Al escuchar y leer estas manifestaciones en las redes no puede uno más que sentir indignación frente a tan injustas calificaciones. Si bien es cierto, en las filas de las Fuerzas Armadas existen en ínfima proporción todo tipo de delincuentes, ¿a quién culpar por estas malas incorporaciones?
El militar empieza a serlo al cumplir la mayoría de edad, momento en el cual el hombre (como género humano) se emancipa de la familia y adquiere la responsabilidad como ciudadano frente al Estado. A los 18 años ya el ser ha sido formado y forjado para bien o para mal en el seno de sus hogares o medio en el que haya crecido, por lo tanto es producto de la sociedad.
De igual forma, esa misma sociedad, la que hoy califica a los soldados como violadores, es la que por medio de tutelas y ardides jurídicos ha ido destruyendo los filtros que otrora tenían las fuerzas armadas para seleccionar a sus aspirantes, bajo pretextos como racismo, discriminación y desigualdad, entre muchos otros; exigiendo la “igualdad de derechos” con el fin de infiltrarnos a esos delincuentes por los que hoy personas malintencionadas y manipuladoras tildan a todos los soldados y a la misma institución como criminales y cuna de los mismos respectivamente, cuando no son más que el producto de esa sociedad que los ha formado y que hoy endilga culpas ajenas a las instituciones militares.
Es indescriptiblemente indignante ver cómo se ataca a una institución que debe cumplir con los preceptos constitucionales y las disposiciones jurídicas frente a las personas que cometen estos hechos punibles, desdibujando su actuar que en la mayoría de veces obedece a un debido proceso por medio de mensajes manipulados por las redes sociales.
Los soldados violadores (en este caso) están entre los dieciocho y los veintiún años, y no llevan más de tres años en el Ejército. Entonces, ¿a quién culpar por su naturaleza delincuencial?
