Recuerdo bien que, cuando empecé mis estudios de Derecho, a mediados de 1991, en las facultades se vivía un momento de gran emoción acerca de la nueva Carta Magna, especialmente alrededor de la Acción de Tutela. El robusto capítulo de derechos fundamentales de la nueva Carta Política no iba a ser, como lo era en la Constitución de 1886, un etéreo texto de interpretación y se convertiría en letra viva y en un marco de protección de la dignidad humana y de construcción de una sociedad más justa.
Más allá de los avances que ha significado la tutela, quiero traer a esta columna dos conceptos, asimetría y subordinación, surgidos en la jurisprudencia de la Corte Constitucional, los cuales considero fundamentales para la comprensión de un tema complejo y urgente: el acoso sexual. Asunto que en los últimos días ha tenido gran cubrimiento.
Al decidir sobre una tutela interpuesta por un ciudadano en contra, no del Estado sino de otro ciudadano, la Corte Constitucional concluyó que, a pesar de que los miembros de una sociedad somos todos iguales ante la ley, se presentan múltiples expresiones de relaciones asimétricas y de subordinación en las cuales, por cuestiones laborales, económicas, sociales o de jerarquía (familiar, religiosa o política), unos ciudadanos ejercen poder sobre otros en diferentes aspectos de su vida. La Corte ha reconocido que es deber del Estado proteger, contra cualquier abuso y con todas las herramientas a su disposición, a quienes están expuestos a este tipo de poderes.
Desde los conceptos de asimetría y subordinación
empezamos a entender el tema del acoso
y especialmente del acoso sexual
Es precisamente desde los conceptos de asimetría y subordinación que empezamos a entender el tema del acoso y especialmente del acoso sexual. El poderoso empresario del entretenimiento Harvey Weinstein (sus películas han recibido más de 300 nominaciones al Oscar) decidió que su dinero, su poder en Hollywood y su condición de jefe le daba el “derecho” a sugerir, pedir u ordenar tener sexo con él a las mujeres, que trabajaban en sus empresas y películas o querían hacerlo. Su “oferta”: deme lo que pido y triunfe o pierda su trabajo y todas las oportunidades presentes y futuras en el mundo del cine.
La asimetría y la subordinación permiten que se limite la libertad y puede poner a quienes se encuentran en esas situaciones en verdaderos estados de vulnerabilidad. El acosador conoce esto y se aprovecha para intentar satisfacer sus deseos sexuales. A diferencia del abuso y la violación, donde hay violencia verbal y física, en el acoso generalmente hay frases sutiles, encuentros “coincidenciales”, piropos y reconocimientos acompañados de amenazas veladas. Con estas armas se busca doblegar la voluntad de las víctimas situándolas en condición de objeto sexual. Los jefes con sus subordinados: “Estás muy linda hoy ¿porqué no te quedas después de las 6 y avanzamos en el proyecto?” “Ven acá y me das un masajito que ando un poco estresado.” “Hay una oportunidad en el equipo directivo, pero solo llegará quien esté dispuesto a darlo todo por esta compañía. Piénsalo y me cuentas.” El profesor con la alumna: “Yo se que necesita esa nota niña, pero simplemente no le dio. Dígame usted qué hacemos.” El policía con la modelo: “Pues usted verá, tenemos todas las pruebas para probar que usted cometió ese delito, o más bien miramos como arreglamos.”
En el caso de Weinstein hablamos de un hombre millonario, exitoso en su negocio y con gran influencia en su entorno. Esa condición le sirvió para acosar desde actrices reconocidas como Angelina Jolie y Gwyneth Paltrow hasta las jóvenes practicantes que llegaban a sus empresas. En la mayor parte de los casos no es necesario ni el poder desmedido, ni millones de dólares para configurar la asimetría y la subordinación. El acoso, a diferencia del abuso y la violación, no es considerado por muchos como algo grave (“está siendo querido”) y, como mucha veces los testigos del mismo también están subordinados al acosador, es normal que el silencio generalizado y sostenido permita que patrones de acoso se extiendan por muchos años.
¿Cuántas mujeres han llevado su angustia
en silencio durante años y años?
¿Cuántas han abandonado sus trabajos por no aguantarse un jefe acosador?
¿Cuántas mujeres (no solo mujeres pero si mayoritariamente) han llevado su angustia en silencio durante años y años? ¿Cuántas han abandonado sus trabajos o profesiones por no aguantarse un jefe acosador? ¿Cuántos traumas han salido de la constante presión que acompaña un proceso de acoso? ¿Qué porcentaje de casos de acoso termina en abuso?
El país ha avanzado en temas de legislación y penalización de conductas consideradas acoso sexual. Tanto la normatividad laboral (Ley 1010 de 2006) como el Código Penal (Art. 210-a) describen y castigan acciones de persecución y hostigamiento con fines sexuales cuando existe subordinación y asimetría. El problema de fondo, tal como pasa con la corrupción y el clientelismo y muchos otros males en nuestra sociedad, desafortunadamente no se soluciona exclusiva ni prioritariamente con leyes. La cultura machista, la cosificación de la mujer, la exaltación del hombre que no acepta ni entiende un no y el inmenso desbalance de género aún presente en los cargos directivos en casi todos los sectores de la sociedad propician y protegen el acoso. Hacen falta muchas denuncias y narraciones para poder entender la magnitud de la escena, pero la verdadera subordinación es con un imaginario arraigado y resistente y ahí no hay tutela que valga.
