Más allá de la minifalda, objeto de las desafortunadas declaraciones de Andrés Jaramillo, está el comportamiento de las mujeres, a lo cual Andrés también hizo alusión. Cuando lo escuché pensé que él —como muchos de nosotros— creció rodeado de “señoritas de las de antes”. Ni crean que quiero justificarlo. Es que esa frase en lo particular me encanta porque encierra muuuchas cosas que se han ido perdiendo o ganando, según el ángulo desde el cual se le mire: Valores, principios, sociedad, Iglesia y pecado sexual, mojigatería, negación de la naturaleza humana, encanto en la dificultad para conquistar, represión, amargura, sometimiento al machismo, cultura conservadora, pudor, miedo, respeto, límites, normas por cumplir, dependencia, recato, lucha por mantener el hogar, discriminación, virginidad y hasta castración. Seguro que se me quedan muuuchos calificativos, pero esta situación me hizo acordar de un par de maestras que conocí entre mi infancia y mi adolescencia, y que decían con mucho orgullo y entonado acento que eran “señoritas, y de las de antes”; sí, así, fuerte y con la pausa en la coma; con sonsonete y todo; de ellas aprendí la frase. En ese entonces deduje que serlo no era otra cosa que no haberse casado pero ser vírgenes, el mayor honor (ahí si no sé); porque ellas eran solteronas. La señorita Herminia Serrano (q. e. p. d.), encumbrada dama de la sociedad santandereana, era la dueña del colegio del Divino Niño, donde estudié el final de la primaria cuando llegué a vivir a Bucaramanga. Era una educación ya mandada a recoger para la época. Los niños que no hacían caso, indisciplinados, que no cumplían normas y que perdían materias eran objeto de reglazos, pellizcos y mechoneadas. ¿Se imaginan a la señorita Herminia casada? Yo creo que por eso los señores de la época no se le apuntaron. Jamás me acuerdo de haberla visto reír. Era muy rigurosa, pero gracias a su disciplina nos formamos de pequeños mis hermanos y yo. Ya adolescente, siempre que mi abuela venía a Colombia nos llevaba a mi hermana y a mi a visitar a la señorita Rosalía Alba, una maestra boyacense, muy rigurosa y muy destacada quien en la visita siempre le decía a Juan (mi abuela) para que escuchara Pedro (mi hermana y yo): ¡Yo soy señorita, y de las de antes!, con aquella malicia que permitía inferir con facilidad de qué se trataba. Era tan reconocida en su vecindario, que los muchachos le botaban en el jardín revistas Play Boy. Cuando nos contaba, mi abuela decía: “Ave María Purísima”, y la señorita Rosalía respondía: “Sin pecado concebida”, ¿ah?
Les pregunté a mis amigos en Facebook qué pensaban de las señoritas de antes:
- Las de antes eran señoritas...hoy no existen las señoritas reprimidas, pudorosas, indecisas, sometidas y muertas de miedo.
- Se les llevaba serenata desde afuera, cogerles la mano y darles un beso, ni hablar; ¡de lo otro menos!
- No se igualaban con las de hoy, traguiadas, irrespetuosas, con un vocabulario que deja mucho que desear. Las de antes se hacían respetar; las de hoy..... muy poco.
- Recatadas y morrongas al tiempo. Algunas posiblemente vírgenes y amargadas.
- Dependientes, inseguras, sin sueñospropios, excluidas, objetos decorativos, manipuladoras, arregladas y pudorosas para los machos que las rondaban: El padre, el marido, los hermanos, los hijos... Con ganas de todo y con ganas de nada, como las recién casadas; ¡sometidas!
- De su casa.
- Eran muy recatadas y muy respetuosas, en especial las de los colegios femeninos. Había unas bellezas de mujeres que transpiraban todos sus encantos y los guardaban celosamente bajos sus uniformes. Tener una niña de estas como novia era una delicia. Hago memoria de los años 70 y 80.
- El pudor y encanto que las "señoritas de antes" le impregnaban a sus vidas, era misterioso y mucho le aportaban a la imaginación.
- Se respetaban a sí mismas, se daban su lugar y entendían que la vida social armónica requiere límites, responsabilidad y parámetros morales.
- Solapadas, uñiembolsadas e infelices
- Como las de ahora, hermosas y jodidas, pero con glamour y sin silicona.
- Rescato de las señoritas de antes su visión de familia, esa aspiración de construirla. No obstante rescato de hoy que son frescas y no dependen de que las saquen a bailar, o inviten a salir. La iniciativa es pareja. Pero sí tenían antes ese halo de prohibido, de difícil de alcanzar, de todo un reto.
Deduzco que todavía somos una sociedad que añora lo conservador, lo de antes. Creo que de esas señoritas ya no hay; bueno, y quién sabe si de verdad las hubo y vivían con el “pecado” oculto, porque en esos temas la naturaleza humana es una e inevitable. Como dicen en Cartagena de una estatua erigida en solitario y rodeada de mar frente a La Heroica: La única virgen de acá es esta, la de la bahía. Miren en las que nos puso Andrés. Y usted, ¿qué opina?
¡Feliz resto de semana!