidad a determinados argumentos que en otro tiempo hubiesen parecido inaceptables. Y eso habrá influido algo en el deterioro del tejido social. Pero yo no exageraría su importancia.
SO: Precisamente, en su libro usted sostiene que el programa neoliberal depende de que en última instancia se pueda afirmar que el mercado es justo. Según usted, en eso se distingue claramente el nuevo orden de la cultura que dominó la mayor parte del siglo veinte, siempre más proclive a pensar en términos de responsabilidad colectiva. ¿Por qué en Europa, y sobre todo en Francia, donde vivo, el neoliberalismo aún no logrado destruir totalmente el tejido social y la solidaridad?
FEG: La pregunta amerita una tesis. Fundamentalmente, el sistema de seguridad social era mucho más sólido, más extenso, dependía de él mucha más gente. Era más difícil desmantelarlo. Y, por otra parte, hay una densa trama de reglas para defender la forma de vida de barrios, de pequeñas localidades, que genera un sentimiento de pertenencia que puede cruzar las diferencias de clase.
SO: Entonces, por razones históricas y culturales, Francia ha logrado ralentizar el proceso de “neoliberalización” que empezó de lleno en los años 70 en Chile y que se extendió en Europa a partir de la Inglaterra de Thatcher. Sin embargo, me pregunto si todos los continentes y todos los países del mundo sucumbirán, tarde o temprano, ante la cultura del neoliberalismo. ¿La “caída” de Francia es simplemente una cuestión de tiempo?
FEG: No pienso que haya nada ineluctable en la historia de las sociedades humanas. El neoliberalismo se impuso globalmente a partir de mediados de los setenta, porque la crisis era global, porque se había generalizado el modelo keynesiano, con algunos defectos estructurales, y parecía no haber otra salida. Pero, además, porque contribuyeron el FMI y el BM, como se ha documentado abundantemente. Eso, y la caída del sistema socialista. A la distancia, es obvio que las promesas del programa no se cumplieron. [La crisis de] 2008 solo lo pone de manifiesto de manera inocultable, y global. Es todo. No creo que Francia vaya hacia el neoliberalismo, aunque algunas de las soluciones que hoy se proponen van en ese sentido. Pero tampoco creo que la supervivencia de las formas de Estado de bienestar y de economía keynesiana sean garantía de que de ahí pueda surgir algo nuevo. Si hubiera que resumirlo mucho, diría que para pensar una alternativa al neoliberalismo es necesario pensar de nuevo lo público, dar una nueva estructura, un nuevo contenido, un nuevo sentido a lo público; y para eso podría ser un estorbo la existencia de las formas corporativas con que se configuró lo público en la segunda mitad del siglo XX, tal como existen todavía en Francia.
SO: Volviendo a México, ¿cómo se posiciona Andrés Manuel López Obrador en cuanto a temas como la educación, las asociaciones civiles, la cultura y la salud?
FEG: La política del presidente López Obrador es fundamentalmente neoliberal. En lo que se refiere a estructura económica: autonomía de Banco de México, equilibrio fiscal, tratado de libre comercio, y una política de austeridad verdaderamente drástica, que está mermando las capacidades técnicas y administrativas del Estado. Por sistema, está eliminando todas las mediaciones institucionales de la política social, y desde luego cualquier clase de subsidio a organizaciones civiles, para sustituir todo eso por un sistema de reparto en efectivo, con un argumento de impecable estirpe neoliberal: la gente sabe en qué quiere gastar el dinero, no necesita tutores. Así se ha suprimido todo apoyo a guarderías, comedores populares, refugios para mujeres maltratadas, y se ha sustituido por reparto de efectivo, con el argumento de que la gente escogerá la mejor guardería, el mejor sitio para comer, y decidirá cómo gastar, y el resultado será más eficiente.
SO: En la última parte de su libro usted sostiene que el experimento del neoliberalismo fracasó y que hay que imaginar una salida, como se ha hecho siempre, como se hizo en Europa en la primera mitad del siglo XX. ¿Qué opina de la solución que imaginó Hugo Chávez en Venezuela hace 20 años?
FEG: Sobre Venezuela no creo que haya mucho que decir: el chavismo se explica por el movimiento de los precios internacionales del petróleo (el auge y la caída del chavismo). No veo mucho más.
SO: En lo referente a América Latina, me pregunto si América Latina volverá algún día a ser lo que fue antes, cuando las sociedades en algún momento de su historia reciente llegaron a pensarse en términos de responsabilidad colectiva.
FEG: Desde luego, no preveo ningún regreso a nada. En todo caso, habrá que inventar nuevas formas de pensar las naciones, de pensar lo público, la economía, la responsabilidad del Estado. Pero todavía estamos muy lejos de eso.
SO: Para terminar, quería preguntarle si entre 2016 (fecha de publicación de su libro) y 2019 ha visto algún cambio o evolución en el orden económico y político mundial.
FEG: Desde 2016 he visto el ascenso del nacionalismo en casi todas partes, el ascenso de un bonapartismo bastante hueco, de soluciones improvisadas, y la búsqueda de chivos expiatorios. O sea, un retorno a los más desagradables reflejos de los tiempos de crisis.