LA INVETERADA FRASE no es de mi caletre ni pretendo que así lo sea. La frase es falsamente atribuida a Hugo Chávez y, dicen que fue pronunciada en un momento de efervescencia y calor de su mandato. ¡Tampoco fue así! Tiene más afinidad y origen con la doctrina social de la iglesia católica y la teología de la liberación: "solo el pueblo salvará al pueblo".
En tiempos coyunturales de la política Latinoamericana, la frase ha sido utilizada por varios mandatarios, progresistas entre ellos Luis Ignacio Lula Da Silva, Rafael Correa, Pepe Mujica y Evo Morales, ellos la expresaron, como razón válida para explicar, que en el pueblo radica y se concentra el poder popular; así como lo mandan los principios democráticos.
Se ha distorsionado tanto estos principios originarios, que el poder termina concentrado, no en el pueblo, su auténtico titular, como lo ordena el mandato democrático, si no, en manos de unas élites plutocráticas que se hacen dueñas hasta del aire que respiramos. Con recursos tecnocráticos y una política excluyente, han instalado en el imaginario colectivo y cultural, la creencia, que ellos son los únicos capacitados para dirigir el estado y, cualquiera distinto que pretenda hacerlo, no tendría la misma efectividad, competencia y cabida en su concepción individualista de gobernar. Los resultados saltan a la vista: una desigualdad extrema de la población.
Así las cosas, no se aspira a una dictadura del proletariado, pero en nuestro caso, el dueño absoluto del poder termina siendo un convidado de piedra, que obsecuentemente ve pasar los abusos, latrocinios y desmanes cometidos por las tradicionales barrigas llenas que medran del poder del estado.
Si revisamos superficialmente la historia nos damos cuenta que es una pequeña élite la que se ha apoderado del estado. El estado a través de los diferentes gobiernos se convirtió en su caja mayor, su botín político y económico que hace siglos no sueltan, porque tienen la firme convicción que les pertenece por designio divino; no lo quieren soltar porque creen que sus hijos, sus nietos, sus bisnietos y tataranietos están predestinados a detentar el poder en Colombia de manera sempiterna.
Nunca ha existido en Colombia el normal movimiento pendular, la alternancia del poder político que se ha evitado con argucias electorales. En esta excepcional ocasión, se lo soltaron a Gustavo Petro en nombre del Progresismo, porque no fue posible evitarlo, pero harán hasta lo imposible por recuperarlo y si es posible antes de que termine su mandato.
Los tiburones blancos nadan en círculo y de manera concéntrica giran alrededor de su presa. Su objetivo lo seguirán buscando a través de un golpe blando, el lawyer o guerra jurídica. Se tiene que recuperar el poder a como de lugar, porque están convencidos que es de su propiedad, el país su finca de recreo, su nicho permanente. Ahí es donde el pueblo se debe pellizcar y, tiene que entrar en escena para reclamar lo que en derecho le pertenece. Ahí es cuando la frase cobra su real sentido y dimensión: ¡solo el pueblo salva al pueblo!
Lo anterior, más que un abuso, ha sido una dictadura de derecha, disimulada con la periódica celebración de elecciones amañadas y fraudulentas que maquilla un sistema antidemocrático en esencia. Critican a Venezuela, pero no se miran en el espejo. Han sumido a una mayoría en un escandaloso estado de desigualdad, hambre, pobreza monetaria y pobreza multidimensional.
El gobierno del cambio, huérfano del poderoso y tradicional apoyo, que cubre con su manto a todo aquel que gobierna exclusivamente para las minorías, que cooptan el estado para saquearlo; un gobierno ausente del mimo de unos medios de comunicación que fabrican narrativas construidas con fines engañosos, un programa progresista que no posee las falsas caricias y el amor de los poderosos banqueros y contratistas, un gobierno que no comparte la opulencia que se vive en sus agitadas vidas sociales, pues no participa ni hace presencia en fastuosas fiestas, ni clubes sociales, se enfrenta solo en inferioridad de condiciones, con la esperanza de que ¡solo el pueblo salvará al pueblo!
Hoy, para lograr el sublime propósito, se construye una base social amplia y fuerte, compuesta por un campesinado organizado, sujetos de derechos, que se les cumple con el eje central del problema: la tierra. Se cuenta con unas leales Centrales Obreras, los indígenas, el Pacífico negro, los jóvenes estudiantes, la clase media, que hoy se les rebaja las ignominiosas tarifas de energía, los sectores populares en las ciudades.
Se tiene, de nuestro lado, un pueblo cohesionado que desecha la violencia como método de toma del poder. Así las cosas, es un imperativo categórico darles continuidad a las políticas iniciadas por el gobierno porque ¡solo el pueblo salvará al pueblo!