“La política es dinámica”, suelen decir los que ejerciendo el noble oficio lo deshonran transfigurándose en especialistas en justificar volteadas. En un lenguaje un poco más descriptivo, algo más brusco, ese concepto de “dinámica” a propósito de la política –de por sí una pirueta vagabunda de personajes públicos de caucho-, equivale a lo que algunos llaman “transfuguismo”.
La palabra “transfuguismo” da para todo. Hoy soy liberal, mañana conservador, un día después del Centro Democrático, y si me sirve ser del partido Verde, pues verde seré.
También hay “transfuguismo ideológico”, pues qué caray, razón tenía Protágoras de Abdera cuando decía que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Así, ¿me necesita más socialista hoy que ayer? ¿O un poquito más a la derecha? Pues hágale, qué caramba. Y si se trata de “tirarse” a alguien, ¿acaso la máxima no es que cada quién corra el riesgo de su propia acrobacia y por ende sea dueño de su propio destino? Y si se expone más allá de la cuenta, linchémoslo. O linchémosla. Entonces, que se defienda como pueda. Y más en el país del Sagrado Corazón, como dicen. Maña esta de jugar con la religión.
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El caso de la señora vicepresidenta es patético. Lejos de mí entrar a juzgarla. Mucho menos sentenciarla
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El caso de la señora vicepresidenta es patético. Lejos de mí entrar a juzgarla. Mucho menos sentenciarla. Y créanme que por conocerla no la encajono en las descripciones que arriba dejé consignadas. Esto, porque lo cierto es que uno no encajona a nadie, la gente se encajona sola.
De la doctora Ramírez se ha dicho de todo. Lo que sí me consta es que el 12 de septiembre de 2017, por escrito, renunció al último de sus partidos. “Con profunda tristeza anuncio formalmente mi retiro como militante del Partido Conservador Colombiano”, le dice al Directorio Nacional, presidido por entonces por el doctor Hernán Andrade. Lo otro que consta es que Marta Lucía venía de ser senadora por el Partido de la U. Hoy, la verdad, no tengo claro cuál colectividad representa portando el título de vicepresidenta de la República.
Pero lo que más me impresiona es que ya, como en las cunas de los bebés y mucho antes del parto, hay sonajero. Esto, porque en esa patria nuestra que en ocasiones no sabe uno si las cosas son como para llorar sin parar, o si lo que se vive es una suma de crueles sainetes, se “ensilla antes de traer las bestias”. Y entonces se especula: “A que la vice se va porque se va”, dicen. Vaya uno a saber si esto es cierto. Pero que se barajen nombres desde ahora está bien, porque si no para qué el sonajero. Y acá va: la posibilidad de que la suceda la ministra del Interior, la señora Alicia Arango Olmos, es bien grande. Hígado de Uribe, agregan. Inteligentísima dicen algunos. Disciplinaría al díscolo y poco despabilado presidente.
Pero que el que se sentiría muy a gusto sucediendo a la doctora Marta Lucía sería Carlos Holmes Trujillo quién ya fuera canciller del gobierno Duque, hoy su ministro de Defensa, adivinan algunos arúspices oficialistas. Además, quedaría de primero en la fila india. Aunque siempre en situaciones dignas de manipular, salta la liebre. ¿Por qué más bien no hacer otra encuesta –proponen sabios de la corte uribista-, a la manera como se escogió el candidato presidencial del Centro Democrático? Lo que hay son pretendientes al por mayor y todos de primera, advierten sus barras de siempre, en las cuales habría varios candidatos in pectore en el corazón del jefe. Y agárrense de la butaca señores y señoras, porque “en más de una ocasión sale lo que no se espera”. ¿Y por qué no Álvaro Uribe Vélez el presidente eterno como vicepresidente? Se repite muchísimo a sotto voce. Se salvaría Colombia por segunda vez. No lo digo yo, lo dice el sonajero (Interesante hipervínculo). ¿Quién en el Centro Democrático tendría el valor de oponerse? Pídanle a una Pitia uribista que haga la consulta al oráculo de Delfos siempre tan genial, tan sabio. Cómo se les puede ocurrir que pueda decir no. Se podrán imaginar todos y todas la gran oportunidad que se presenta: Uribe, ese Ra nacional, gobernando de nuevo, así sea en cuerpo ajeno. Pues bien, ¿les asusta este trompo que les dejo en la uña? Tienen la palabra.