De forma recurrente he escuchado en varios escenarios el término ‘chambón’; y se creería que es un colombianismo o expresión autóctona que no se encuentra en los diccionarios; pero para mi sorpresa la Real Academia de la Lengua Española le ha dado cuatro definiciones, a saber: “1) De escasa habilidad en el juego, caza o deportes; 2) Poco hábil en cualquier arte o facultad; 3) Que consigue por chiripa algo; y 4) Persona ordinaria”. O sea, que la palabra ‘chiripa’ también existe para la RAE: “Suerte favorable que se gana por casualidad”. Con todo esto puedo afirmar que somos genéticamente chambones y muchísimas de las cosas positivas que obtenemos, son atribuibles a la chiripa.
A la conclusión he llegado luego de unas cortas vacaciones a un popular destino turístico de la patria, que no he de mencionar para evitar el matoneo virtual. En ese lugar aspiran pasar una breve temporada muchos colombianos, es el sueño más posible para los excursionistas de colegio de clase media, las integraciones de compañeros de trabajo y la familia promedio. Allí fuimos como colombianos promedio que somos, a encontrarnos con que lo bonito, es lo que provee la naturaleza, pero aquello en lo que interviene el ser humano, resulta ordinario a propósito.
A aquel destino turístico al que me refiero, llegan diariamente en temporada media un aproximado de 800 turistas con planes que en promedio oscilan entre 800 mil y 1 millón de pesos y que gastan en bienes y servicios que se ofrecen en la localidad, un estimado de 100 mil pesos diarios por persona, fuera del paquete turístico. Haciendo mis cuentas de la lechera, fuera del paquete insisto, al comercio local, el de la gaseosa, el collar, la empanada, la moto, le ingresa como mínimo 80 millones de pesos diarios, repito, en temporada media. Entonces no comprendo por qué el de la caseta tiene la misma caseta sin pintar hace 15 años y sigue botando la basura debajo de una palmera a la vista de todo el mundo. No entiendo por qué el de la lancha tiene los mismos chalecos salvavidas remendados de hace 8 años. No concibo cómo es que sirven diariamente el mismo almuerzo de hace 10 años cocinado a las carreras cuando a la fija despachan 500 diariamente. Las críticas abundan, pero me limito para no ser tan explícita.
Y no es el único ejemplo de la economía meramente extractiva y sin proyección que heredamos de la época colonial, con la diferencia que lo que los españoles se llevaban sí era reinvertido, claro que no aquí, sino en las majestuosas ciudades que aún conservan su belleza gracias a lo que se llevaron. He visitado otros destinos turísticos de nuestra Colombia en los que el esquema se repite, ciudades en las que el turismo genera trabajo, recursos y posibilidades de mejoramiento, pero a contrario sensu a pasos agigantados crecen los cordones de miseria, la delincuencia y la hostilidad.
La única respuesta que hallo es la del título: Somos genéticamente chambones. Nos acostumbramos a la ‘ch’. Según Hassan la ‘ñ’ es la ñera, pero a mi juicio, la que nos lleva en reversa es la ‘ch’; la chichipatada, la chambonería, la chiripa, la charlatanería, la chabacanería, la chicanería, y todo aquello que nos hace chusma. Somos escasos de habilidad en la estética, poco hábiles en el arte de servir, chiriperos a la hora de sostener una economía de turismo y ordinarios hasta para fritar un pescado. En resumidas cuentas, somos genéticamente chambones.
Aclaro que hay pueblos y ciudades que van por otra ruta y que da gusto visitar, verbigracia Medellín, Manizales, Armenia, Pereira, los pueblos del eje cafetero en general, Bucaramanga, Barranquilla y otros tantos en los que se ha construido una conciencia colectiva de la estética urbana, de la hospitalidad y de la amabilidad.
Hoy charlé con un amigo de esos a los que los años van haciendo sabios a su manera y discutiendo este y otros temas más locales, muy a su manera me dijo: “Nos harían un favor tirándonos una bomba atómica, vea lo que le pasó a Japón después de la segunda guerra mundial”. No estoy de acuerdo con una solución tan radical; creo que con menos Familias en Acción, más educación y conciencia ciudadana, la cosa podría enderezarse un poco. Fácil en el papel, pero difícil en la práctica dadas las peculiares características de nuestro ADN.
http://profemonicalozano.blogspot.com/