El personaje no grato para los estudiantes de la Universidad de Antioquia, Daniel Quintero, afirmaba en un tweet: “Encapuchados con su actuar violento estigmatizan a la Universidad y a quienes defendemos causas honestas. La cultura de la capucha facilita la infiltración de enemigos del cambio y en general pone en riesgo a quienes damos la cara. La Alcaldía protegerá a profesores y estudiantes”. De tan dudoso y deslizado análisis a muchos nos surge la pregunta: ¿Son en realidad los capuchos quienes estigmatizan la universidad?
En la madrugada del 4 de marzo de 2020 sucedió algo muy desconcertante para la Universidad de Antioquia y el movimiento social. Un personaje ingresó a la vivienda de la líder profesoral Sara Fernández y le propinó una puñalada en la espalda que le perforó un pulmón. Afortunadamente la profesora sobrevivió luego de ser trasladada a la clínica León XIII. Coincidencialmente (o muy coincidencial diría), Fue el día anterior, 3 de marzo, que en la universidad apareció un panfleto que tachaba de “comunistas”, “guerrilleros” y “milicianos” a algunas colectividades de la universidad y sugería a estas “comportarse dentro de la ley y cesar las revueltas y bombas”, porque, en caso contrario, “serán exterminados”.
Los estudiantes y la universidad, como nunca se hacen esperar, se pronunciaron rechazando las amenazas y el atentado contra la profesora. De hecho, se realizaron diferentes actividades en su honor, además de que las asambleas por facultad, citadas con urgencia, registraron masividad en la asistencia. Por su parte, como vimos al comienzo, el Estado y sus representantes tampoco hicieron esperar sus poco oportunas como también deslizadas respuestas.
Lo que desató el tweet de Quintero fue un descontento, casi que generalizado, por la reducción que se hace de la universidad y el movimiento estudiantil a solamente el tema de los capuchos. No, no señor, la universidad es mucho más compleja y diversa que un solo grupo, una sola expresión (que a veces parece alejada del estudiantado).
Lo que hacen los medios y los representantes de este Estado, quienes aún tienen mucha influencia en la opinión pública, es desfigurar la imagen del movimiento social, deslegitimarlo generalmente llamándonos “vándalos” o “violentos”, de manera que plasma en las cabezas de la gente ideas erróneas del contenido y las reivindicaciones del movimiento social. Por eso mismo, en la sociedad colombiana siempre ha estado esa idea de que “las universidades son cunas de guerrilleros”.
Mi punto es que esas ideas se vienen acentuando hace algunas semanas debido a la orden del alcalde de que entre el ESMAD a las universidades. Esta orden, casi que autoritaria porque no medió con nadie, se puso en el debate central de la sociedad: mientras que unos defendían la universidad del ESMAD, gran parte de la sociedad rechazaba rotundamente los encapuchados y los explosivos. Esto dejaba ver aún ideas erróneas sobre las universidades públicas y acentuaba mucho más la idea de que las universidades son los cuarteles de los revoltosos. ¿Será por toda la propaganda anticomunista que los medios y el Estado han metido en las cabezas de la gente que esas ideas erróneas han tomado fuerza? ¿Será por la mínima posibilidad que la gente tiene de ingresar a las universidades públicas que esas ideas siguen escalando? ¿Será que la tendencia de los medios y el Estado de desviar la atención de los problemas importantes aplicó en esta ocasión para el tema de los capuchos? ¿Será la histórica violencia política que ha perpetuado el Estado lo que ha posibilitado la aparición de los “capuchos” (o de la capucha) y que el mismo quiere desconocer? O ¿Será culpa de nosotros mismos, lo estudiantes?
A todo esto, solo podría responder que no es responsabilidad del estudiantado ni tanta de los “capuchos” la estigmatización que por años ha sufrido la Universidad, por varias razones:
1) el estudiantado no concentra grandes medios de comunicación ni tiene aún la capacidad, a diferencia del estado, de influir en gran medida en la opinión y las ideas de la gente para informar realmente lo que sucede y buscar empatía en los demás sectores del pueblo;
2) Los “capuchos” o la capucha no brotaron de la nada, sino que son la consecuencia histórica de mecanismos de vigilancia y violencia perpetuados por el Estado, los cuales han cobrado muchas muertes;
3) Las universidades públicas se tornaron lugares de privilegio de clase, esto es, solo puede entrar una pequeña parte de la población, dejando a miles y miles por fuera, lo que podría explicar, en parte, el por qué hay nociones tan pobres sobre las dinámicas del movimientos social y las universidades;
4) Quienes concentran riqueza y medios tienen mucha capacidad para influir en la opinión pública y así determinar un enemigo en común (psicología social básica), en este caso los “capuchos”, desviando la atención de temas que realmente son importantes y afectan al grueso de la población;
5) Si bien es cierto que los grupos clandestinos de las universidades imponen muchas de sus acciones al grueso de los estudiantes, interrumpiendo clases y procesos al interior de la universidad, realmente no han representado un problema determinante para el funcionamiento de la misma. Por el contrario, si ha representado un problema determinante la desfinanciación de las universidades, ya que ha amenazado hasta con cerrarlas;
6) Los explosivos que, si son amenazantes para la gente y si han costado muertos en la universidad, en la realidad no han tenido tanta magnitud como la violencia ejercida por el ESMAD, el cual ha asesinado 34 personas en 20 años y no necesariamente “capuchos”.
Por ello, hay que tener cuidado con los análisis de ciertos “dirigentes” y personas que dicen “apoyar” causas justas, porque no nos dejan avanzar en la lucha. Antes bien, representan un obstáculo más para el movimiento. Como dicen por ahí: “hay que tener cuidado con los lobos vestidos de ovejas”