Según, Cayo Julio César, aquel varón ilustre que logró conquistar las Galias, “el César debe ser una bestia sin corazón”, refiriéndose así a todas las medidas que el dictador debe tomar para estar en el poder. Sin duda, sabía muy bien que el trono del mando exige mucha templanza, hasta para castigar los errores de los más cercanos y leales. Al fin al cabo era un dictador, y los dictadores obran por que sí o porque no, así lo ha demostrado en demasiadas oportunidades, según veo, la historia de este mundo de pocas certezas.
Esa bestia sin corazón la encarna excelentemente Gustavo Petro, un animal político que, en calidad de cuadragésimo segundo presidente de la República de Colombia, cree saber qué funcionarios tienen que estar lejos de su gabinete. Eso explica por qué despidió a María Isabel Urrutia, exministra de deportes, y a Patricia Ariza, exministra de cultura, la cuota femenina que después de Francia Márquez, Carolina Corcho e Irene Vélez lo acompañaron a muerte en su campaña. Recuerde usted, amigo lector, que Alejandro Gaviria, exministro de educación, presentó su renuncia, sabiendo realmente lo que podía pasar con él.
Los que conocen al presidente, realmente los que han trabajado con él, dicen que es una persona difícil, egocéntrica, bastante compleja, en fin, impredecible. No es un hombre de aceptar concejos, ni mucho menos reconoce sus errores, por el contrario, hace lo que le dicta el poder que se ha ganado como alcalde y como primer ministro. En otras palabras, impone siempre el aquí mando yo, y punto. Todo el perfil del autoritario que se cree demócrata.
Así que no debemos aterrarnos por la salida de estas dos funcionarias, porque medio país estaba enterado de cual iba a ser el proceder de nuestro mandatario ante cualquier desavenencia. Por eso queda demostrado, tal como lo dijo Antonio Caballero, que el Pacto Histórico es pura carreta, simplemente una alianza de politiqueros que desean beneficiarse del Estado, aunque más de uno lo vea como el cambio o lo que necesitaba el país para despertar de su letargo.
Petro es un personaje que dentro de su concepción política todo gira alrededor de su presencia, independientemente de que haya militado en un grupo guerrillero o haya participado de cualquier delito cometido por este. A él no le importa lo que puedan generar sus decisiones, que considera siempre justificadas; traicionar a sus compinches, los moreno por ejemplo; y desordenar todo lo que viene bien, creyendo que su accionar es probo y beneficioso para el país. En conclusión, le importa un bledo todo lo que puedan decir de su gestión, porque se llama Petro: un mortal al que nadie puede cuestionar.