Como decían los hípicos: en tierra derecha. Así avanza la parafernalia electoral en Colombia. Las votaciones en el país son la manifestación “democrática”, prácticamente la única, más representativa. Mediante el voto, que es un acto de fe, se entrega la capacidad de pensar, decir y hacer a un “líder” o grupo político y se legitima el régimen.
Tres sectores políticos, debidamente demarcados, se pelean los “favores” de los electores:
1. Los capitalistas puros, representados por Iván Duque y Germán Vargas Lleras, quienes no se paran en pelos para sostener el régimen corrupto, criminal e inhumano que impera en el país. Son apoyados por los sectores sociales más ricos y la inmensa mayoría del aparato estatal.
2. Los capitalistas vergonzantes, representados por Humberto de la Calle, Sergio Fajardo y Viviane Morales, quienes consideran que con maquillar el capitalismo es posible superar las desigualdades, la injusticia social y el analfabetismo ideológico. Apoyados por sectores de la clase media y algunos del aparato estatal.
3. Los capitalistas humanistas, representados por Gustavo Petro, que plantean superar las maldades naturales del salvaje capitalismo con reformas liberales del siglo pasado y/o los alcances de la neoliberal Constitución del 1991. Su apoyo electoral se encuentra en los mayoritarios sectores populares y clase media universitaria.
Además, surge un cuarto sector que corresponde a los del voto en blanco, que llaman a los desilusionados y desesperanzados del salvaje capitalismo a reemplazar a los actuales candidatos por otros que profundicen el régimen y/o lo maquillen y/o lo reformen para volver a ilusionarse y esperanzarse.
Entre todo este berenjenal de la política colombiana, el poder real de los capitalistas puros, dinero a manos llenas y de todos los orígenes, los medios de desinformación a su servicio servil, las maquinarias políticas a todo vapor, los aparatos de represión oficiales y oficiosos a disposición total y el analfabetismo político e ideológico de la mayoría de la población en Colombia permiten prever el “triunfo” de este sector político.
Especulando ante esta realidad, pensemos en la elección de Petro como presidente para el cuatrienio siguiente: se requiere de una votación muy superior a los siete millones de electores, lo que, de entrada, va a permitir la legitimación del régimen ante el aumento del caudal electoral.
Los verdaderos ganadores serán los sectores defensores a ultranza del salvaje capitalismo. El sector humanista del salvaje capitalismo solo obtendrá el gobierno, no el poder. Lo que vendría tendría que ser la defensa radical del gobierno electoralmente elegido. Para ello se requeriría de amplios y mayoritarios sectores humanistas en la calle, desde el mismo momento en que se logre el “triunfo”, millones de los más de siete que lo eligieran.
Terminando la especulación: ¿si hay en este país millones de humanistas para defender un gobierno elegido por ellos?, ¿acaso los ha habido para defender a los líderes sociales vilmente asesinados?, ¿para exigir el cuidado de niños que mueren por desnutrición y abandono en el país?
Ante este panorama de ganancia solo para el sector puro del capitalismo salvaje no queda sino la abstención consiente y radical.