Si yo fuera hijo de un presidente tomaría mi mochila y me iría a conocer el mundo. Supongamos que tengo 18 años y el futuro asegurado, ¿Qué hay de malo en pedir un año sabático para visitar Luxor, estar refugiado en una bohardilla en Montmartre, intentar escribir un libro, crear un podcast o hacerle el favor a mi papá de quedarme callado mientras intenta resolver ese problema eterno llamado Colombia? Al principio de esta campaña me había entusiasmado Sofia Petro. Ella estaba ahí para encarnar el amor platónico de cualquier mamerto adolescente: ojos soñadores, pelo ensortijado, mochila wayuu, tono mesurado e ideas claras. A los 18 la hija de Gustavo muestra una madurez que no es común entre gente tan joven. Sin embargo, habló tanto que terminó embarrándola. No me refiero a la desafortunada frase que además sacaron de contexto y con la que los uribistas, camuflados ahora en las gorras de Rodolfo, están expandiendo el terror en redes sociales afirmando que los que vamos a votar por Petro armaremos la revolución si gana Rodolfo. Yo entendí a Sofía cuando habló de que este país es una bomba de tiempo que necesita desactivarse con un gobierno que piense en la gente y no en el empresariado, porque estamos enfermos de desigualdad y, de ganar un magnate como Rodolfo, habría un estallido social. Ese no fue el problema, el problema es hablar bien públicamente del papá.
En eso se parece a Tomás Uribe cuando en agosto del 2021 increpó a la comisionada de la verdad Lucía González para defender con uñas y dientes a su cuestionado papá. Se vio como lo que fue, un gomelo grosero, maleducado, un niño rico incapaz de destacarse en ninguna carrera y que decidió, subido en los poderosos hombros de su familia, ser un empresario. Con el capital familiar que tienen Tomás y Jerónimo a cualquiera le va bien en el emprendimiento que arranquen. Cuando uno tiene un papá poderoso es mejor callar porque si no queda metido uno en rollos tan engorrosos como los que tiene Martín Santos con Vicky Dávila. Y creo que nadie quiere llegar a los 40 siendo un pelotudo como el hijo mayor de Juan Manuel. Sofía tiene una gran ascendencia con su papá y si Petro escuchara a sus asesores entendería que no es justo que la joven sea expuesta al escarnio público teniendo un futuro tan promisorio lejos de su égida. Sofía no debe pronunciar la palabra Rodolfo si quiere mantener a ella y a su papá lejos de cualquier incendio.
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El que no tiene presentación es el tal Nicolás Petro ese. Politiquero barato, tonto y pretencioso como su tío Gustavo Bolívar
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El que si no tiene presentación es el tal Nicolás Petro ese. Politiquero barato, tonto y pretencioso como su tío Gustavo Bolívar, Nicolás ha fracasado en todas las aventuras que ha aprendido. Iba a ser la punta de lanza del petrismo en la Asamblea del Atlántico pero terminó casado con Days Vásquez, una joven barranquillera ahijada de la gobernadora Elsa Noguera. Así que Nicolás, que había hecho de la lucha contra los Char la bandera con la que aspiró a ser gobernador del Atlántico, es un defensor acérrimo de la familia dueña del conglomerado Olímpica. Su militancia termina en sus frases insulsas en Twitter.
Sin carisma, de imagen pesada, irritante –parece más hijo de Bolivar que de Petro- coronó su imbecilidad echándole pullas a Vicky Dávila y a la Gurisatti en un trino que respalda las declaraciones de su madrasta, la cada vez más machista Verónica Alcocer, con este desafortunado trino:
El miedo que tenemos los medios que no nos vamos a arrodillar ante Petro si queda presidente se ven materializados en esta crítica que también es una amenaza. Entonces, como los chavistas ¿Los petristas, encabezados por barras brava como el hijo de Gustavo, nos van a cerrar la boca si decimos que Petro es humano, que comete errores, que no es infalible como Dios, Fidel o Stalin?
Lo que esperamos es que, sea cual sea el resultado, Nicolás y Sofia se tomen unas merecidas vacaciones y por el bien de su papá no opinen más. Miren que una de las razones por las que Colombia terminó detestando a Uribe fue por Tomás y Jerónimo. Recorran el mundo, conozcan sus maravillas, pero no intervengan más, por favor. Quedan como lo que no son: un par de niños maleducados e imbéciles.