No. No hablo de Hollman, Petro, ni una de sus marchas. Escribo preocupado, por más de cinco petardos en menos de 60 días que llevamos del 2017, no dejan duda, nos respiran en la nuca.
O muy frágiles o ganaron el terreno que no tenían. ¿Quiénes? Ahí está el asunto. Los intocables, los que también quieren o los que ya llegaron al Congreso a punta de bombazos, en fin, nadie responde. La pregunta sigue abierta.
Me quedé sin palabras nuevamente cuando en su Twitter el presidente Santos prefirió definir como “incidente” a lo que fue un acto de terror, por ende de terroristas.
¿Nos acostumbramos a minimizar el terror ya? Será un “incidente” más que de aquí en adelante buscarán ser justificados. Me resisto a esta sobredosis de zozobra que ya hace pensar si salir o no a la calle o quedarse en ella a riesgo que en la esquina algo estalle.
Volvieron esos tifones oscuros que vemos en las fotografías que van arrasando todo, Policías, volando techos de casas, elevando automóviles.
El huracán de esa zozobra nos tiene atados, inmovilizados, paralizados. Se cuela por todas las rendijas. Se respira en el aire, asfixia, corta el oxígeno. Estamos como esas bombas de hidrógeno a punto de reventarse, como los cilindros de gas al lado de un fósforo prendido. Estamos cercados por todos lados y a lo lejos no se vislumbra ni un rayo de luz.
Es lo que más motiva la zozobra. Por más que trate de escaparme, no lo logro. El refugio de los libros, la escritura, el Netflix, el ejercicio diario, las amistades escogidas y el amor familiar apenas son leves burladeros, hechos de caña menuda, frágiles, que no resguardan ni protegen de este tsunami negro de la zozobra que vivimos.
Mensajes desesperados corren por Twitter, en los wasaps, en las conversaciones casuales, en los noticieros televisados, en los titulares de los periódicos, en la radio.
La mente es neutra: recibe lo que le mandemos, y es el pensamiento el que crea las emociones y a la postre las acciones. ¿Cómo podemos vivir normalmente si cada día, cada minuto, nuestras mentes están siendo bombardeadas con catástrofes, asesinatos, escándalos, y el idilio entre el terror con sus autores?
¿Cuánta responsabilidad cabe a quienes dicen ser autoridad?
Toda
¿Cuánta responsabilidad cabe a quienes dicen ser autoridad? Toda. Somos nosotros los que alimentamos esa peste de ineptitud, sus mensajes, los titulares.
No queremos un petardo más. Mucho menos que avancen por la 7, la Macarena y lleguen a la Plaza de Bolívar. La pregunta: ¿hay gobierno, hay presidente, periodistas, alguien que diga las cosas por su nombre?
En fin, esta sobredosis de petardos, silencios y zozobra, apesta.
@josiasfiesco
