¿Somos capaces? ¿O es “misión imposible”?
Opinión

¿Somos capaces? ¿O es “misión imposible”?

Por:
diciembre 30, 2014
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… “si esta vez no aprendemos,
será que merecemos la derrota
 Y sé que merecemos la victoria
Mario Beneddetti

Pertinente y conmovedor el lanzamiento de la campaña “Soy Capaz”, en la que más de 120 empresas y personajes de los medios de comunicación, líderes religiosos, deportistas y artistas, manifestaron su voluntad de aportar desde su cotidianidad a la construcción de la paz en Colombia. Con el acto simbólico de cambiar sus zapatos por los de víctimas, combatientes de las Fuerzas Armadas de Colombia y de las fuerzas irregulares y personas reinsertadas, declaraban además su voluntad hacia el perdón y la reconciliación.

El valor simbólico e incluso poético de la campaña es alto. Poetizar este tramo del proceso es un camino que debemos recorrer, porque la guerra es precisamente un escenario que instala símbolos y lenguajes que matan  la poética de la vida, que alejan la posibilidad de disfrutar la vida y sus milagros.

Otra iniciativa en el sentido de recuperar la posibilidad de destacar que la vida nos inspira, es la que adelantan la cantautora colombiana Marta Gómez y cientos de personas que en el mundo se han unido para escribir, cantar y bailar la urgencia  de invertir toda la creatividad y la imaginación en desmarcarse de las guerras y destacar la cantidad de ideas que surgen cuando es la vida en paz que nos merecemos la que nos inspira.

Sinceramente, creo que si hubiera más poetas, cantadoras y cantantes, recreadores y recreadoras en las mesas de negociación, esos escenarios serían mucho más parecidos al futuro que queremos y merecemos y no los lúgubres y retóricos espacios que generan tan poquita simpatía.

Por supuesto, el acto simbólico tiene que ir acompañado de acciones concretas de paz. Por ejemplo, un instante después de que cada empresario y empresaria se pusiera los zapatos de combatientes y víctimas, podrían, por ejemplo, declarar: “Soy capaz de destinar un porcentaje de las utilidades a generar oportunidades para que no se repitan las exclusiones e injusticias que hacen que muchos niños y niñas se embarquen en las guerras”. Varios empresarios lo han hecho, pero siguen siendo la excepción en este país de grandes desigualdades e indolencias.

También corresponde a los medios de comunicación que después de haber hablado de reconciliación, empiecen desde mañana mismo —y no sólo durante los dos meses de al campaña—  a renunciar a la polarización del país, a no condenar a la gente que entrevistan, a rebajar la saña contra quienes piensan diferente, o simplemente, no compran pauta en su medio.

¿Y qué tal las Farc? Ostentando  una retórica eterna y poco confiable, con estilos que van del acartonamiento al cinismo y con una torpeza política enorme, nos recuerdan esa escena memorable de Misión Imposible, pues “hablan y se autodestruyen en cinco minutos”. Ahora también se autodestruyen cuando escriben.

En un relato bien escrito y detallado, la guerrillera Diana describe intimidades del cautiverio de Ingrid y Clara que las revictimizan. Por supuesto, es una descripción de la crudeza de la guerra, de cómo empobrece la vida y hace que todo se trastoque, empezando por los valores de los y las combatientes, quienes para soportar las extremas condiciones deben apelar a convencerse de que hay heroísmo en sus actos, que hay justificación a su barbarie y a la pérdida de su dignidad y la de la gente privada por ellos de su libertad, e incluso, tienen que convencerse de que mantener vivas a estas personas fue un acto de humanidad que debe agradecerse.

Sin embargo, con la urgencia y necesidad de poesía que reclamo al principio de este escrito, no puedo dejar de imaginar la increíble y maravillosa escena de la vida abriéndose paso en medio del dantesco panorama: El niño que llena de inspiración a todos los bandos: guerrilleros y prisioneros inventando juguetes, ropita y accesorios para el futuro habitante del campamento; enfermeras que sin detenerse a pensar en su falta de conocimiento, hacen una cesárea en medio de la selva; pechos de las mujeres de la guerra derramando su leche para alimentar al recién nacido; tablillas improvisadas para que el bracito vuelva a su sitio; cargadores y brazos dispuestos para protegerlo en las largas marchas, con la muerte pisándoles los talones.

Hay demasiado dolor, demasiada ignominia en todo esto, pero también demasiada poesía, demasiado milagro, demasiada sobrevivencia.

Por eso hoy que tenemos subcomisión de género en La Habana, creo que podemos no solo hacer visibles los efectos desastrosos de la guerra sobre los cuerpos y vidas de las mujeres —proceso absolutamente necesario— sino intentar también narrar esta historia en clave de milagro, de posibilidad, de resiliencia. Esa puede ser  una senda que transitemos o iniciemos a transitar las mujeres de todas las vertientes e historias de vida. Eso es de lo que “somos capaces”, como enuncia la campaña. Como decíamos en la carta que el movimiento de mujeres de Cali envió a las guerrilleras de las Farc reunidas en el Caguán hace 13 años: “Les proponemos una cita. Nosotras ponemos los espaguetis”.

Fecha de publicación original: 9 de septiembre de 2014

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