En cinco años nadie recordará en Estados Unidos a Sofía Vergara. Sus carnes se volverán fofas y ya no podrá contonear, exuberante, su cuerpo, uno de los pocos talentos que ha esbozado desde que a los 16 años saltó a la fama por un comercial de Pepsi. Es más ahora que ya no la nominan a ningún premio debe aceptar, para salir en Prime Time, decir la misma estupidez latina que la hizo famosa en Hollywood. Aceptémoslo, a la Toti nunca la han respetado y si la han nominado a los Golden Globe y a los Emmy es porque el público la adora o la adoraba. La prensa especializada, al contrario, la ha despreciado. Hace un par de años, cuando estaba en el cenit de su carrera, la crítica la despedazó por sus incursiones en el cine al lado de Bobby Cannavale, Scarlett Johanson, Robert Downey jr, Dustin Hoffman, Woody Allen y John Turturro. Todos coincidían en que la Toti, como actriz, era una mamacita.
Sus réditos están tan bajos que ya Bavaria está pensando en transformarla en Chica Aguila. Su caché, de 300 mil dólares por capítulo en Modern Family, ha bajado tan estrepitosamente como la calidad de la serie. Lo que le queda es seguir flotando en el mundillo de Hollywood con sus partes voluptuosas ya que en la cabeza tiene más bien poco: “Llevo veintitantos años en Estados Unidos y sigo hablando igual. Todavía me confundo, y la gente piensa: ‘Pero, ¿esta chica es retrasada o qué?” le dijo a Vanity Fair México en el 2014. Por ser bella y aparentar ser bruta es que la contratan para hacer el mismo papel de bobita importante, de cabeza de chorlito. En eso se parece a Marilyn, pura carne y deseo. En Some like it hot y La tentación vive arriba ella era sólo un suculento y jugoso bistec. La diferencia es que Marilyn se volvió un mito no porque se haya muerto a los 36 años sino porque era una gran comediante y, según lo que pudimos ver en Misfits, su última película, podría haber llegado a ser una gran actriz. “Ella y la Segunda Guerra Mundial tenían algo en común: eran el infierno pero valían la pena” dijo sobre M.M Billy Wilder.
La pobre Marilyn debe estar revolcándose en su tumba. Ella al menos se casó con Arthur Miller, uno de los más grandes dramaturgos norteamericanos de todos los tiempos, mientras nuestra pobre Toti va en busca de los millonarios con cuerpos atéticos, galancetes que no tienen ninguna cita con la historia. Sofía Vergara ya no sueña, como nos hizo creer hace unos años, con un papel dramático que la encumbrara al Oscar. Incluso llegó a pensar en poner ella misma el billete para crear la película. No, Sofía lo único que quiere es que la inviten a los premios de la temporada para posar como una muñeca de plástico en una vidriera como lo hizo descaradamente en los Emmys del año pasado. Por eso nos da rabia. Ella, una mujer que se repuso al secuestro y asesinato de uno de sus hermanos, quien a los 28 años superó un cáncer de tiroides, se conformó con ser la típica latin woman señorita sin nada en la cabeza cuando ella era mucho más, muchísimo más.
Lo del domingo fue patético, nadie se reía de su ingenio si no de su estupidez desplegada en un puñado de segundos. Ella, que llegó a ser la reina de la alfombra roja, ahora se viste con una vulgaridad aterradora. Por algo Nick Loeb, su ex pareja, dijo, después de terminar la relación que a él le gustaba las mujeres que se vestían con clase. Y es precisamente eso, que la niñita bien del Colegio Marymount de Barranquilla se ha convertido en el estereotipo maluco de la mujer colombiana que se va a Miami solo a ser bonita, a que la mantenga un gringo que solo le pide sumisión y que solo hable cuando necesite dinero para ir de shooping.
