Imaginemos un mundo saturado de sueños, un mundo colmado de utopías. Imaginemos un mundo como lo postula John Lennon en su canción Imagine, sin miedos y sin hambre, un mundo de sueños que se puedan realizar. El hombre ha muerto, como lo diría Foucault. Ha ido desapareciendo su condición humana, como lo expone Hannah Arendt. Ha sido desencializado a través de la abolición de sus sueños y fantasías. Ya no vislumbra la utopía, esa utopía de Tomás Moro, la que explicaba Fernando Birri y que le atribuyen a Galeno, esa utopía que nos sirve para no dejar de caminar, para no parar.
La especie humana ha dejado de pensar en el idilio bohemio de la bella época francesa, que se reflejó en obras de Hemingway, de Fitzgerald, de las pinturas de Picasso y del surrealismo de Dalí, ese idilio que se apartaba de lo convencional y privilegiaba el arte y la cultura, ha perdido la pasión por lograr sus objetivos, por reivindicar su existencia, no se conmociona día a día como algunos de los personajes literarios de los cuentos de Borges.
La especie humana ya no es arriesgada, obstinada, tiene miedo al fracaso, no tolera la crítica, se ha vuelto un ser humano sin sentido, como diría Nietzsche es un hombre que anda de afán, un ser humano sin sustancia, que no evoluciona, que no ha sufrido una metamorfosis como Gregorio Samsa el personaje Kafka, se ha instaurado como un objeto inanimado, un ente sin alma, sin espíritu, con odio y rencor, como lo podría decir Cortázar en sus cuento Carta a una señorita en París, un ser humano que vomita conejitos, siendo esos conejitos la crisis de hombre en la llamada modernidad, ese hombre rodeado por guerras, revoluciones, pobreza, miseria, ignorancia, sometimiento, esas patologías sociales legitimadas por la ciencia, el conocimiento, el poder, la política, la economía.
Ese es el ser humano de hoy, un ser humano infeliz en un mundo feliz como el del libro de Huxley, ese hombre con nauseas como lo diría Sartre, un hombre enajenado por la ciencia, por la sociedad, por la academia. Ha sido contagiado por una enfermedad sin cura, que carcome las ideas alternativas, los argumentos diferentes, que corroe la valentía, los riesgos, la intrepidez, el arrojo. Es un ser humano estúpido.
El ser humano nace y su vida ya está determinada, tiene estipuladas las ideas, tiene restringidas sus ilusiones, todo está mediado por normas, valores, usos y costumbres, estableciéndose estereotipos y prejuicios, el ser humano está atravesando por una enfermedad inmaterial que domina y asesina sin dejar rastro alguno, esa llenura ante la ignorancia como lo diría Zuleta.
En definitiva, es necesario desligarse de esa alienación para pensar y reivindicarnos como seres humanos, como especie humana, suprimir esas cadenas que amamos como lo diría Dostoievski, esas cadenas invisibles, como lo diría Marx, no tenemos nada que perder, pero si un mundo por ganar. Debemos soñar, implantar en nuestras vidas el derecho a soñar como lo plantea Galeno, y validar esos sueños, cumplirlos y seguir soñando sin importar las barreras o barricadas que se nos impongan. Soñemos.
Quiero finalizar con tres cosas, que no quiero que olvidemos:
1) Los libros son el argumento para comprobar nuestra existencia, en tiempos miserables como los actuales, ya no es necesario quemarlos como en la Edad Media, o como lo recrea Ray Bradbury, en Fahrenheit 451, porque no leemos.
2) Leer es un acto de insurrección. Atiborrados de información, de verdades construidas socialmente y de mentiras hegemónicas que gobiernan nuestros cuerpos; ir a una biblioteca pública, comprar un libro en los andenes de las calles, buscarlo por internet y tener la paciencia de leerlo en un computador, es una forma de sublevarse ante las imposiciones y violencias simbólicas y físicas que ejercen sobre nuestras almas, ¿cómo no atraernos por una solapa de un libro que vislumbra las más aterradoras verdades con las que nos manipulan?, donde el sentimiento de culpa ante nuestra pasividad no es más que un reflejo de nuestro mísero conformismo ante la vida misma.
3) Recordemos que nacer es un acto de rebelión, todos tenemos la semilla de la insurrección implantada en nuestro organismo, hay que trascender cualquier muralla que nos impida cumplir nuestros sueños.
Por eso los invito a que leamos, soñemos y existamos, que seguramente eso son los mayores miedos de quienes nos oprimen.