Veredicto de un sommelier sobre los chirrinchis más populares de Colombia

Veredicto de un sommelier sobre los chirrinchis más populares de Colombia

El Old John, Vincoca y Moscatel, licores que se consiguen por menos de diez mil pesos, son sometidos al paladar del consagrado catador Sebastián Giraldo

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noviembre 26, 2015
Veredicto de un sommelier sobre los chirrinchis más populares de Colombia

No, un momento. ¿Cuáles tragos? Estos no son tragos, estos son chorros. El trago es un placer sibarita sin justificación: bebidas costosas que no alimentan, botellas pesadas que sólo contienen más sed, una excusa perfecta para alargar una noche improductiva y dar por terminada la mañana siguiente. El trago es el máximo esnobismo del hombre sedentario. El chorro, por su parte, es todo lo contrario. Es puro pragmatismo en caja o botella: es toda la revelación sin necesidad de tanta ceremonia.

Por eso invitamos al sommelier Sebastián Giraldo, hijo de enólogos, egresado de la prestigiosa escuela húngara Gundel Károly, dueño de su propia empresa de catering y profesor de la Escuela Mariano Moreno, para que hiciera una evaluación técnica y objetiva de estos licores bastardos. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio de pensar estos chorros.

A excepción del moscatel, reunir este dream team fue más difícil de lo que creíamos. Entramos a cuatro tiendas diferentes en Chapinero preguntando por Old John, Ivanoff y un aperitivo cualquiera. Cuando finalmente los encontramos, nos llevamos una gran sorpresa: la mayoría de estos tragos resultaron tener precios muy similares a los de un aguardiente de marca. Todo parece indicar que tomar chorro chirri es una decisión en la que cuenta más el romanticismo que la billetera.

Por recomendación del sommelier destapamos las botellas de menor a mayor cantidad de alcohol. Así que empezamos la cata con un vino de uvas pasas que ha sido tradicionalmente el mejor amigo del bachiller en proceso.

Lo primero que el sommelier hizo fue inspeccionar la botella. "Sírvase bien frío ", leyó en voz alta. "Ya esto me dice que no es un buen trago", dijo. "Lo que pasa es que el frío oculta muy bien el sabor del alcohol. Por eso cuando usted sabe que su trago no tiene el mejor sabor recomienda que lo sirvan helado para que sea más pasable". Y con eso Giraldo le dio sentido a mis 10 años de vida etílica.

Luego, procedimos a servir el trago en una copa de boca cerrada, que es la única forma de percibir todos los colores y aromas de este moscato o de cualquier otro licor. "Como vino tiene color de whisky", fue la primera apreciación de Giraldo. "El color es brillante, traslúcido. Al menos se ve potable", agregó mientras inspeccionaba la copa en un ángulo de 45 grados sobre un fondo de papel blanco.

"El aroma recuerda al de un jarabe muy dulce. Algo así como un Halls derretido en trago". Luego Sebastián agitó la copa para poder percibir algunos aromas que podría ocultar este moscato en reposo. Pero en vista de que uno no puede andar por la vida esperando una botella llena de fragancias enigmáticas a cambio de 9.000 pesos, el sommelier procedió a mojarse el pico sin más rodeos.

Tras un trago corto, soltó un veredicto lapidario: "El sabor está a mitad de camino entre una compota y un frutiño". Según él, ningún moscatel podría considerarse vino, ya que mientras un vino se hace con puro jugo de uvas frescas, los moscateles usualmente se preparan licuando uvas pasas (a veces podridas) y dejando fermentar esta pasta para obtener una bebida espesa y alcohólica que luego se mezcla con agua. Sin embargo, este moscatel le pareció particularmente ordinario y afirmó que guarda más parecido con un jugo de cajita que con cualquier clase de vino. El maridaje que el sommelier recomendó para acompañar un moscatel fue un paquete de galletas navideñas (se hace agua la boca, ¿no?). Su detalle preferido de este trago, que le soltó la risa, fue encontrar entre los ingredientes las palabras "colorantes permitidos".

Imposible hacer esta cata sin invitar a la fiesta al compañero de cama del chirrete, al analgésico preferido del punkero, el Old John. Como la empresa Vincoca conoce a sus clientes, ahora el Old John viene embotellado en una envase plástico que no sólo es irrompible sino que también tiene una forma que se adapta perfectamente al bolsillo trasero de un jean.

Para sorpresa del sommelier, la botella afirmaba que este delirante aperitivo de whisky afirmaba contener sólo 3.3 grados de alcohol. "Debe ser una error de digitación, o una estrategia para evadir impuestos", afirmó. Sin embargo, Sebastián fue duro pero justo y le reconoció al trago que tenía un buen dosificador.

"Este sí me da como miedo", dijo mientras servía el trago en la copa. "El color es muy rojizo para ser un whisky, pero eso no me sorprende, porque esto no es ningún whisky, de ahí que incluya en la etiqueta la palabra aperitivo".

El Old John dio positivo por doping en las pruebas de aroma y color. "Usualmente un whisky toma aroma y color de los cereales con los que se prepara y de la madera del barril en el que se añeja", explicó Sebastián, "pero esto evidentemente nunca ha pasado por un barril, más bien fue destilado en un tanque de acero inoxidable (eso espero) y luego le agregaron algún colorante". En cuanto al aroma, el Old John se hace pasar por whisky en un principio, pero tras agitarlo un poco Sebastián dijo que este trago "huele a guaro, porque probablemente lo fue".

A la hora de la verdad, el trago engañoso de la botella plástica obligó al sommelier a arrugar considerablemente la cara. "Tiene mucho más alcohol de lo que dice. De hecho es puro alcohol. Esto debe tener por lo menos 29 o 28 grados", dijo justo después de probarlo. Fue aquí cuando Sebastián comenzó a sentir los rigores del chorro: "Con este 'whisky' se siente de una el alcohol aturdiéndole a uno la cabeza", comentó mientras se llevaba los dedos a la frente. "Sobre todo aquí, en la parte frontal".

Giraldo cerró su cata con palabras que jamás saldrían de la boca de un verdadero bebedor del Old Jhon: "No tomo más porque se me bloquean las papilas gustativas". Si ya se metió en la vacaloca de tomarse una botella de Old John, Sebastián le recomienda que lo baje con un pedazo generoso de salchichón, cuanto más grasoso mejor, para amortiguar el golpe.

Ni puta idea a que se refiere el fabricante Vinos Colombianos de Calidad, el mismo que produce el Old John, al incluir en la etiqueta de este aperitivo la palabra granizado. El Vincoca pertenece a la familia etílica de los aperitivos, la misma del Eduardo III, el Anisado, El plateado y El capo, ¿se imaginan salir con todo ese parche?

En la copa, el aperitivo Vincoca no revela mayor cosa. "Es acuoso, lo cual parece indicar que no tiene mucho azúcar, ya que los tragos más dulces suelen ser un poco espesos. Este parece puro alcohol". Luego, el sommelier comparó el aroma del Vincoca con el de uno de esos dulces de color blanco y rojo que le regalan a sus alumnos las profesoras que en secreto odian a los niños. "Es un sabor a anís ordinario, no usaron el condimento, usaron algún saborizante".

En la gargant, el Vincoca se siente como una aguardiente aguado. Esto, a pesar de que la etiqueta afirme que este licor contiene 29 grados de alcohol, casi 5 más que el aguardiente Néctar Club (aunque ya sabemos que es mejor no fiarse mucho de las etiquetas).

"Este trago no tiene mucho para ofrecer. Se siente el anís, alguna esencia cítrica", dijo Sebastián tan pronto como logró tragar ese nudo de alcohol etílico. "Luego ataca ferozmente el alcohol", completó, mientras sacudía los hombros. Cabe anotar, digo, que una embestida alcohólica como esa no necesariamente es algo malo si usted piensa compartirla con varias personas.

"El posgusto", continuó el sommelier, "revela algún rastro de azúcar o panela". Según él, esto se debe a que los colombianos, por lo general, solemos inclinarnos por los tragos más dulces. Según Giraldo esta es la explicación de que bebidas como el Smirnoff Ice hayan sido un éxito instantáneo en el país, mientras que otras, como los vinos, por ejemplo, hayan tenido que ganarse su espacio en el mercado a codazos.

Sebastián sospecha que el Vincoca y el Old John fueron alguna vez uno solo. Esto por allá en el tanque de acero inoxidable. Luego, como Bart y su hermano malvado, Hugo, fueron separados al nacer. A uno lo dejaron casi quieto, a excepción de un par de esencias, y lo llamaron Vincoca; al otro le agregaron color, esencia y la etiqueta de Old John. "Probablemente estos aditivos hagan que el Old John sea más dañino".

Para bajar todo ese dulce Giraldo le recomienda pasar cada trago de Vincoca con un paquete de Choclitos de limón.

"Este no va a ser tan malo", me dijo el sommelier, mientras evaluaba la que era apenas la segunda botella de vidrio en una cata de cuatro tragos. Luego lo probó y la evidencia lo obligó a retractarse: "Malo, malo, malo", fue su veredicto.

Según Giraldo, y a pesar de que según la etiqueta ambos tienen exactamente la misma concentración, el Ivanoff contiene mucho más alcohol que el Vincoca. Su aroma le trajo a Sebastián recuerdos de estar en una enfermería esperando a recibir un chorro de alcohol antiséptico en la rodilla. "Seguramente a esto le agregan alguna esencia, porque puro es una porquería".

El sommelier afirma que el vodka nunca falta en el pasillo de los tragos baratos, ya que es un licor que se puede elaborar prácticamente a partir de cualquier tipo de materia orgánica sin dejar rastros en el sabor del producto destilado. Aterrador, ¿cierto?

El detalle que más le gustó a Giraldo de este trago fue su tapa con dosficador externo, la cual probablemente se deba a que este es el tipo de porquerías que incluyen en los cócteles de happy hour y barra libre.

Según Giraldo, en Rusia el vodka suele ser acompañado de un Blini, que es una pequeña tortilla sobre la que se sirven caviar, salmón ahumado y queso crema. Pero como hay vodkas rusos y licores de vodka embotellados en Chía, el sommelier recomienda acompañar el Ivanoff con un pedazo de cábano.

El ranking

Para terminar, le pedimos al sommelier que clasificara estos tragos de mejor a peor y así quedó la cosa:

  1. Vincoca, que no tiene mucho encanto pero al menos no es tan repulsivo.
  2. Moscatel, porque al menos es lo que promete.
  3. Ivanoff, a regañadientes.
  4. Old John, una mentira desde la etiqueta hasta el último trago.

 

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