Soñando con el padre (Cuento)

Soñando con el padre (Cuento)

"El semblante comenzó a cambiarle. Cosa que, aunque me dejaba cierto sinsabor, no me preocupaba dado lo que vendría"... Un cuento sobre la violencia armada

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
abril 29, 2022
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Soñando con el padre (Cuento)

Venía pensando en eso hacía tiempo, se lo había encontrado un par de veces en el ‘supermarket’, y ahora lo veía pasar frente a su casa, trotando. Cómo no aprovechar la ocasión, pensó, y de una salió a la calle a tratar de alcanzarlo. Al ver que trotaba con la cabeza hacia atrás, él, atleta consumado de otros tiempos, pensó en sugerirle hacerlo hacia adelante para disminuir la tensión y, de paso, el estrés, que muy seguramente tendría el personaje.

Pero de pronto reculó y se dijo, ‘más bien vamos al grano’, o forúnculo, que es lo que era, y le soltó, de una: ‘Perdón, no quiero dañarle su rutina, pero quisiera invitarlo a mi casa, para charlar un rato sobre una cosa muy seria y sobre la que usted tiene la respuesta’. El hombre hizo un gesto de nerviosismo, aunque contra toda eventualidad, aceptó. Seguimos a la casa, lo hice pasar a la sala, cuidándome eso sí de no sentarme en una posición de ventaja sobre él o de desventaja con respecto a mí, como ya le había pasado hacía poco tiempo en otro lado.

Le advertí: “Mire, téngalo por seguro que aquí no le va a pasar nada. No somos ‘gente de bien’, sino dos personas decentes, bueno… tres, pero eso no viene al caso aquí. Ahora, si lo desea podemos llamar a la policía, aunque de antemano sé que no serviría de nada”.

“No hay, tampoco, problema alguno de mi parte”, dijo, como quien ignora lo que yo le iba a plantear. Sin más preámbulos, le dije: “Esto no es un reclamo personal, sino a nombre de un ex país dolido, acongojado, hecho cisco, llamado antes Colombia y ahora, por mí, Fosa Común, aunque sé que no pocos se suman al designio y que otros tantos reniegan de él”.

El semblante comenzó a cambiarle. Cosa que, la verdad, a mí, aunque me dejaba cierto sinsabor, no me preocupaba dado lo que vendría. “Esto, le reitero, no es personal, sino relativo a un pueblo. Un pueblo mancillado por los violentos, ultrajado por los medios, saqueado por élites, empresarios y políticos. En un pueblo de esas características, sumado a lo que acaba de pasar con los miembros del ejército que se disfrazaron de guerrilleros y asesinaron a más de 11 personas en la vereda El Remanso, de Puerto Leguízamo, ¿cómo es posible que usted haya dicho, recientemente, ‘Uribe sí desmontó [al] paramilitarismo’ (1) si él mismo es paramilitar, así nadie lo haya juzgado hasta hoy como es debido? ¿Cómo es posible que con todo lo que se sabe de sus nexos con Los Doce Apóstoles, de su participación en las masacres de La Granja y El Aro, en Hidroituango y las más de cinco mil víctimas que ha dejado ese fracaso de obra en doce municipios y a lo largo de más de 35 años, usted desmienta de forma tan olímpica a un pueblo frente a un criminal de lesa humanidad?”

Creo que, en ese momento, el hombre se sintió como en El Acérrimo, pero por otros motivos, porque evidentemente en esta casa ningún peligro correría… pese a la tercera persona que antes nombré y por la cual, seguro, hasta el lector sentiría pánico por el padrecito. Aunque, en verdad, se trata de una viejita de 91 años, a la que estos dos guardespaldas cuidamos. Entonces, aproveché su descuido, su ensimismamiento, para preguntarle lo esencial, es decir, con lo que me gustaría haber comenzado: “Dígame una cosa, padre, o dos, con toda sinceridad… (cosa difícil tratándose de un miembro más de la histórica auxiliadora de la violencia, la Iglesia): ¿Usted fue amenazado en El Acérrimo cuando fue a entrevistar al jefe supremo de las autodefensas o fue intimidado en su bolsillo, en otras palabras, sobornado?”

El padrecito no sabía qué hacer, miraba hacia el cielo, sobre todo, y luego descansaba, largo rato, mirando hacia abajo, pero nunca al frente y ya no más hacia arriba como cuando estaba trotando. Lo extraño era que nunca me daba una respuesta audible. Bueno, quizás estaba seguro de su complicidad con los de arriba, con el gobierno de turno, el peor de la Historia y de la histeria, valga decir, y solo atinó a abrir la boca, para señalar: “Me gustaría probar un vino, el que me ofreció hace un rato”.

“Claro, padre, ni más faltaba”. De pronto, sin querer, se me atravesó un meme: Cristo, por el desierto, seguido de sus ‘doce apóstoles’ (y temblé con la sola mención), dice: “¡A veces sospecho que estos tipos solo me siguen porque convierto al agua en vino!” Y no pude contener la risa; el padrecito, tampoco.

Ya entrados en gastos de humor, no obstante, volvimos a lo serio. Entonces, le serví el vino, solo faltaba que se disgustara por mis malos detalles, aunque, eso sí, nada que ver con los detalles del padre con el pueblo, ¿verdad? Pero, por alguna extraña razón, ni se inmutó. Entonces, quise sacar partido del instante y le recordé, ya en confianza, que Varito había sido imputado por la Corte bajo los cargos de ‘presunto fraude procesal y soborno’, pero por ninguna parte se citaba una sola víctima, es decir, un solo asesinato a sangre fría.

No ese eufemismo del falso positivo o ese otro que, para Petro, el candidato-presidente, es el correcto (aunque sea otro eufemismo): ‘crimen extrajudicial’, cuando dicho término solo se aplica donde haya pena de muerte… de lo contrario, sí sería correcto ya que estaría cometiéndose fuera de la ley. Aunque, bueno, en Fosa Común, aclaro, sí hay pena de muerte: otra cosa es que se aplique por fuera de la ley y nadie haga nada.

Lo único sabroso de la velada fue el vino. Estaba tan rico que cuando terminamos, fui el único en advertir que ya nos habíamos tomado dos de Gato Negro. Ya no recuerdo si acompañé al padre a la puerta para despedirlo o si fue mi mujer quien lo hizo. Apenas ella volvió a entrar y se sentó conmigo en la sala, o en el comedor, no sé, me soltó de una: “¿Y quién era ese señor de civil…? Como si supiera quién era en realidad o sospechara algo sobre tanto que le había dicho que venía soñando con el padre. Por lo que quizás ella pudo confundirse y pensar que yo venía soñando con el mío, con mi querido padre.

“El padrecito Derrú… o algo así, como francés, aunque sea bien criollo, valluno, ¿oís?”, le respondí. Ella no agregó nada, como si de pronto también hubiera desaparecido del entorno.

La verdad, nada de lo anterior había ocurrido. Todo no había sido más que imaginación mía. Lo que sí es indudable e innegable es que el padrecito Derrú, mientras tanto, seguía corriendo por las calles del barrio, como quien huye no se sabe de qué fantasma. O de qué fenómeno innombrable. O de qué hijosdeputa… y esto último no es, propiamente, una exclamación.

Bogotá, 21 abril 2022 (3:23 p. m.)

Nota:

(1)https://www.semana.com/foros-semana/articulo/alvaro-uribe-si-desmonto-el-paramilitarismo-padre-francisco-de-roux/202222/  

https://rebelion.org/que-pretende-el-cura-de-roux/

https://www.elsalmon.com.co/2022/01/de-roux-y-la-liberacion-paramilitar.html

  

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por la UFES, 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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