¡Solo su sueño era posible!

¡Solo su sueño era posible!

Un texto a propósito de la Navidad Negra, un episodio histórico que los nariñenses no borran de su memoria

Por: Centro de Pensamiento Libre
diciembre 21, 2020
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¡Solo su sueño era posible!

Con motivo de la conmemoración de los 198 años de la fatídica navidad negra perpetrada por las tropas independentistas de Bolívar, el poeta nariñense Carlos Eduardo Lagos Campos recoge apartes de textos de escritores e historiadores como Julio Cepeda Insuasty, José Manuel Restrepo, Alberto Montezuma Hurtado, Pedro Fermín Cevallos, Isidoro Medina Patiño, Roberto Botero Saldarriaga, Ignacio Rodríguez Guerrero, Pedro María Ibáñez, Carlos Pereyra, José Rafael Sañudo, Leopoldo López Álvarez, Pablo Emilio Obando y Enrique Herrera Enríquez, y de los generales Tomás Cipriano de Mosquera y José María Obando.

Esto como probanza de aquellos luctuosos hechos y con el fin de crear como una “colcha de retazos” una narrativa al estilo de poesía costumbrista que describe estos amargos hechos; esto como un justo reconocimiento a todos los que cayeron inermes en manos de la espada del “libertador”. Haciendo uso de una exquisita prosa no solo suya, sino de sus referentes, logra encadenar estos apartes para darnos a conocer los hechos luctuosos de esa amarga navidad:

Espolean sus caballos sobre lo blanca ciudad, en el lomo jinetes de los lanceros de Aragua y Casanare; tras ellos la soldadesca enardecida de los temibles Batallones Rifles y Bogotá al mando de los generales Sanders, Salom, Flórez, Córdoba y Sucre el hijo predilecto de Bolívar.

¿Su consigna? Borrar de la faz de la tierra a esta raza bravía, acuñada en las tierras del sur, fervorosos creyentes de la fe, respetuosos de la autoridad y de sus tradiciones.

¿Su pecado? Su fe en Dios, sus creencias, su autonomía, sus tradiciones, su organización política (Cabildo abierto) y económica y su rebeldía.

¿La causa? Se atentó contra sus principios e ideales por lo cual este pueblo no dudó en tomar las armas para defenderlos.

¿La verdad? El pueblo pastuso era reacio a esta causa y entendió que este cambio en el ejercicio del poder, en nada les beneficiaría, como históricamente quedaría demostrado.

Su histórica resistencia contra el general Nariño, la valentía de sus mujeres en el Ejido y en Calibío, sus victorias en el juanambú, en las laderas del Galeras, en Anganoy, en Taindalá y la emblemática Batalla que se libró en el sitio conocido como Bomboná, fueron la excusa perfecta para entregar a la ciudad al saqueo en uno de los errores más vergonzosos de su guerra infame.

“El 24 de diciembre de 1822 el pueblo del sur fue invadido, pisoteado y abusado, la libertad se tiñó de sangre, se perfumó de muerte, se vistió de persecución, de masacres y sacrificios. Sobre el pie del Galeras, Bolívar bautizó con muertos las calles, con violaciones las iglesias, con represiones a la valentía; no dejó un sueño vivo, porque solo su sueño era posible”.

Fueron muchos y de una extrema sevicia los excesos de las tropas; la ciudad había sido desalojada por las milicias; únicamente se encontraban en ella mujeres, ancianos y niños. La masacre fue horrible: nadie se salvó de aquella orgía de terror; no se respetaron a sus inermes habitantes; mujeres, ancianos y niños fueron masacrados y violados incluso a las siervas de Dios. Durante aquella amarga noche de Navidad y durante tres días más.

Fueron destinadas la primera y quinta del Rifles a tomar las alturas; el resto del batallón, se dirigió contra la principal estancia del enemigo. Habiéndose esta sobre la iglesia de Santiago, donde los pastusos se creían invencibles con el auxilio de aquel santo apóstol, patrón de la España… La propia imagen de Santiago fue puesta en medio de los defensores, como un gran general y más bien cayó al suelo en uno de los lances del combate, convirtiéndose en un estorbo.

Y entonces, bajo la vista inexplicablemente gorda del general Sucre, los vencedores se entregaron al saqueo de la ciudad, distinguiéndose por sus atrocidades el famoso Batallón Rifles, con al inglés Arturo Sanders a la cabeza.

Los cuerpos desfilaron sin detenerse por la fragosa montaña del colorado, ahí se derramó la sangre de nuestras gentes que luchaban en defensa de sus creencias, de sus principios, de sus intereses; pero esto no fue suficiente para la consigna de “guerra a muerte”, implantada por Bolívar contra esta fortificación, resguardo de la tranquilidad y del culto a lo religioso.

Soldados, ingleses y esclavos mancillaron el honor de nuestras mujeres, saciaron en ellas su sed de venganza, su perfidia y su deshonra, a pesar de encontrarse vigente “el Tratado de Regulación de la Guerra”, que imponía la obligación de respetar a los pueblos ocupados.

“Los templos fueron campos de muerte. En la Iglesia Matriz le aplastaron la cabeza con una piedra al octogenario Galvis y las de Santiago y San Francisco presenciaron escenas semejantes”.

Nada es comparable en la historia de América, con el vandalismo, la ruina y el escarnio de lo más respetable y sagrado de la vida del hombre, a que fue sometida nuestra ciudad, por el Batallón Rifles. Por sus derrotas a manos del paisanaje pastuso armado de piedras, palos y escopetas de caza.

“Fue una verdadera orgía de muerte y violencia desatada, en la que hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en medio de los más incalificables abusos. Este hecho deshizo, sin duda alguna, la reputación de Sucre, quien de manera inexplicable permitió que la soldadesca se desbordara sin control”.

La barbarie se siguió hasta el extremo de destruir, como bárbaros, los libros públicos y los archivos parroquiales, no respetaron los templos donde el pueblo pastuso buscó protección.

“Aquella población fue tratada por los soldados de Sucre como país enemigo; sacrificaron sin piedad a los valientes y obstinados milicianos y apagaron con esos triunfos la terrible insurrección”.

“Sucre tuvo que destrozar a los combatientes y tuvo que presenciar después, lleno de un profundo desaliento, la matanza que siguió al combate”. El encono del Batallón Rifles por el rechazo que sufrió en Taindalá le hizo ser cruel y no dio cuartel. Luego el general Sucre tuvo que restablecer la disciplina y sujetar el Rifles, poniéndose a la cabeza del Batallón Bogotá.

No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre medida tan cruel de “entregar la ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas, la decencia se resiste a referir por menor de tantos actos de inmoralidad”.

Y “al día siguiente… los cadáveres de los… pastusos, hombres y mujeres, abandonados en las calles y campos aledaños a la población, con los grandes ojos serenamente abiertos hacia el cielo, parecían escuchar absortos el Pax Ómnibus, que ese día del nacimiento de Jesús, entonaban los sacerdotes en los ritos de navidad”.

Las calles quedaron cubiertas con los cadáveres de sus habitantes, de modo que “el tiempo de los rifles” es una frase que ha quedado acuñada en Pasto para significar una cruenta catástrofe.

Bolívar, el de la temible espada, el del glamoroso uniforme rojo y del caballo blanco, sacrificó así a un pueblo que no renunció a sus rancias convicciones, los desterró, pisoteó y humilló hasta la muerte. Todo en nombre de la libertad y la independencia. Fue así el autor de una macabra obra que permanecerá perenne en la memoria de nuestro pueblo.

La independencia debía depender solamente de sus ideales. Esa fue la cruel venganza hacia Pasto la ciudad que bolívar nunca supo vencer.

¡Porque solo su sueño era posible!

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