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Soportó amenazas, desplazamientos: la líder que le planta cara a la policía en el Cauca
Helena Muñoz es una mujer que tiene, como se dice popularmente, el cuero curtido. Empezó en el trabajo organizativo por allá iniciando el siglo, cuando los campesinos de Miranda, Cauca, decidieron hacer la toma de la Plaza de Bolívar de Bogotá. En ese momento apoyaba a la Asociación Campesina del municipio desde la secretaría; pero poco a poco se fue convirtiendo en un miembro importante para la lucha por los derechos de sus colegas, a tal punto que ahora es la presidenta de la Asociación.
Su historia está enmarcada entre el terror y la esperanza. Cuenta, con una naturalidad que sorprende, todos los vejámenes a los que se vio sometida como habitante de Miranda. Es que el municipio sí que ha sido golpeado por el conflicto, un conflicto que aquellos que vivimos en las ciudades no alcanzamos a dimensionar; pero que quienes nacieron allí sí han tenido que soportar durante muchos años. Fue precisamente por eso que decidió emprender su camino como lideresa campesina.
En su memoria guarda tres momentos específicos que narra sin ningún problema. El primero se ubica en el año 2001, cuando los paramilitares empezaron a hacer presencia en su tierra y causaron un sinfín de desplazamientos. En ese momento vio con preocupación cómo los derechos de sus conocidos estaban siendo violados. Y luego, con el mandato de Alvaro Uribe, su intranquilidad aumentó, ya que en sus propias palabras “los campesinos vivieron situaciones muy duras”
Durante ese tiempo tuvo que ver como las arremetidas de la Fuerza Pública lograron que los militares se apropiaran de la veredas del municipio, entraran a las casas y se adueñaran de las escuelas.Y por tratar de exigir, de frente y sin miedo, que se cumplieran con los derechos de niños y campesinos fue estigmatizada como guerrillera y señalada.
Hace un salto en el tiempo, hasta 2012, para contar el segundo momento. En ese tiempo ya era presidenta de la Junta de Acción Comunal de su vereda y seguía trabajando por los derechos de sus conocidos. De nuevo habla de la Fuerza Pública. Cuenta que por ese entonces los militares empezaron a adueñarse del Cerro Calandaima, a hacer bunkers y establecerse en la zona.
Allí, se dio cuenta como Miranda se convertía en una zona de guerra, en donde las rafagas de bala eran el pan de cada día y en donde tenían que salir corriendo a resguardarse con los niños y los abuelos. Fueron desplazados, olvidados. Vivieron el terror de los falsos positivos y tuvieron que despedir a varios compañeros. Desde la organización trabajaron en aras de recuperar sus tierras; y hasta lograron tener el apoyo de Iván Cepeda y Piedad Córdoba.
Toma aire y luego habla del proceso de paz. La firma es el tercer momento que recuerda bien, ya que tuvo que luchar contra viento y marea. Antes, por supuesto, había tenido que luchar contra la guerra, pero aquí tuvo que luchar por mantener la paz.
Durante ese tiempo, los reincorporados llegaron a Miranda y se establecieron en un lugar que el gobierno había destinado para ellos. Los carteles de las AUC inundaron los montes y la firma del acuerdo pareció el inicio de una nueva tragedia. Cuenta que por varios años, específicamente en el mandato de Duque, tuvieron que ver cómo lo que se había acordado no se cumplió; y cómo la persecución a los reincorporados los llevó a entrar a las disidencias o escapar de Miranda.
Sin embargo, desde la Asociación campesina, su labor y la de sus compañeros logró que una finca se volviera el fortín de los pocos reinsertados que quedaron; y allí desarrollaran emprendimientos como la siembra o la piscicultura.
Helena Muñoz sigue trabajando por ese objetivo fundamental del cumplimiento de los derechos de los campesinos, por su derecho al trabajo y al territorio. Ha sido amenazada directamente, le han amenazado a su hija y también a sus hermanos. Pero continúa en esa labor. Como bien lo dice “hay que apostarle a la paz, apoyar desde los procesos”