Entre todas las cosas cuidadas, cuide su voto, no lo bote. Use la inteligencia electoral. Es una obligación democrática ser un elector ético, consciente y con memoria.
A la clase política tradicional tenemos que darle el castigo social y político que se merece, no eligiendo a ninguno de los candidatos que representan sus intereses corrompidos. Para sufragar tenga presente que los corruptos se roban 50 billones de pesos al año, una cifra cercana al 4% del PIB colombiano, es decir, más del doble del monto destinado para la salud y más de cuatro veces el presupuesto asignado para la atención a las víctimas en el 2017.
Es inadmisible que los corruptos saquen la mejor tajada del presupuesto nacional, en tanto que la suma fijada en el 2017 para educación fue de $33,5 billones; para defensa, $29,5 billones; para salud, $21,4 billones; para la atención a víctimas, $12 billones. A juzgar por lo que hablan las cifras, a las víctimas les corresponde lo más parecido a la chichigua del presupuesto nacional.
Al votar tenga a la vista que Colombia es el país de América Latina que menos invierte en educación, como lo garantiza un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde). Todos los países de la región invierten una cantidad promedio de 10.182 dólares al año por estudiante, mientras que Colombia tan solo coloca 3.245 dólares por estudiante al año. Es apenas obvio que las élites que están en el poder prefieren a una población de embrutecidos. La idea principal es pulverizar de una u otra forma la crítica, el análisis y el pensamiento diferente.
Hagamos memoria: a Colombia la han gobernado las mismas familias, los mismos apellidos, los ladrones de siempre. Por eso, no eche en saco roto su elección. Tenga en cuenta que los politiqueros han privatizado casi todo. Son ellos los ladrones de la nación.
No venda su voto, ni lo cambie por un tamal, porque eso está mal: es antidemocrático, se mancha de corrupción y está consintiendo las malas prácticas.
Lo mejor es ejercitar la ética electoral. Si elige a los corruptos, se transforma en su favorecedor, de cierto modo. Ellos se convierten en sus representantes. Cabe señalar la verdad de Perogrullo de que democracia no es solo acudir a las urnas cada cuatro años. La democracia, a mi juicio, tiene que servir como proceso formador de una base popular organizada, de educación política, generar más espacios de participación ciudadana, crear bienestar general, además de funcionar como el sistema que suministra las condiciones de existencia decente.
Esta es la hora exacta de probar una propuesta diferente de país. Hay que ensayar una alternativa sintonizada con la paz integral, la tolerancia política y la apertura democrática. Ya se conocen todas las maneras de ningunearnos. Ahora solo resta experimentar todo lo contrario: desandar el camino de los odios y la revancha. Ahora nos toca tolerarnos. Cuando vaya a elegir, dese una palmada en la frente. Tenga en cuenta la pésima atención de la salud pública. Recuerde que los corruptos nos atracan casi un billón de pesos por semana. Toda esa plata sale de su bolsillo y del de nadie más.
Encomiéndele a su memoria cuánto nos cuesta el coscorrón de la corrupción. Con ese dinero se podría hacer una y otra y otra vez el tan anhelado metro de Bogotá. No bote el voto, ni se unte de corrupción. Vote no a la corrupción radical. Diga no más corrupción.