… Lo que pasa es que ese hombre para mi nunca ha naciiido (Bis)
Mejor me sigo comiendo el topocho bien cocido…
Prefiero la libertad, que un esposo bien jodido…(Bis)
Y así sigue La solterona
Una simpática canción llanera que me sirve de excusa para hablar de la tía solterona que todos tenemos o tuvimos, pero que con el tiempo ha cambiado radicalmente en su forma de pensar y actuar, sobre todo si es una mujer profesional.
Suena a chiste porque se vienen a la memoria esas reuniones donde a los hijos de la casa los obligaban a sacar a bailar a la tía solterona, esa mujer sacrificada, solitaria y frustrada si se quiere, que se desvivía por sus sobrinos. Sonaban La Saporrita o Canto a la montaña
O Espérame entre palmeras y eso significaba: “Mijo, vaya baile con su tía… ¡Esooo, déle vueltas! ¡Aprenda con su tía!... y la novia sentada sonriendo, gozándose el espectáculo. Pero lo cierto es que la solterona de hoy ni siquiera contempla el tono peyorativo con el que se señalaba a esa tía que por alguna razón nunca se casó.
Para el sicólogo-sexólogo José Manuel González, hay tres clases de solteronas. La primera, es la tradicional; esa que cuida a los abuelos (sus papás), y de quien podría decirse que ellos mismos frustraban su vida sentimental, le espantaban los novios y premeditadamente impedían que se casara. Era la sacrificada de la casa. Tenía hasta una fisonomía particular: gorda, fea y bigotona. Ella es la que se ha aguantado frases como: “No puedo creer que todavía estés soltera”, o “¿cuándo fue la última vez que saliste con alguien?”, o “tranquila que el hombre correcto llegará en cualquier momento”, o “¿Cómo es que nadie se ha interesado en ti?”, entre muchas otras imprudencias. La pobre, como en la canción del comienzo, busca sus respuestas para defenderse:
“Yo no aguanto cantaleta de borracho amaneciiidoo.
Si me voy para una fiesta nadie tiene que prohibiiirloo”.
Muy duro, la verdad.
La segunda, es esa mujer bonita de quien nadie se explica por qué no se ha casado, pero que tiene una experiencia sentimental o sexual negativa; tiene su trauma emocional o sexual (o los dos), pero nadie lo sabe. Y la tercera es la de hoy, esa mujer profesional, eficaz y bonita que se entrega a su trabajo. “Tiene más testosterona y es más agresiva laboralmente. Tiene metas más altas, se esfuerza más, se enfrenta a cualquier hombre y lo hace mejor que él; disfruta su éxito profesional y deja de lado buscar marido, y si a eso se suma que tuvo un mal papá, se vuelve audaz y no le interesa nada más, pero tampoco tiene abstinencia sexual”, dice el Dr. González. Él asegura que su experiencia le ha mostrado cómo en este espectro de la solterona por elección, en la exitosa profesional, también está la que termina siéndolo porque tiene un amor prohibido; generalmente se enamora de un casado, un súbdito por lo regular, no es capaz de soltarse y se le pasa la vida en esa situación. Puede hasta cambiar de ciudad y nunca se desprende; es frustrada sentimentalmente porque ese hombre comprometido jamás dejará a su esposa.
A las mujeres que están leyendo esta columna y que se encuentran en el nicho de la solterona por elección, les recuerdo que los roles han evolucionado, pero no la esencia de la mujer como ser humano; como madre, como amante o esposa, y como profesional o ejecutiva. No se trata de tener hijos porque sí, ni de casarse porque toca, y menos trabajar y olvidarse del resto. ¿Saben por qué? Porque a la mayoría de esas mujeres que se ufanan de adorar a sus sobrinos y vivir felices solas, también les llega la vejez. Ellas, las solteronas exitosas, comienzan a hacer la evaluación de su vida a los 45 y por naturaleza terminan diciendo: “me hace falta un hijo o una pareja”, entran en depresión aunque digan que están felices con su vida. “Pónganse a pensar en un sábado a las tres de la tarde desparchadas, desprogramadas… O un domingo a las cinco de la tarde, hora de la depresión y del suicidio, viejas y solas”, finaliza el Dr. González.
Así que mis queridas solteronas por elección, la vejez en soledad es muy dura y la vida siempre nos pasa la factura de lo hecho o no hecho en la juventud. Esto no es general, pero casi, así que piense si lo que realmente quiere es:
“Échele duro p’allá, échele duro p’allí.
Solterona quedé ya, solterona he de morir”.
¡Feliz resto de semana y Colombia le va a ganar a Brasil!