Puede ser que la reproducción de la imagen y el afán imperante de plasmar nuestra existencia en piedras y muros, papeles y lienzos y ahora pantallas, sea una tendencia natural. Siendo así, entender esa reproducción de imágenes como parte de un proceso que implica la transformación de bienes económicos en entidades culturales puede ser un punto de partida para leer la publicidad de hoy. Ya hemos visto cómo las grandes marcas hacen de su imagen un elemento de culto. Doblando y retorciendo significados y plasmando en el imaginario colectivo todo un repertorio inmanente de su ideología.
Puede ser que la publicidad con la interdisciplinariedad de sus herramientas pasó de simplemente publicitar a la creación y recreación de consumidores. La inversión de la formula “mejor es más” por “más es mejor” afectó profundamente los estilos de vida de las sociedades industriales; ya no basta con mostrar el producto y decir para que sirve, porque en un mercado saturado del mismo tipo de mercancías la publicidad debe vender diferencias ya sean reales o simbólicas. Sin embargo, seguir el paso a la revolucionada industria mediática, cada vez más veloz gracias a las plataformas digitales, presenta algunos problemas en la recepción de contenidos y es que la costumbre de materializar conceptos abstractos por medio del enlace imagen-publicidad-producto suele crear confusiones semánticas y nos lleva a desear experimentar la “libertad” con la compra de un automóvil último modelo.
Ahora bien, tenemos la información en la punta de los dedos, pero la mayoría de las veces somos incapaces de analizarla, de encontrarle sentido y las consecuencias son tan graves que la sociedad de los idiotas informados de la que habla Pedro Rodríguez Rojas es factible. Hay un exceso de información que crea ruido y si bien la ausencia de ruido nos puede volver locos, la desproporción de este puede distraernos de las cosas importantes y la democracia participativa, la democratización del conocimiento, el desarrollo y la integración social se convierte en eso, un molesto ruido que pasa desapercibido en nuestras vidas llenas de “libertad”.
