Los deslumbrantes desarrollos tecnológicos que de manera incontenible se vienen dando en el campo de las comunicaciones han traído consigo un mundo de oportunidades sin límite para acceder al conocimiento en todas las áreas y niveles del saber, incluido el conocimiento noticioso. Estos signos de progreso han adquirido un particular encanto con la aparición de las redes sociales, las cuales han hecho que el número de ciudadanos informados sobre los acontecimientos del día a día crezca con cada nuevo amanecer y que el clima de las tertulias familiares y con los amigos se esté elevando a temas de mayor actualidad e interés.
Tal ambiente quisiéramos que fuera propiciado de una manera honesta en campos como el de la política, pero lamentablemente no es así. Los dueños del poder económico y político, dueños además del monopolio de los grandes medios, están aprovechando esos avances para, a través de triquiñuelas de alto postín, embaucar a los consumidores de su información, que somos casi todos, y llevarnos a respaldar o rechazar hechos e iniciativas según su conveniencia, como ocurrió con motivo del derrocamiento de Evo Morales.
Según el estudio Cinco preguntas sobre la operación del golpismo boliviano en Twitter, adelantado por los académicos Rosa Miriam Elizalde y Pedro Santander Molina para la revista virtual Mueve América Latina, cuando el golpe ya estaba en marcha se dio una inusitada explosión de mensajes virtuales, a través de los cuales se generó la percepción de un abrumador apoyo al gobierno de facto de Jeanine Áñez y se exacerbó el sentimiento de odio contra el presidente depuesto.
Según explicaron estos analistas, en la mayoría de los casos se trataba de “bots”, es decir, cuentas inauténticas en las redes sociales, manejadas desde un software que imita el comportamiento humano, a las cuales se las orienta a crear una artificial narrativa común, con lo cual sus promotores quedan convertidos en implacables líderes de opinión, y la opinión pública en dócil seguidora de iniciativas sobre las cuales no está debidamente informada.
Lo anterior explica que un Gobierno que sacó de la extrema pobreza a una fracción significativa de ciudadanos, mientras a otros muchos los llevó a hacer parte de las capas medias, no hubiera contado con un respaldo tan amplio como el que hizo que en Venezuela retrocediera el golpe de las élites contra Hugo Chávez.
Ese nefasto papel que jugaron las redes sociales en Bolivia bien merece una reflexión, sobre todo, de quienes consideran que ellas han traído un aire de democracia al campo de las comunicaciones, porque si bien siguen siendo un importante instrumento en sus manos, son arma letal en manos de la oligarquía.