La película Spotilight de Thomas McCarthy protagonizada por el afamado Micheal Keaton, Mark Ruffalo, Reachel McAdams, Jhon Slattery y Stanly Tucci logra construir en dos horas una trama envolvente como pocas en la historia del cine contemporáneo. Su fortaleza narrativa crea un ambiente de expectativa a lo largo de la película, sin contar con la excelente actuación del reparto. Estas razones no dejan duda sobre cómo se hizo acreedora al máximo galardón de la academia del cine, el pasado 28 de febrero. Antes de verla, no entendía por qué en los cines colombianos ha estado tan poco tiempo en cartelera, como si fuera una vulgar película con pobre argumento y bajo nivel de producción. Sin embargo, todo se hace más claro al verla y entender que ataca directamente un tema tabú en la sociedad colombiana: la pederastria reinante en la iglesia católica.
La cinta está basada en hechos reales y cuenta la historia de un equipo de reporteros que trabaja para el periódico local de Boston Boston Globe en el año 2001 quienes se ven atraídos ante la posibilidad de conseguir una importante historia que podría ocupar la primera plana del diario al destapar los escándalos de pederastria perpetruada por décadas por los curas en el Estado de Massachussets, Estados Unidos. Abren su investigación con un débil pero prometedor testimonio, que más allá de arrojar elementos nuevos les va mostrando paso a paso que las pruebas siempre han estado frente a sus narices. Conforme avanza la investigación, van descubriendo como los tentáculos de la arquidiócesis de Boston se deslizan por la rama judicial, la policía, los medios de comunicación, gremios, importantes abogados y hasta en las mismas familias de las víctimas.
La investigación no puede seguir otro camino que ser construida por las víctimas de éste nefasto accionar, quienes ante los traumas ocasionados por los abusos de los curas durante su infancia, se entregan a las drogas, el alcohol y aún quienes no llegan a éste punto, sienten cómo su vida se destrozó por completo en ese momento. Y es que no es para menos, la violación es una de las acciones más deplorables y detestables que pueda haber, puesto que no sólo implica una coerción física, sino que deja una marca imborrable en la mente y espiritú de las personas. Ahora bien, pensar que esto le ocurra a niños y niñas es aún peor.
Recuerdo con tristeza los hechos ocurridos con Rosa Elvira en el parque Nacional, o los atroces relatos del violador de niños Garavito, sin embargo, no logro recordar o rastrear un cubrimiento con tal fuerza sobre la iglesia católica en el país. Es un secreto a mil voces en Colombia que ha despertado hasta discúlpas y reacciones para todo el mundo desde el mismo Vaticano pero aquí “misteriosamente” nadie ha dicho o visto nada.
Durante la película se muestra cómo el poder político, jurídico y económico es el que ha protegido a la iglesia de ser señalada y ha propagado la impunidad frente a la violación de niños y niñas por parte del sacerdocio, además cómo lograba presentar las violaciones como casos aislados a los que la misma iglesia se encargaría de resolver, cuya respuesta era la reubicación de los sacerdotes de una parroquía a otra y así aplacar el escándalo; eso cuando no argumentaban de forma cínica y descarda, como lamentablemente he escuchado de varios creyentes católicos, que “bueno, era algo negativo, pero no podíamos olvidar todo lo bueno que hace la iglesia” motivo por el cual debe dejarse atrás todo el asunto, aquí nada ha pasado, no hay víctimas y continuemos con la iglesia católica.
Para mí resultó inevitable ver la película y entender que es exactamente el mismo modus operandi en Colombia, cientos de víctimas de violación por parte de curas en barrios, pueblos y veredas, y un silencio total frente al tema. No sé si resulta más desalmado destrozar la vida de un niño o una niña o el hecho de conocer esta realidad y cubrirla propagando la impunidad como lo ha hecho sistemáticamente la iglesia a nivel mundial. Y estoy seguro que Colombia no es la excepción a ello.
Aquí es preciso establecer una responsabilidad de la Iglesia Católica como directa responsable y el Estado Colombiano como último garante por los derechos humanos de cada uno de sus ciudadanos. No es preciso ser un genio para develar el estrecho lazo que se ha forjado históricamente en nuestro país entre el Estado y la Iglesia, en donde no sería posible pensar que fuera otro el “país del sagrado corazón de Jesús”. ¿Será que el Estado ante el poder de la Iglesia no sigue ocultando y siendo cómplice de la ella?
No sé hasta qué punto se pueda dar una respuesta clara a la pregunta planteada, pero hay una pregunta casi evidente que me ha impulsado a escribir estas líneas y es ¿porqué siendo Spotlight la ganadora del Oscar a la mejor película en Colombia ni pasó de la semana de prueba en las salas de cine? ¿Será acaso una verdad que la iglesia una vez más quiere callar?
Un golpe fuerte al tradicional cine rídiculo y al cine narco-mafioso adulador del dinero fácil tradicional en la matriz cinematográfica colombiana, fue el Abrazo de la Serpiente, que se atrevió a romper los esquemas y tratar temas tan sensibles en nuestro país como el despojo, la explotación irresponsable de nuestros recursos y la riquesa cultural que guardan nuestras tierras. ¿Será que CineColombia y demás cadenas de teatros de cine tomaron una postura al nivel de la prensa y las cortes en Boston que durante cuarenta años quisieron callar el tema? ¿preferirán seguir presentando las películas rídiculas y narco-mafiosas antes que poder en palestra pública un problema social?
La Iglesia Católica es una de las instituciones más poderosas del mundo, sin embargo, eso no debe ser un sinónimo de impunidad antes su crimenes y es que está claro que no son hechos aislados sino que es toda una política institucional en donde las víctimas son nuestros niños y niñas quienes son abusados por curas día tras día, pero por el poder y presión social que ejerce la Iglesia Católica no pueden hacer valer sus derechos y peor aún poder abordar el tema para tomar las medidas necesarias para que este flagelo nunca más vuelva a suceder.
Aunque esto sea un Spoiler, la película concluye con una escena en la que no paran de sonar los teléfonos en la oficina del Boston Globe por parte de quienes quieren hacer público y denunciar su caso de violación, lograr verdad y justicia. Creo que el simple hecho de que haya sido una película prácticamente censurada en el país debe dejar de por sí un sin sabor amargo frente a la pedratria y la complicidad de la institucionalidad, ojalá que tal como concluye la película en Colombia podamos llegar a la verdad en estos casos y por sobre todo pueda haber un control efectivo y preventivo y evitar que hayan más víctimas de las sotanas impunes, en especial en días que soplan vientos de paz. Quien quita que tal vez hasta pueda haber un acápite en el acuerdo de justicia transicional para la iglesia católica en Colombia, claro, siempre y cuando asuman verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.