Acá yo no voy a discutir si Soda Stereo es buena música o no. Cualquier duda, por pequeña que haya quedado de su genialidad, se debieron despejar en Sueño Stereo, esa obra maestra de la tecnología. Cerati además era un guitarrista demoledor. Así que dejémoslo quieto. Acá vamos a hablar es de los hinchas de Soda Stereo. Acá vamos a hablar es de cómo el rock no tiene nada que ver con el talento sino con el corazón. De por qué Joe Strummer, con su impericia, puede ser más importante que el líder de Yes. Acá vamos a recordar que el buen rock no se hace con el cerebro sino con el corazón.
Uno no puede decir que son los mejores del rock argentino, de lejos, sin pasar por boludo. Eso es como si le dijeran a un experto en rock colombiano que el mejor grupo de todos los tiempos fue Aterciopelados o Juanes y desconocer a Malanga, Génesis o Kraken. Este servidor estuvo en el Me verás volver en el Estadio de River Plate en el segundo semestre del 2007. Era la banda sonora de mi vida. Lloramos, nos abrazamos. Era volver a ver a los Beatles. Pero, la mayoría de los que estábamos ahí, éramos peruanos, chilenos y algunos argentinos “chetos”, nombre que le dan los porteños a los gomelitos. El conurbano, las goteras de Buenos Aires, no estaban ahí. A ellos los mueve otras pasiones.
Los redonditos de ricota puede ser una marca de comida italiana en Colombia. Pocos conocen la importancia de sus canciones para alguien que se levanta una madrugada del invierno porteño a esperar El bondi, nombre con el que se conocen a lo que acá se podía llamar una buseta intermunicipal, des de City Bell hasta Buenos Aires. Al abrir la ventana muchas veces queda una marca de hielo en ella que sólo se va de un codazo. El humo del cigarrillo es lo único que mata el frío y las manos. Las canciones de Cerati no hablan de eso, hablan de estados de la mente, de besos, de saber que papá no superará el cáncer. Por eso el Indio Solari puede soltar una andanada como la Hija del fletero o La bestia pop y sentir este fervor:
Esto que acaban de ver fue el último concierto de los Redondos en el Estadio de Racing, 1999. Hubo muertos, heridos, disturbios, caos. Era un Rompen todo. No habían turistas y pocos de los que estaban al frente eran de Martínez o La Recoleta. Era proletariado puro y duro. Si el Indio, subido en la tarima como Napoleón, hubiera señalado la Casa Rosada, la turba la incendiará y sacarían a Menem como el delincuente que fue.
Ese fervor nunca lo tuvo Soda en Buenos Aires. Entre el círculo de rock porteño corren las leyendas. Luca Prodan, el motor que le dio vida a esa máquina llamada Sumo, escribió una canción que hoy en día podría ser calificada de políticamente incorrecta: La rubia tarada. Dicen que este verso era para Cerati
Un seudo punkito
con el acento finito
quiere hacerse el chico malo
tuerce la boca
se arregla el pelito
toma un trago
y vuelve a Belgrano
Sumo, con esa diversidad que va desde el reggae hasta el punk, musicalmente es incomparablemente más grande que Soda Stereo. Sin embargo su música, como la de Manal, Divididos, Ratones paranoicos, La renga, Pescado Rabioso, Las pelotas, Los piojos, no necesitó salir del Rio de la Plata, al contrario, al quedarse en el país se transformó en lo que los argentinos consideran una música autóctona ya: el Rock Nacional. Y todos los que vendían discos afuera eran considerados traidores, con excepción claro está de Papá Charly. Eso está como si un español le preguntara a alguien en Valledupar que quien fue más importante, que si Carlos Vives porque llenó las Ventas de Madrid como si fuera un torero, o Diomedes Díaz. La respuesta es más que obvia. Además, ¿no les da desconfianza rockeritos de fogata, que Duque se sepa en guitarra Música ligera?
Si de verdad quieren adentrarse al rock argentino Soda debe ser sólo una puerta. Hay un universo esperándolos y Rompan todo, el documental que estrenará a mediados de diciembre Netflix, los estará esperando. Por cierto, mientras mastican su rabia contra mí, escuchen esta belleza incautos. ¡Viva Luca!
