Cuando sus profesores le veían la cabeza creían que el pequeño Gabriel tenía un corte de pelo ridículo, extraño. Luego, si te acercabas, podrías saber la verdad: no era un corte de pelo, eran pequeñas quemaduras producidas por quemaduras de cigarrillo. Si, el niño estaba lleno de hematomas, de pequeños golpes en todo el cuerpo. No había un solo lugar de su piel que no estuviera magullado.
Durante ocho meses, cuando Pearl Fernández le quitó a sus abuelos la custodia del niño y lo fue a llevar a su casa no por amor sino para recibir los 700 dólares mensuales que el estado le daba para mantenerlo. En su casa vivía el diablo, Isauro Aguirre, un vigilante con el que ella tenía una relación, que medía 1.90 y pesaba 130 kilos y aún así se le paraba encima al niño hasta aplastarle las costillas, le daban a comer mierda de gato revuelta con arena, le gritaban gay, le decían todas las groserías posibles, lo metían en una caja para que durmiera ahí, amarrado y amordazado. Era un infierno y el pequeño Gabriel no tenía a quien decirle que sufría.
Los trabajadores sociales no hicieron nada, nadie hizo nada, ni siquiera el estado. ¿Acaso porque era latino? ¿Acaso porque en Los Angeles los únicos ciudadanos que tienen derecho son los blancos anglosajones, las estrellas de cine? Una vez la golpiza fue tan impresionante que le desprendió el cráneo. La propia mamá del niño llamó a emergencias. Se veía fría, preocupada por sus otros hijos. Los paramédicos lo encontraron con el pulso débil pero aún vivo, no podían ver el cuerpo magullado, destruido, como Jesucristo después del Golgota. La excusa que dio Isauro no convenció a nadie: el niño se había caído mientras jugaba con uno de sus hermanitos. Además decía que el niño era torpe, era imbécil y era gay. Trataron de reanimar a Gabriel pero no se pudo hacer nada. Tenía ocho años y moría por una golpiza de sus padres. El horror no lo entendía nadie.
Hoy en día Isauro Aguirre espera pena de muerte, su esposa, Pearl está condenada a cadena perpetua y los trabajadores sociales que no hicieron nada porque estaban muy ocupados o porque no les importó, pagan penas de más de cinco años de cárcel. El caso completo se puede ver en la docu serie de Netflix.