Miguel Ignacio Perilla Triana no era un niño como todos los demás. No le gustaba cortarse el pelo, prefería jugar con muñecas y añoraba lucir los pantaloncitos calientes de la época. Cuando llegó la adolescencia vio que sus hermanas mayores empezaban a tener novio. Él quería uno. Tenía 15 años cuando se sintió atraído por un compañero de curso, le mandó una carta de amor y el joven, muy lejos de corresponderle, hizo que todo el colegio supiera lo sucedido. En medio de burlas, hubo otro joven un par de cursos más arriba que sí se fijó en él. Nadie supo nunca de la relación con Walter, y Miguel Ignacio, hoy con 55 años, es legalmente Ginna Paola Perilla Triana; el pasado 15 de septiembre manifestó ante un notario su voluntad de cambiar el sexo que aparece en su cédula.
Ginna Paola es una de las primeras trans que el estado reconoce como mujer luego de la expedición del decreto 1227 de 2015 en junio pasado. Cualquier colombiano puede cambiar de sexo llevando copia de su cédula, el registro civil y una declaración juramentada. El proceso, que fue igual que una diligencia de cambio de nombre, no siempre era así. Antes, el cambio de sexo debía ser autorizado por un juez. Había que ir a Medicina Legal, y someterse a pruebas tanto físicas como psiquiátricas por un diagnóstico certificando disforia de género. Aun así, el juez podía negar la solicitud.
La felicidad de Ginna al salir de la notaría 65 en Chapinero no fue únicamente por una F en la casilla “sexo” de la cédula. Ahora será reconocida y tratada como mujer en hospitales, bancos, aeropuertos, universidades y más nunca tendrá que falsificar el documento para conservar un trabajo. En más de una ocasión esa M discordante con su aspecto físico echaba a perder lo que hasta el momento de mostrar la cédula iba bien. Ella solamente puede volver a cambiar su sexo una vez más y si quisiera ser hombre de nuevo tendría que esperar diez años por lo menos. Esa, no está contemplada ni entre la más remota de las posibilidades. Su feminidad fue luchada, ganada y sufrida.
Tenía 13 años cuando los psiquiatras dejaron de ver la homosexualidad como una enfermedad en 1973. Para entonces su madre le había llevado a consulta con una doctora para intentar curarle los amaneramientos y los padres de sus compañeros en el colegio Gonzalo Jiménez de Quesada le decían a sus hijos “no ande con ese muchachito”. Más adelante le despidieron de una floristería con una carta explicando que su forma de ser no encajaba con los valores que promovía el lugar.
Aunque Ginna Paola es legalmente mujer hasta hace pocos días, su verdadera transformación empezó a principios de los 80. Tenía 20 años cuando se hormonizó por primera vez. Había comenzado a trabajar en floristerías y ahí fue su primer encuentro con el mundo LGBT. Conoció sus primeros amigos gay, fue a La Bota Internacional –primer bar gay de Bogotá- y se dejó guiar por los consejos de las trans mayores que frecuentaban el lugar. Su masculinidad se disolvió entre ampolletas de Progynon y Proluton Depot, hormonas que se conseguían sin mayor problema en cualquier farmacia. Así el cuerpo empezó a cambiar. Primero fue el vello que dejó de crecer y la piel se volvió más limpia. Luego los glúteos se agrandaron, igualmente los pechos que se convirtieron en senos. Se hizo mujer sin una sola cirugía. Es Ginna, porque así se llamaba la primera patrona que le aceptó como era. Paola, porque le gustó la combinación.
Ni la mismísima Caitlyn Jenner en las mejores clínicas de Estados Unidos logró un resultado tan convincente. Viendo a Miguel Ignacio en fotos, Ginna reafirma que su cuerpo parecía estar preparado para lo que iba a venir, dispuesto como un lienzo en blanco esperando a ser pintado. El resultado fue tan natural que más de uno pasó por su vida sin notar que no siempre fue mujer. Así fue con aquellos estrictos patrones judíos que se la llevaron a Cartagena para que hiciera arreglos florales de su fiesta, e inclusive su propio padre que apareció luego de 25 años de ausencia después de haber abandonado el hogar y llegó preguntando por su hijo. El hombre creyó que Ginna Paola era la hermana mayor.
Los hombres le han deseado desde siempre. Sospecha que de los compañeros que le molestaban en el colegio había varios que lo hacían por cohibir lo que verdaderamente les despertaba. Una vez como mujer, las propuestas indecentes de los caballeros siempre fueron una constante. Pero ella nunca accedió a prestar servicios sexuales a cambio de unos pesos fáciles. No había necesidad de hacerlo pues con la floristería y la peluquería siempre ha podido llenar la nevera y pagar los servicios.
Aunque su aspecto físico no tiene huellas de un cambio de sexo no le gusta la mentira. No le disgusta que en esta época las redes sociales saquen a relucir las verdades. En este momento de la vida no tiene nada para esconder y quiere que la calidad de su trabajo sea su principal carta de presentación, muy por encima de su género o identidad sexual. Así, ha logrado trabajar con varias empresas para las cuales organiza arreglos florales.
Después de toda una vida en la misma casa del barrio San Cristóbal, dedicada a las flores y los peinados, es la prueba viviente de que se puede cambiar de sexo sin tener como futuro alguna esquina de la Caracas. Así le ha hecho saber a jóvenes homosexuales que ha acogido en su casa cuando son rechazados por sus familias. Este año fue la más indicada para representar a la localidad en Mujer T, evento organizado por la alcaldía que busca elegir a la embajadora trans en Bogotá. Si llega a ganar su proyecto que busca asegurar una vejez digna para las transexuales se convertirá en una realidad a nivel distrital y tendrá un año muy ocupado como embajadora de la comunidad trans de la ciudad. Si no se alza con la corona, no importa. Su mayor premio es el saludo de los niños y las madres del barrio cada vez que anda por sus calles.
Por @enriquecart