Transmitir el mensaje de la sostenibilidad no es una tarea fácil, especialmente durante el día a día de la agitada vida urbana. Aún más, el principal problema no es “informar” sino “involucrar”. Algunos grupos de ciudadanos, empresas y políticos se han percatado de este problema y han ideado estrategias excelentes que buscan precisamente eso, involucrar a la gente, porque una vez se involucra a las personas, el mensaje se queda y perdura.
Miremos algunos ejemplos:
[tabby title="La máquina “traga-botellas”"] ¿Cómo promover el reciclaje de botellas de vidrio?
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Estas ideas hacen parte del programa The fun theory (la teoría de la diversión, en inglés), liderada por Volkswagen. El concepto es que la forma más fácil de cambiar el comportamiento de las personas es a través de actividades divertidas.
La sostenibilidad no se trata solamente de reciclar más, de usar menos energía o de comer menos carne, se trata también de lograr más cohesión y más movimiento social y tolerancia entre las personas. Todos tenemos algo que decir y la mayoría del tiempo es algo positivo: “di algo bonito”.
Algo es claro y es que para vivir en un mundo más sostenible, debemos cambiar muchos paradigmas y muchos hábitos. Los mensajes sutiles, pero impactantes, pueden sacarnos de esa caja que no nos deja ver otras soluciones u otros usos para los espacios que nosotros mismos hemos creado: “el carril rápido”. Pequeñas y rápidas intervenciones en la ciudad pueden tener un efecto sobre los objetivos de sostenibilidad a largo plazo, algo que muchas ciudades han empezado a hacer y algunos llaman “Urbanismo Táctico”, que podría ser una aplicación de lo que Jaime Lerner llamó “Acupuntura Urbana”.
Pero estas acciones ocurren solo en países ricos y “desarrollados”, como Suecia y los Estados Unidos… ¡Mentiras! Hay muy buenos ejemplos de este tipo de intervenciones en Latinoamérica. ¿Recuerdan a Antanas Mockus en Bogotá con sus tarjetas, policías de cartón y mimos? Los medios, los políticos y los ciudadanos se burlaron de él y de sus medidas, que en poco tiempo lograron cambiar el comportamiento de gran parte de la ciudad y mejoraron en gran medida la situación por la que pasaba. En nuestras sociedades, los innovadores son avergonzados en público. Y más aún, ¿si estas cosas funcionan tan bien, por qué no se promueven e implementan más? Tal vez por miedo a pasar por la misma situación que el señor Mockus.
El arte y las acciones ciudadanas son herramientas excelentes para transmitir el mensaje de un futuro sostenible. A veces, el canal permite que cada quien interprete el mensaje como quiera: color en las calles. Otras veces, el mensaje es más claro y directo: el rey peatón. Agradecer también es una excelente estrategia para transmitir mensajes y romper con la monotonía: Clases pop-up.
Una ciudad sostenible se construye entre todos. Esto quiere decir que todos debemos involucrarnos, todos debemos participar. Al ser humano le gusta participar y ser escuchado. La sostenibilidad, como muchas otras cosas, no puede ser impuesta, es una semilla que se debe sembrar al interior de cada persona. ¿Por qué entonces no crear espacios que motiven a la gente a participar, expresarse e interiorizar las ideas para un mundo sostenible? Las calles son de todos y con respeto por las leyes y por los demás se pueden lograr cosas maravillosas. Involucrar, escuchar y respetar parecen entonces ser la clave.
¿Alguna idea de este estilo? Aquí hay una opción para hacerse escuchar: Premio Sostenibilidad Urbana 2014.