Resulta simpático ver las múltiples interpretaciones que hacen los dos bandos de la paz acerca de aquel gesto del presidente Trump en donde queda completamente claro (eso afirman) la posición norteamericana de apoyo irrestricto al acuerdo y cómo aquel presidente considera nuestra paz algo digno de envidiar del mismo Mahatma Gandhi o la versión B de los que llaman amigos de la guerra que ven en Maduro una triste copia de Santos.
Y entre una y otra historia, está el país: Colombia.
Un país acorralado por dos serpientes que engordan y engordan a pasos gigantes y que pareciera no estar en ningún plan de nadie para erradicarlas.
El primer ofidio se llama coca. El país está inundado de coca y todos sabemos los beneficios que conlleva estar sumidos en la pasta blanca. Armas, intimidación, poder, matanzas, liquidaciones sumarias. En suma, un terror que desconocemos porque no ha llegado en forma notoria a las grandes ciudades. Y tal vez no llegue porque no lo requieren.
La segunda anaconda se llama inequidad. Y oh sorpresa, es algo que tampoco en las grandes ciudades se ve. Notamos indigencia y pobreza, más en las zonas céntricas de las ciudades, pero no es el lugar común. En cambio, en toda aquella Colombia que no se conoce y que parece que comienza a despertar, la inequidad (o la gran pobreza generalizada) es el pan de cada día y por la sencilla razón que el Estado ahí no opera. Se comporta como aquel taxi amarillo: Yo por allá no voy.
Como si se tratara de una película de Harry Potter, las dos víboras
-coca e inequidad-
se encuentran unidas por una piel carrasposa que las cubrey que recibe el nombre de corrupción
Y como si se tratara de una película de Harry Potter, las dos víboras se encuentran unidas por una piel carrasposa que las cubre y que recibe el nombre de corrupción De terminarse la corrupción aquella piel se desvanecerá y puede comenzar la lenta muerte de las cobras para poder ver el nacimiento de un nuevo país.
Soñar no cuesta nada y a veces escribir chorradas de algo pueden servir.
Se acercan elecciones presidenciales y ya comienza a verse el abanico completo.
Bajo la lógica (?) expuesta atrás, se necesita de alguien cuya bandera principal sea la erradicación de la corrupción. Alguien sin tacha en la materia y clara en exponer sus argumentos.
Definitivamente la solución no está por los lados de los partidos de siempre, liberal, conservador, cambio radical, la U, centro democrático, polo y otros que se pueden olvidar y la razón es muy sencilla: Ellos son los causantes (con su accionar o su pasividad) de la bien delicada situación en que se encuentra el país.
Y ojo, que no estamos para extremos. No veo recomendable alguien que dice que lucha contra la corrupción y lo que pretende es cubrir al país en un manto de espiritualidad donde la Biblia y sus preceptos se conviertan en la nueva normatividad, y en igual medida debemos ahuyentar a aquel que diga para sus adentros ve mira cómo está de bonita Venezuela.
No es momento para extremos y se requiere de alguien que centre su accionar en la lucha comentada.
¿Y quién carambas?
Solo pienso en un nombre con un pero muy sonoro.
Ella es Claudia López. Del partido Verde.
Es de centro, ni por los lados del oscurantismo y sin mandamientos o amistades peligrosas en la “nueva” izquierda (aléjate de Cepedas y Córdobas).
Y simplemente tiene su orientación sexual clara y valientemente definida.
Y el pero que le veo, grande por cierto, es que debe y ya manifestarse en forma clara y contundente acerca de los conocidos casos de corrupción dentro del Partido Verde. Y debe hacerlo ya. Con nombres, apellidos, y hasta gritos.
De hacerlo tiene mi voto, y creo que el de muchos, así se salga del Partido Verde que a todos nos suena a comida saludable y vida sana.
Y hablando de…
Y hablando de cosas saludables, ¿no va siendo hora que el señor Santos le eche una llamadita a los señores rubios y con entereza devuelva la medallita?
Y entro otras, ¿y de la plata del Nobel qué?
