Tuvo que decirlo Hollywood para que el público colombiano, uno de los más básicos del mundo, llenara las salas para ver una película en blanco y negro y subtitulada. En las 35 semanas que se exhibió antes de la nominación al Oscar, la obra maestra de Ciro Guerra había sido vista por 111 mil espectadores. En su reestreno la semana pasada fue vista, en 46 salas de Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga, por 67 mil personas. De esa cifra, y viendo el fanatismo que generan en el país joyas como Se armó la gorda y su secuela, uno se lamenta que Cine Colombia no haga un reporte minucioso de cuánta gente se quedó dormida mientras la veía cuantos chatearon en las dos horas de proyección o cuantos dijeron “Que mierda tan aburrida” y se fueron.
Curioso que buena parte de esos 67 mil nuevos espectadores que hizo la película esta semana sean los izquierdistas visajosos de siempre que todavía se enorgullecen de boicotear series y “todo ese cine comercial que excreta Hollywood”. Ya están en las esquinas hablando de la fotografía, de Evans Shultes, del poder del yagé y de la riqueza del Amazonas, recordándoles al auditorio que escucha su homilía que tenían como cinco años de no ir al cine, que la última vez fue cuando pasaron en un cine porno de la séptima una copia restaurada de La china de Godard.
No sé si lo han notado pero el mamerto se esconde detrás de las citas de autores y de esa jerga esquemática y fría para ocultar el profundo desprecio que le despierta el arte. El mamerto raso no lee novelas, creen que los Rolling Stones son un grupo de viejitos decadentes que hace rato se vendieron al sistema y que Mercedes Sosa es mucho más artista que Amy Winehouse. De cine no creo que tengan ni idea. Sin embargo, esa ignorancia no es impedimento para que expresen a voz en grito su opinión. El mamerto, en su incontinencia proverbial, tiene una opinión acerca de todo. Al creerse superior al otro le escupirá en su cara durante horas sus ideas extravagantes. Si te descuidas te venderá si sin piedad su humo.
A no todos los mamertos les gustó. Hubo algunos marxistas que dijeron que alabar El abrazo de la serpiente es respaldar la teoría del buen salvaje. Creativos, se inventan unos tratados infumables para negar que, aunque pagaron la boleta, no vieron la película por estar chateando con el bagrecito que acaba de entrar al Congreso de los pueblos.
Claro que hay que celebrar que hasta los mamertos, autocondenados para siempre al infierno del cine arte, hayan abrazado los designios hollywoodescos y colmasen las salas de cine del país para ver una obra que es tan importante para Colombia como los cuadros de Botero, Cien años de soledad, los goles de James Rodriguez o los pedalazos de Nairo Quintana. Queda demostrado a los inversionistas que no sólo la gorda Fabiola y su esposo Polilla pueden sacar éxitos de taquilla. Películas como las que ha hecho Ciro Guerra no sólo dan billete sino que también dan gloria.
El cine colombiano necesita ese Oscar para quitarse el estigma lumpen que desde los setenta, con las Nieto Roa movie, ha cargado. Ojalá lo logre, así tengamos que soportar la cátedra de cinematografía que desde su perfiles de Facebook le darán los mamertos a sus futuras conquistas.
