Spotlight a la colombiana
Opinión

Spotlight a la colombiana

Estamos en la etapa en que siendo de público conocimiento algún hecho traumático, se guarda callado porque los medios están más comprometidos con el poder que con el público

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marzo 09, 2016
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El Óscar otorgado a la película Spotlight (‘En primera plana’) deja varias reflexiones.

Es la historia de cómo se develó el sistema de pederastia en la Iglesia católica de Boston —y por ampliación se deduce que en mayor o menor medida en los Estados Unidos y el resto del mundo—. La actualidad es indudable ya que el papa Francisco lo ha comenzado a tocar (tal vez previendo el impacto de la película).

Como película se puede decir que es bastante plana, sin escenas, escenarios, incidentes o trama que proponga algo especial. Es un documental bien hecho, pero sin adicionar nada de expectativas o argumento que lo enriquezca. En cambio, su contenido y probablemente su efecto, es más que trascendental. Es de destacar que es incluso dar algo de utilidad al Óscar que hasta ahora solo había servido para fines de comercialización.

Lo central que sale a analizar es el papel de la prensa. Más exactamente de las prensas, porque diferente papel cumplen la americana y la colombiana.

Los hechos y el desarrollo recuerdan a Watergate, incluyendo el que debería ser el personaje central. En el caso del Gobierno Nixon el verdadero héroe es ‘garganta profunda’, en ‘en primera plana’ es un excura que dedicó 30 años a investigar y documentar la naturaleza sistémica de encubrimiento a los curas pedófilos.

La prensa, o el equipo de ‘misioneros’ que sueltan a la luz pública la información, lo que en el fondo hacen es recuperar información que ya existía pero que no había sido atendida. No hay acción ‘heroica’ sino simple corrección de errores o de desinterés anterior. En esto entra el factor ‘cambios sociales’ en cuanto las nuevas tendencias permiten cuestionar valores o instituciones que antes eran tabú.

En alguna forma esa evolución hace que mejore la función de los medios, y que asuman más responsabilidades sociales —por ejemplo, la inquietud de cómo reaccionan los lectores es la primera que se descarta—.

No hemos llegado a esa etapa en Colombia. Sobre todo en el sentido que el ‘Carrusel de los medios’, o sea el de los poderosos y masivos, recojan las —esas sí— revelaciones y las hagan conocer de la población.

La razón de publicar entre nosotros no es informar
sino ganar sintonía: volver escándalo la noticia
tiene más importancia que complementarla o analizarla

 

La razón de publicar entre nosotros no es informar sino ganar sintonía: volver escándalo la noticia tiene más importancia que complementarla o analizarla.

Eso va desde buscar siempre explicar todo con la ‘corrupción’ más que las malas políticas o las medidas equivocadas (caso Reficar donde los ‘sobrecostos’ corresponden en su gran mayoría a nuevas inversiones no contempladas), hasta convertir a los actores —casi siempre funcionarios— en delincuentes, sin consideración alguna con lo que significa esa sindicación.

Estamos aún en la etapa en que siendo de público conocimiento algún hecho que debe ser traumático para la sociedad, se guarda callado y amparado porque los medios tienen más compromisos con los factores de poder que con la verdad o con el público.

Sucedió como caso ilustrativo con los ‘Desaparecidos del Palacio de Justicia’ y más correctamente con los diferentes aspectos y responsabilidades por lo que entonces sucedió; o con los ‘falsos positivos’ con la investigación y denuncia inicial por parte de Clara López, y que hoy siguen esperando que antes de concluirse sean motivo de amnistías; o con el paramilitarismo —también cuya primera denuncia la hizo Clara López— que hoy en cabeza de una acusación de la Fiscalía a Santiago Uribe, hermano del Presidente, se maneja como si la esencia fuera la confrontación política y no el caso judicial.

(Para estos efectos está también el caso de la sentencia del Consejo de Estado por violación a la Moralidad Administrativa, actos ilegales e inconstitucionales y contrarios a los principios democráticos, etc., contra quien manejará los recursos del posconflicto desde un ministerio creado para ello como contraprestación al apoyo de una Dirección Liberal también ilegal e ilegitima según la misma sentencia).

Para nadie medianamente enterado son o han sido desconocidos los hechos relacionados con estos casos. Han salido a la luz pública como si fueran versiones de interesados pero no retomados por el ‘gran periodismo’ como si fueran de interés general. Para los medios masivos no se trata de sacudir el establecimiento revelando sus fallas sino de consolidar su posición dominante con las entretelas que se dan en el poder. Por eso la investigación y el análisis son secundarios, y por eso el escándalo y la desviación hacia la ‘corrupción’ llenan las páginas y los noticieros, pero nunca llevan a corregir los males. Chivos expiatorios que dan rating aparecen, unos injustos y otros injustos, pero nunca se plantean como consecuencia de una mala institucionalidad y de unas condiciones o relaciones sociales que generan esos casos. No se trata de intentar mejorar el orden que nos rige sino de vender más o subir en la escala de la profesión.

 

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