Estudios recientes han señalado que quienes nacimos entre 1981 y 1995 somos Millennials o nativos digitales. Según la revista Forbes, hoy en América Latina un 30% de la población corresponde a esta categoría. De acuerdo a una proyección de la consultora Deloitte, en el 2025 representaremos al 75 % de la fuerza laboral del mundo.
En Colombia, los Millennials tenemos una característica especial, más allá de los estándares de los procesos industriales, inherentes al capitalismo. Somos la generación del Sí a la Paz. Asistimos como testigos y en muchos casos como protagonistas de una guerra hereda de viejos rencores, de viejos problemas estructurales, como la inequidad de en la distribución de la tierra.
Somos el resultado de la mezquindad de una elite política y empresarial que quería todo para ellos, sus hijos y nietos. Sólo basta con hacer un estudio retrospectivo de los apellidos que han sido dueños y soberanos de nuestros recursos y nuestras instituciones. El resultado, sería un escenario desalentador y muy disiente de los “lideres” que han perpetuado la guerra, en muchos momentos, bajo las consignas de venganzas personales. Ahora bien, no es que quiera hacer apología a la lucha guerrillera, pero es importante, aunque muy poco se habla de eso, recordar las motivaciones políticas que dieron origen al conflicto armado en el país.
Nos toca a nosotros asumir la responsabilidad de decir Sí a la paz, pero también construirla desde nuestras profesiones, conocimientos, artes y pasiones. En nuestra geografía nacional se repiten los escenarios de miseria social y política. En cada departamento hay niños que se mueren de hambre; unos con más medios de comunicación que otros divulgándolos. Cada territorio tiene un gamonal o familia política que ha monopolizado la administración pública, restándoles el espacio de participación a los ciudadanos que creen en la política como un oficio de servicio público y no en una carrera para el beneficio propio.
Joven que generosamente me lees, piensa por un momento en esos políticos eternos en tu tierra, o en los delfines políticos que vemos en la televisión donde sabemos que su carta de presentación laboral es su apellido. Esto es con nosotros, o más bien como dice una de las campañas del plebiscito, la Paz es conmigo y contigo. Nos toca a nosotros, desnaturalizar la corrupción, pues la paz será posible cuando nuestro mérito profesional esté por encima de la burocracia, de la venta de votos, de la servidumbre política y que la denuncia se convierta en el arma fundamental, para arrebatarle a los politiqueros nuestros recursos.
Nos toca a nosotros, imaginar y crear. Hay territorios en nuestro país que se reconfiguraron a partir de la dinámica de la guerra. Ese es el lienzo perfecto para construir nuevos procesos, crear nuevas empresas y crear nuevas vidas, donde la violencia se convierta en un viejo relato de los abuelos.
Nos toca a nosotras, sí, a las mujeres. Poetizas, poderosas, matronas, bellas y capaces aportar en términos de igualdad a esta Paz que necesita de nuestro complejo ser, de nuestra sensibilidad y de nuestra fuerza como dadora de vida y portadoras de sabiduría. Las Millenials, creemos en el amor en libertad y sabemos que no hay que aguantar golpes a ningún tipo, que no hay trabajos sólo para hombres, que podemos decidir si parimos o no. La Paz está en nuestra manos y en nuestras redes colaborativas como género y en esa particularidad que tenemos para acoger amablemente a las minorías y luchar con ellas. Decía Margeth Thatcher: "En política, si quieres que algo se diga pídeselo a un hombre; si quieres que algo se haga, pídeselo a una mujer". Esa premisa, la comparto absolutamente, yo quiero que la Paz sea posible y por eso, nos toca a nosotras.
@Marze1822