Desde que Ingrid Betancourt anunció su apoyo al candidato presidencial Gustavo Petro las agresiones no se hicieron esperar por parte de los opositores del candidato presidencial, muchos creyéndose psicólogos la diagnosticaron con síndrome de Estocolmo, mientras que otros se atreven a decir que le gustó estar secuestrada y ser abusada.
¿Es tan complejo para la sociedad colombiana hablar de perdón y reconciliación? Ingrid Betancourt es el rostro de las muchas mujeres que fueron agredidas, violadas y privadas de sus libertades en el marco de un conflicto que nunca debió existir. Esta mujer tiene la capacidad de salir de su zona de confort, enfrentar a la sociedad y luchar para que no exista repetición de las historias que han dejado huella de guerra y muerte en los cuerpos de las mujeres y todo aquel que se identifique con lo que denominamos como femenino.
Las mujeres pedimos que no nos agredan, que no abusen de nuestros cuerpos, preferimos sentarnos a negociar con la firme idea de construir un país entre todas y todos libre de violencias. Sabemos que los discursos repetitivos guerreristas solo generan que se invisibilicen las múltiples formas en que las mujeres nos vemos expuestas a los vejámenes de la guerra.
La falta de empatía hacía la historia vivida por Ingrid Betancourt habla de un país lleno de odio, rabia, impulsividad, donde nos cuesta generar estrategias que posibiliten la sana convivencia. Somos el país de la pasión instantánea, nos indignamos y decimos "ni una menos" y "yo también", pero cuando una de las pocas que logró sobrevivir propone mitigar el daño que sufrimos la mujeres en la guerra lo único que hacemos como sociedad es agredir, insultar y calumniar.
Este tipo de agresiones son el espejo de lo que somos como sociedad. Es momento de cambiar esos discursos anacrónicos de odio y agresión. Desde el respeto tenemos la opción de construir un país, donde como decía Humberto de la Calle: “quepamos todos”.
Sororidad con todas las mujeres que sufren las consecuencias de una guerra que se crea entre ellos y padecemos nosotras.