¡Estoy cansado! Estoy mamado de vivir en este mundo antinatural, repulsivo, obsceno y, como dice mi mamá: una abominación para Dios. Desde el colegio los veía como se tomaban de las manos y, lo peor, ni se inmutaban por ocultarlo a los maestros.
A pesar de la fuerte discriminación, esas parejas heterosexuales seguían decidiendo sobre su propia forma de familia, tratando de no esconder más su amor y contarlo al mundo; sin embargo, sus seres queridos pretendían alejarlos, como si tuviesen alguna enfermedad contagiosa de alto riesgo para los niños. Es que díganme, ¿a quién le cabe en la cabeza que ver una mujer con un hombre es normal? ¡Por Dios! Eso merece el infierno, seguro allá irán a parar, no lo dudo.
Muchos dicen que los heterosexuales no deberían tener hijos, porque su estilo de vida pervierte la mente de los pequeños y porque que los niños se convertirán en adultos ‘torcidos’ como ellos y, por supuesto, estoy de acuerdo con ello. Es que cada vez que una pareja heterosexual camina tomada de la mano por la calle o se besa en la vía pública, me provoca sumarme al resto de personas que les insultan —e incluso les golpean— para que dejen de hacerlo, porque si algún niño los ve quizá quiera intentarlo y eso ¡jamas! Preferimos niños en las drogas, en el alcoholismo, vandalismo, antes de verlos como heterosexuales ¡Qué asco!
Me imagino que puede ser muy difícil para todas esas personas heterosexuales; solo lo supongo, porque nunca me he puesto en sus zapatos, solo me la paso criticando a todo hombre que quiera darle amor a una mujer, me la paso juzgando a toda pareja heterosexual que me encuentro.
Dicen que afrontar sus familias, sus amigos y, a sí mismos, no es tarea fácil. Y no debe ser sencillo tener que aceptarse, encajar en una sociedad tóxica, no decaer en depresión por el bullying constante y el rechazo continuo en la calle. No debe ser llevadero tener que someterse a la culpa, al pecado y al infierno… No debe ser nada natural y normal tener que ser heterosexual.