Comencemos por decir que los gobiernos pertenecen a la dimensión de la “realidad real”, en tanto que los artistas y los literatos son los soñadores que, siempre inconformes con esa realidad trivial, crean en su “realidad ficticia”, un universo ideal, donde todos los infiernos, purgatorios y paraísos resultan ser vivencias que nos redimen de las frustraciones propias o ajenas, y de las injusticias y derrotas del diario vivir.
Pero, además, los auténticos pintores, escultores, cineastas, poetas, narradores y dramaturgos… al realizar sus obras nos llenan de asombro, estremecimiento y belleza, y son a la vez receptores de revelaciones inusitadas, siempre en contradicción con los gobernantes y regidores de un determinado territorio.
Solamente los líderes de verdad, los gobernantes sabios y los mandatarios visionarios, respetan a los artistas en su calidad de portadores de sabiduría y hechizos que en adelante se convertirán en los símbolos de la grandeza de una tribu o de una nación. Y por lo general, la cultura de calidad opaca a los gobiernos mediocres.
Cuando los gobernantes son cultos, intuitivos y rebosantes de grandeza, las cosas se dan por igual, como ocurrió con Carlos V, nieto de Isabel la Católica, y se vio el surgimiento del Siglo de Oro del arte y las letras españolas o cuando reinó en Inglaterra Isabel I, en que también reinó el genio de William Shakespeare y el de Christopher Marlowe.
En Colombia, desde un comienzo, sectores poderosos en varios gobiernos, la clase empresarial y bancaria, y la llamada dizque “gente de bien”, mostró siempre desprecio, cuando no odio, hacia la figura cimera de Gabriel García Márquez, sobre todo cuando hacía declaraciones públicas sobre la situación nacional.
Pero el colmo de peras en el olmo ocurrió que bajo el gobierno Turbay Ayala se intentó violar la casa de Gabo en Bogotá, so pretexto de que allí escondía armas para la guerrilla del M-19.
Gracias a la siempre respetuosa y racional política exterior de México, que le dio asilo al genial fabulista de Macondo, se salvó la vida y la honra de la Colombia decente, que por fortuna es la mayoritaria. En ese deshonroso cuatrenio, también se allanaron las viviendas del anciano poeta comunista Luis Vidales y de la escultora Feliza Burzstyn, quien murió de pena moral un mes después, en Francia, a la edad de 48 años, para no citar sino dos casos de persecución a la cultura, entre millares de violaciones de toda índole por el triste gobierno del Estatuto de Seguridad.
Cuando allanaron a Vidales, en horas de la madrugada, los agentes registraron minuciosamente su apartamento de Chapinero, buscando “armas subversivas”. El ilustre poeta fue vendado y conducido a las caballerizas de Usaquén. Entonces, el expresidente Alberto Lleras Camargo llamó a su subordinado Turbay Ayala y le dijo, con la serenidad que lo caracterizaba: “El allanamiento a Vidales no sólo es un error. Es una estupidez”.
Quiero poner de presente que lo que estoy expresando no es “un rugido mamerto” contra la derecha de Colombia y del mundo. Se trata del elemental respeto a la cultura en todos sus ámbitos y afirmaciones. Ejemplo: el líder emblemático de la derecha franquista y católica en Colombia, el fatídico Laureano Gómez, al contrario de los dirigentes derechistas de hoy, era un hombre profunda cultura, especialmente en el buen decir, en el conocimiento de los clásicos castellanos y en historia del arte. Al respecto, va una anécdota:
Luis Vidales —uno de los fundadores del Partido Comunista Colombiano, pensador marxista archiconocido en el país y profesor de la Universidad Nacional—, dos años antes de su expulsión de la universidad y de su exilio en Chile, recibió una petición de un alumno suyo de Historia del Arte: debía entregarle al presidente Laureano Gómez un concepto de su profesor sobre una escultura del joven artista, quien trabajaba por las noches en las rotativas de El Siglo, el diario del conservatismo oficialista, para obtener una beca de estudios en Italia.
Como es obvio, Vidales se negó. Conocía la vocación auténtica del alumno, pero intuía que un concepto suyo, sería rechazado de plano por el “Monstruo”. El muchacho insistió tanto, que Vidales no tuvo más remedio que escribir el concepto favorable. Tres días después, el alumno entusiasmado llamó a Vidales para comunicarle que Laureano le había otorgado la beca y de paso, para darle las gracias.
–¿Cómo así?, le dijo Vidales. ¿Qué pasó? Y el alumno le contó que Laureano había leído con mucha atención el comentario del poeta izquierdista, y que al final, cuando leyó el nombre de Luis Vidales, Laureano, comentó: “Este sabe… Le concedo la beca”.
No toda la derecha del mundo es como la actual de Colombia, con dirigentes y embajadores incultos. El general Charles de Gaulle, presidente de Francia, ultraconservador, autoritario y católico —ese sí de verdad— nombró y conservó como ministro de Cultura durante los diez años de su gobierno, al reconocido escritor marxista André Malraux, partisano contra el nazismo y amigo personal de Mao Zedong. Y cuando el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre fue condenado a prisión por dirigir un diario “ilegal”, La cause de peuple, De Gaulle no vaciló en ordenar su libertad inmediata, con esta frase histórica: “Yo sería incapaz de apresar a Voltaire”.
Por eso no se entiende lo sucedido hace unos días en España. Nadie sabe de dónde el señor Duque o la señora Ramírez sacaron al representante de ellos (que no de Colombia), para que cometiera un atropello, un error de incultura o de la más chabacana politiquería, como declarar que solo podrían viajar a la Feria del Libro de Madrid (dedicada a nuestro país) “los escritores neutros”. ¡Como si pudiera haber artistas neutros o tibios que pudieran encarnar la grandeza de sus oficios!
Pero, no importa, es una equivocación más de la actual administración colombiana, en momentos en que nadie sabe a ciencia cierta quién nos gobierna o quién nos desgobierna. Por lo tanto ¿qué más da?