La última fue la extraña acusación que tuvo que escuchar en julio del 2022 cuando el cabo Néstor Gutiérrez afirmó que el general había pactado con Ramón Isaza, amo y señor de las Autodefensas Unidas del Magdalena, mientras era el comandante del batallón Bárbula. Por esos años, principios de los noventa, Carlos Suárez era teniente coronel y, según el testimonio de Gutiérrez, Suárez usaba una finca de Isaza, llamada La Culebra, para descansar con su tropa. En ese momento el ejército se enfrentaba palmo a palmo con el ELN, luchando por dominar las poblaciones de San Luis y Cocorná, claves en el Magdalena Medio. Un señalamiento que llega con 30 años de retraso y que seguramente no tendrá ninguna repercusión. Todo le llega de oídas a su finca de Facatativá.
Lo conocí, hace ya algunos años, cuando lo llamé a su sencilla finca, un refugio para sanar heridas. Aunque está rodeado de paisaje entonces estaba concentrado en la única ventana que miraba realmente, la del televisor en donde se encuentra viendo el inicio de la Vuelta a España. No es fácil hablar con alguien que aún mantiene el hábito de ser reservado aprendido en sus 50 años de portar el uniforme. Sabe guardar silencio y no reacciona a las tantas historias que le han montado desde que presentó aquel informe, que marcó un antes y un después en el conflicto colombiano, sobre aquellas atrocidades que estaban ocurriendo en los batallones del ejército de Colombia. Información que recogió de viva voz de protagonistas que cumplían órdenes y que pudo hacerle por el rango que tenían.
Una de las grandes decisiones que tomó Santos, como ministro de Defensa, fue elegir a Suárez como auditor del ejército para investigar lo que era un secreto a voces: las ejecuciones extrajudiciales dentro del ejército. Cada vez que llegaba a los batallones los comandantes mandaban a matar ganado, a destapar botellas del mejor whisky, a agasajarlo. Pero nada de esto funcionaba.. Cuando Suarez empezó el trabajo de campo en los batallones pocos hablaban. Su trabajo era encontrar la verdad de un secreto a voces. Cada vez que llegaba a los batallones los comandantes mandaban a matar ganado, a destapar botellas del mejor whisky, a agasajarlo. Al general no lo doblaban fácil. Tomó nota y fue halando la pita hasta entregar su versión a sus superiores.
El informe se demoró 14 meses en terminar de escribirse. Constó de 70 páginas. En los 19 cadáveres que se estudiaron y que fueron reportados por el ejército como bajas de combate. El informe lo presentó ante el propio Álvaro Uribe, presidente en el 2008 y al ministro de defensa Juan Manuel Santos.
El Presidente Uribe ordenó la baja de 27 oficiales del Ejército. Había nacido el concepto de los “Falsos Positivos” que equivalía en el lenguaje militar a ejecuciones extrajudiciales. El Informe Suárez constituía la pieza más complicada para cuestionar el comportamiento en el campo de batalla. Abría un camino que después derivó en conclusiones más dramáticas como que no se trataba de una práctica marginal sino que se había generalizado en muchos batallones y los muertos inocentes eran demasiados. Más de 3000 uniformados han sido detenidos de los cuales 850 han sido condenados.
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Aquello que parecía un gran logro se convirtió en una pesadilla para el general. Los oficiales se mofaban de él y lo tildaban de idiota útil de la guerrilla, bautizándolo como El general Machaca. Un sector del alto mando del Ejército empezó a presionar, en el 2009, para que lo designaran como agregado militar en Chile. Estados Unidos reversó la decisión porque consideraba un obstáculo para las investigaciones que estaba adelantando el Ejército.
Un año después la presión surtió efecto y Carlos Arturo Suárez se fue contra su voluntad. El Informe Suárez es la investigación con más implicaciones para las Fuerzas Militares, una pieza definitiva para el esclarecimiento del conflicto en Colombia pero para el general Carlos Arturo Suárez fue el principio del fin de su carrera militar. Dejaba atrás su uniforme pero se llevaba el honor.
En Facatativá Suárez intenta olvidar todo lo que pasó. Saber que por cumplir el deber salió de lo que más amaba, servirle a su país vestido de uniforme. Su consuelo es que poco a poco, más y más oficiales que él denunció, esta´pn pagando cárcel y muchos compareciendo ante la JEP a confirmar sus versiones en los propios lugares del horror: los cementerios donde enterraron a tantos jóvenes campesinos inocentes. Imagino al general Suarez en el reposo su finquita de aturdido con las noticias y adolorido con los rostros de madres identificando hijos desaparecidos, una cruda realidad que se destapó gracias a la firmeza con la que reveló el horror de lo que ocurría en los campos colombianos