Hoy tengo una cita médica, hace un mes y 15 días fui diagnosticado con Cáncer Gástrico etapa IV y mi tratamiento es paliativo.
Mientras eso sucedía en mi vida hace apenas unos días, los noticieros hacían crecer cada vez el impacto informativo del Coronavirus al principio como un tema lejano, luego fue la OMS la que habló de epidemia y luego de pandemia, después se cambió el nombre a COVID-19 y como pólvora el virus pasó de país en país mientras se acrecentaba el miedo.
Las cifras se presentan alarmantes, pese a que no han llegado a ser comparables a nivel mundial con otras enfermedades como el SARS o el MERS, o en Colombia con el Dengue, y de hecho "3 de los 7 Coronavirus causan infecciones respiratorias en los seres humanos mucho más graves e incluso a veces mortales que los demás Coronavirus y han causado brotes importantes de neumonía mortal en el siglo XXI" ¹ según la doctora Brenda L. Tesini MD, University of Rochester School of Medicine and Dentistry.
Pero evidentemente, estamos en un punto crítico en el que el miedo manda, algo así como la "fobio-cracia", si se me permite el neologismo, el gobierno del miedo. O sino cómo entendemos que en la era de la información, se revele la incapacidad humana general para hacer uso racional de la misma, o lo que es igual, no hemos desarrollado la inteligencia requerida para analizar, comprender y actuar racionalmente con base en la información y el conocimiento que poseemos sobre el mundo, la ciencia, la salud y los virus en este caso.
Una inmensa cantidad de personas en Colombia han decido despreciar voluntariamente toda la información relevante y verídica sobre la situación del COVID-19 y en general sobre las consecuencias, cuidados e impacto real del virus y se han aferrado a sus miedos, lo que no solo acrecienta la paranoia, sino que crean con sus decisiones la realidad que tanto temen, tanto así que si hubieran actuado de manera prudente y racional estarían haciendo más por su salud y la de otros de lo que creen.
Esto se materializa en el acaparamiento de tapabocas y antibacteriales que no solo escasean en el mercado, sino que han subido sus precios en un 300% y 400% y esto en los pocos lugares donde aún se consiguen.
Mientras el libre mercado avanza entre oferta y demanda y el valor fluctúa, me asomé hace unos días por la ventana del auto para contar la gente que usaba tapabocas y apenas llegué a 10 personas.
¿Dónde están los tapabocas que compraron los paranoicos que esperan el fin del mundo tras la llegada de COVID-19 a Colombia?
Están guardados, cuidados como un baluarte para un día que quizás no llegue; pero entretanto las personas y pacientes que vivimos con inmunodepresión debido al Cáncer, al SIDA, al EPOC o a enfermedades respiratorias graves y crónicas, e incluso para los profesionales de la salud que deben protegerse realmente debido a los vectores de las salas de urgencias, debemos pagar obligatoriamente el sobrecosto de los tapabocas porque lo necesitamos ahora para salvaguardar nuestra vida ante la gripa normal o cualquier afección menor. Pagaremos y buscaremos tapabocas y antibacterial para evitar nuestra muerte y prolongar nuestra vida ahora, no por si llega el apocalipsis algún día.
Sin embargo, si no hay medios de barrera para protegernos seguramente seremos los primeros en sufrir las consecuencias mortales del COVID-19 o cualquier otra afección, mientras paranoicos, otros se imaginan vivir el fin del mundo desde sus pantalla de celular, desde las redes sociales y desde los televisores sin darse cuenta que su acaparamiento tiene una directa relación con el crecimiento del riesgo para pacientes con inmunodepresión como yo, y sin utilizar los tapabocas que compraron hace semanas.
Verán las cifras, y se autocomplacerán respirando tranquilos en sus hogares con su teletrabajo, sin reconocer que de no haber acaparado y de haber actuado racionalmente, habrían salvado más vidas de las que se imaginan y no verían llegar el fin del mundo.
Es momento de analizar, comprender y actuar racionalmente pensando más allá de nuestro usual miedo y egoísmo.