Con definiciones simples de Wikipedia, la soberanía nacional “es el poder político supremo que corresponde a un Estado independiente, sin interferencias externas.
En teoría política, la soberanía es un término sustantivo que designa la autoridad suprema que posee el poder último e inapelable sobre algún sistema de gobernabilidad”.
Así mismo, la Soberanía Económica “es la potestad que tienen los Estados, o un ente político, de determinar los modelos que se implementarán en el plano de la economía. Es el Estado el que se encarga de la regulación y creación de una política económica...” –resaltados en negrilla por este autor–.
A estos conceptos los une: Un Estado independiente, sin interferencias externas, y la potestad de los Estados de determinar los modelos económicos.
De tal manera que la soberanía económica es inherente al Estado independiente o soberano.
Aquí es donde estriban los graves problemas de Colombia, consistentes en las trabas para el desarrollo de su aparato productivo.
Con razón Francisco Mosquera aseguró que “el gran problema de Colombia es que no le permitieron desarrollar el capitalismo”, por eso no hay acumulación de capital nacional y se trabaja con préstamos internacionales –la deuda externa es de casi 170 mil millones de dólares–, llevando al país a las crisis económicas y al empobrecimiento de los habitantes.
Colombia perdió hacia 1903 la soberanía alcanzada con las Guerras de Independencia, con la famosa frase “I took Panama”, con la cual el presidente gringo Theodore Roosevelt sentenció el destino de este país hace ya 118 años.
Así lo nieguen los neoliberales, esto tiene que ver con el alto costo de vida, el arrasamiento de la producción nacional –agropecuaria e industrial–, el desempleo y los bajos salarios; en síntesis, la miseria y pobreza que padece la mayoría de la población.
A través del FMI, el Banco Mundial y el capital financiero transnacional, entre muchos otros, impusieron a Colombia los Planes de Desarrollo y modelos económicos –antes Cepal, ahora Neoliberal o libre comercio–, y con ellos las Áreas de Libre Comercio, los Tratados de Libre Comercio y los acuerdos como el de la Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico –OCDE–.
Con el silencio cómplice de unos y la actuación consciente de los otros, todos los gobiernos desde César Gaviria se dieron a la tarea de conspirar contra el país.
El resultado: Somos un país importador –14 millones de toneladas anuales de comida, razón por la cual está insostenible el costo de vida–, no solo de los géneros alimenticios, sino de todo tipo de manufactura, convirtiendo a Colombia en exportador de materia prima, papel que le dejó EE. UU. a todas sus colonias. Esa es la principal traba para el desarrollo de Colombia.
“La situación de hambre en Colombia sí es crítica”, dijeron los bancos de alimentos de Colombia; agregaron: “21 millones se encuentran en pobreza monetaria con ingresos per cápita promedio de $331 mil mensuales, con lo que no les alcanza para comprar una canasta básica de alimentos. 15,9 millones consumen 2 o menos comidas al día. 5 millones sufren o sufrieron desnutrición crónica”.
No pueden ser los causantes de esta tragedia los que la vayan a solucionar, porque como dice el candidato presidencial Jorge Robledo: “A ellos les va bien, así a la mayoría de los colombianos les vaya mal, porque separaron su suerte personal de la suerte del país”, y esto incluye a Petro, quien defiende la anexión de Colombia a la OCDE. ¡Esto es en serio!